Siglo de las Luces y Romanticismo: Un Análisis Comparativo
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LA ILUSTRACIÓN
Introducción General
La Ilustración
El siglo XVIII ha sido calificado como el Siglo de las Luces, o Siglo de la Razón, para lo cual hay que partir de la influencia que tuvo el empirismo inglés, al considerar que la experiencia podía elevarse a valores teóricos. David Hume es el representante filosófico de este racionalismo fundado en bases empíricas, que despierta en Francia una corriente de admiración, iniciada por Voltaire.
Va naciendo lo que se llama el movimiento ilustrado, que se caracteriza por una fusión de intelectualismo y empirismo. Surge el mito del progreso: contribuir al progreso humano es tarea que corresponde a todos los hombres, pero especialmente a los doctos y sabios, pues no se podrá alcanzar el estado ideal de dicha y perfección hasta que las tinieblas de la ignorancia sean disipadas por las luces de la razón y la ciencia.
Una corriente de optimismo racionalista se apodera de los espíritus ilustrados por toda Europa. Para estos hombres, todas las cosas de la naturaleza están dispuestas de acuerdo con un orden racional y reguladas por unas leyes armoniosas, de modo que todo se conecta armoniosamente con todo y cada cosa, ateniéndose a sus propias leyes, contribuye al equilibrio del universo.
La literatura de la Ilustración tenderá a mostrar la belleza y las maravillas de la naturaleza y a revelar la existencia de una armonía universal. Esta armonía y este orden natural deben regir igualmente el quehacer humano y las instituciones.
En lo teológico, el optimismo racionalista conduce a una concepción finalista, según la cual, la ordenación interna del universo está dirigida a una finalidad universal. Esa ordenación cósmica, para los teístas es obra de una inteligencia superior a la naturaleza, mientras que para los deístas es fruto de la naturaleza misma, considerada como un todo y animada de una fuerza intrínseca que la impele hacia sus fines. Ambas corrientes, sin embargo, conducen a los mismos resultados éticos, políticos y religiosos: el libre uso de la razón y la práctica de la honradez en la vida pública y privada como forma de culto.
No obstante, el teísta Voltaire reacciona contra el optimismo inherente a la teología de la Ilustración, por el peligro que entraña de pasividad frente a las exigencias y problemas de la vida real, y para Rousseau, la naturaleza es el origen de todo bien y no un orden establecido abstracto.
La Ilustración en España
En España, el espíritu de la Ilustración se manifiesta con la aparición del concepto de filantropía, es decir, un sentimiento altruista, eminentemente aristocrático, que se traduce en el interés de las clases privilegiadas por el mejoramiento económico e intelectual del pueblo. Este sentimiento se refleja en el sistema de gobierno llamado despotismo ilustrado, cuya atención por el bienestar del pueblo excluye, sin embargo, su participación en el poder mediante la fórmula de “todo por el pueblo, pero sin el pueblo”.
Por otra parte, el espíritu ilustrado hace de la preocupación por la cultura un signo de distinción, lo que conduce al nacimiento de una aristocracia intelectual.
El siglo XVIII es para España un siglo en el que se intenta la difusión de la cultura mediante la secularización de la enseñanza, la fundación de escuelas primarias y profesionales, y la reforma de la enseñanza universitaria mediante la intervención del Estado.
Los hombres de ciencia, de pensamiento y de letras españoles del siglo XVIII se dedicaron a examinar y juzgar cuanto habían heredado de épocas anteriores bajo dos criterios nuevos: el de la racionalidad y el de la utilidad.
Por otro lado, en la Ilustración española también hay que tener en cuenta la relación que existe entre los ilustrados y la Iglesia y demás instituciones, que obliga generalmente a atemperar las críticas, a moderar la expresión y, muchas veces, a caer en vacilaciones y contradicciones.
- Primera etapa (Felipe V): Marcada por la figura del Padre Feijoo, quien inicia la Ilustración en España.
- Segunda etapa (Carlos III): La Ilustración propiamente dicha, con reformas en todos los ámbitos de la vida española.
- Tercera etapa (Carlos IV): Declive de la Ilustración, con recelo hacia las novedades provenientes de Francia, finalizando en 1808 con la abdicación de Carlos IV y Fernando a favor de Napoleón.
El Neoclasicismo
El Neoclasicismo, una reacción antibarroca del siglo XVIII en Europa, se resume en las unidades y preceptos de la poética aristotélica, “reinventados” por los críticos italianos y practicados por los autores franceses. Implica un retorno a las formas clásicas, a menudo imitando el tipo ideal creado por los antiguos.
Adoptado por países sin tradición grecolatina, la norma clásica adquiere un carácter exótico, permitiendo la convivencia del Neoclasicismo con el Romanticismo a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Algunos consideran el Neoclasicismo como una actitud propia de la sensibilidad romántica.
Los Ilustrados veían la antigüedad a través de Plutarco, una antigüedad “moralizada” con héroes libres y ejemplares. David, al pintar Marat asesinado, traduce en pintura el espíritu de Plutarco según la interpretación ilustrada: Marat como el “amigo del pueblo” sacrificado en su deber.
Los artistas neoclásicos aspiran a la armonía estatuaria, y los poetas mitifican nostálgicamente un mundo ideal perdido.
LA PROSA ESPAÑOLA DEL S. XVIII
Introducción
La guerra de secesión de inicios del siglo XVIII dividió a España, instalando un sentimiento de decadencia y un afán de reforma. Pensadores como Jovellanos, en su Informe sobre la ley agraria, señalaron la necesidad de redistribuir tierras y ampliar el derecho a la propiedad. La Inquisición y la censura gubernamental presionaron a artistas y escritores, quienes se autocensuraban, prohibiendo temas de la Ilustración europea, aunque las ideas se difundían clandestinamente.
Escritores como Luzán, Iriarte, Cadalso y Moraín tuvieron contacto directo con la literatura e ideas europeas. Otros, como Jovellanos y Meléndez Valdés, se cartearon con autores extranjeros. Sus obras difundieron el interés por la literatura extranjera.
El ensayo, la carta y el sueño ficticio (cultivado por Torres Villarroel) son modalidades literarias típicas del siglo XVIII. Periódicos, alimentándose de estas modalidades, promovían la controversia y difundían obras literarias, como las Noches lúgubres y Cartas Marruecas de Cadalso. La prosa en este período es sinónimo de elocuencia.
Prosa Erudita, Géneros Didácticos y Ensayísticos
El siglo XVIII relega los géneros artísticos y cultiva discursos de prosa crítica y didáctica. El ensayo, priorizando la ideología, no se considera literatura según criterios modernos, pero fue fundamental para comprender el pensamiento del siglo. Se abandona el latín, rigiendo la claridad, precisión y afán didáctico en la expresión lingüística, junto con la crítica y la sátira. La literatura se mide por su “utilidad”, cultivando el ensayo en detrimento de otras formas.
Se moderniza la historiografía, la filosofía y la ciencia, buscando el rigor léxico y la frase precisa. Surgen nuevas formas de discurso en prosa (costumbristas, didácticos), floreciendo el diario y la epístola (Cartas Marruecas). El afán didáctico penetra la novela y otros géneros, borrando límites entre ficción e ideología.
Se extiende el afán enciclopédico. Feijoo combina enciclopedia y ensayo en su Teatro Crítico Universal y Cartas Eruditas y Curiosas. Los autores no se especializan, ocupándose de múltiples disciplinas. Luzán, con su Poética o Reglas de la Poesía, asentó las ideas ilustradas y las normas del neoclasicismo literario en España.
Prosa Narrativa
Gracián y Quevedo influyeron en la prosa española de inicios del siglo XVIII, aunque gradualmente se impuso un estilo más claro y sencillo. El siglo XVIII es pobre en narrativa. La falta de creación nueva llevó a reeditar obras del siglo anterior y a imitar formas antiguas. Torres Villarroel y el Padre Isla, aunque grandes prosistas, no aportaron novedades al género. Sus sátiras ayudan a comprender la época. Torres Villarroel, considerado continuador de la picaresca, carece de la separación autor-narrador y otras características del género.
La prosa del siglo XVIII oscila entre tradición e innovación. Noches lúgubres de Cadalso renueva el género, reflejando una temprana exaltación del amor apasionado, característico del Romanticismo. En Tediato conviven pasión amorosa, exaltación emocional, racionalidad y tono didáctico. Se aprecian características del héroe romántico: deseo de muerte, rechazo del mundo, pasión no correspondida, desesperanza, en un marco romántico: nocturnidad, cementerio, cipreses, luna.
EL ROMANTICISMO
Introducción General
El Romanticismo
El Romanticismo, surgido en Alemania a finales del siglo XVIII y difundido por Europa a principios del XIX, buscaba liberarse de los modelos clásicos, proclamando los derechos del sentimiento y del individuo frente a la razón. Su nacimiento “oficial” se asocia con 1798, cuando Schlegel definió la poesía romántica como “universal progresiva”, siempre en evolución.
Implica abandonar la inspiración clásica y rechazar la estética clásica con sus divisiones rígidas y unidades aristotélicas. El programa romántico impone la “forma interna”, inmanente a la inspiración. La poesía representa globalmente al ser humano, desde lo sublime hasta lo miserable. Insatisfechos con la realidad, los románticos buscaron el conocimiento de pueblos lejanos, tanto en Oriente como en Occidente.
Las fuerzas de la naturaleza se convierten en valor supremo, abandonando la imitación por la libre efusión del sentimiento. La poesía es “la voz del alma”, y la poesía popular adquiere nuevo valor. Tras el fracaso napoleónico, el hombre ilustrado, con dudas sobre sus valores, se vuelve romántico, rebelde, descontento y en contradicción consigo mismo. Frente al optimismo ilustrado, el Romanticismo presenta un idealismo pesimista, consciente de la derrota en la vida social moderna. En las obras románticas, la fatalidad o la maldad vencen a la justicia y la moral.
El romántico desea bienes terrenales y amor, pero al no conseguirlos, se aleja glorificando la derrota. Marginalidad, suicidio y blasfemia son salidas habituales. Renegando de Dios y las leyes, proclama la injusticia del mundo. Surge un cierto satanismo, con héroes como Lucifer, Caín o Judas. Política y socialmente, el Romanticismo se identifica con el liberalismo burgués frente al absolutismo. La literatura difunde las nuevas ideas.
El Romanticismo en España
Su implantación en España se sitúa en 1814, con Böhl de Faber difundiendo ideas de Schlegel. La producción literaria representativa se da entre 1834 y 1844. Se distinguen tres generaciones de románticos españoles:
- Primera (1785-1799): Iniciaron como neoclásicos y evolucionaron al Romanticismo en el exilio (Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Duque de Rivas, Estébanez Calderón).
- Segunda (1800-1815): Educación neoclásica, vivieron la alternativa entre liberalismo y represión, dando al Romanticismo su carácter exaltado (Espronceda, Larra, Escosura, Ayguals de Izco, García Gutiérrez, Mesonero Romanos, López Soler, Hartzsenbusch, Avellaneda, Gil y Carrasco).
- Tercera (1816-1825): Educación romántica, vivieron el declive del movimiento (Zorrilla, Navarro Villoslada, Fernández y González, Coronado).
Características del Romanticismo Español
Temas Románticos
El amor, sentimental o pasional, es el tema fundamental. El amor sentimental es melancólico, un sueño irrealizable, con la amada inalcanzable y la naturaleza como confidente, manifestándose en poesía. El amor pasional, frecuente en teatro, novela y poesía, surge violenta e inesperadamente, rompiendo convenciones sociales y morales. Es un amor desgraciado, trágico e imposible, resultando en infelicidad, muerte o desengaño.
La muerte es otro tema importante. La vida, sombría y llena de dolor, lleva al desprecio por perderla, justificando el suicidio como liberación, ya sea en la acción heroica, en un dejarse morir o por suicidio. El pesimismo (“mal del siglo”) reina en la visión romántica del mundo, con la felicidad y justicia terrenas inalcanzables (Larra y Espronceda). El satanismo es poco frecuente (El Diablo Mundo de Espronceda). La religiosidad es superficial y folklórica, recreando milagros y leyendas (Zorrilla). La novela, teatro y poesía narrativa buscan motivos en la historia nacional, especialmente en la Edad Media, buscando lecciones o proyectando problemas presentes.
El Romanticismo, unido al liberalismo, produce literatura comprometida. La libertad, bandera romántica, se reclama para todas las actividades. Se exalta a marginales (bandolero, mendigo, pirata) como protesta y denuncia social.
Rasgos Formales
El Romanticismo se preocupa por el entorno, natural o urbano, describiendo detalladamente los lugares. La naturaleza cobra relevancia, relacionándose con los sentimientos humanos (tempestad con el espíritu atormentado, paisaje otoñal con melancolía). Mar, selva, lagos, noche lunar, tumbas con cipreses o sauces llorones son escenarios habituales, junto a ciudades históricas, catedrales góticas, ruinas de castillos y monasterios.
El gusto por el misterio y lo fantástico, asociado a leyendas medievales, puebla las obras con voces, presentimientos, sueños y visiones de una realidad extranatural. Los sueños se asocian con deseos de felicidad (“sueños de amor”, “sueños de gloria”). La pesadilla se asocia con visiones terroríficas (infierno), expresadas con “fantasma” o “espectro”.
Los personajes carecen de matices psicológicos. La mujer es ángel inocente o ser malvado. Los hombres son galanes, traidores o caballeros.
LA POESÍA ROMÁNTICA EN ESPAÑA
El poeta romántico exhibe sus sentimientos. El amor, con pasión, goce, hastío, melancolía y desesperación, es tema principal. Se busca el significado de la vida, mostrando rebeldía ante Dios, compasión por el Diablo y angustia existencial. Hay poesía de reivindicación social, cantando tipos marginales (verdugo, mendigo, reo) como modelos de libertad, o exaltando la lucha contra la tiranía. Se da poesía descriptiva de la naturaleza y poesía narrativa (histórica - Duque de Rivas, legendaria - Zorrilla, compleja - El estudiante de Salamanca de Espronceda).
Este universo poético conlleva nuevas formas expresivas. La libertad de expresión se refleja en la libertad métrica (polimetría). Se combinan estrofas, se crean escalas métricas (El estudiante de Salamanca). El soneto se abandona por la silva (cantos patrióticos y filosóficos) y la octava real (Espronceda). El romance heroico es resucitado por el Duque de Rivas. Se usan octosílabos, endecasílabos agudos, hexámetros y alejandrinos.
LA RENOVACIÓN DE LA LÍRICA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
Introducción
Campoamor renueva temas y estilos a mediados del siglo XIX. Hacia 1860 surge una nueva sensibilidad poética, culminando en Bécquer. Para los realistas, todo es tema poético (filosofía, ciencia, amor, angustia). El estilo y tono cambian, con ironía y sátira, forma condensada y sentenciosa. Campoamor, exponente del Realismo, escribe poesía breve, conceptual y humorística.
La poesía moderna inicia con Bécquer, con fusión de fondo y forma, expresando la sensibilidad moderna con concisión. Rosalía de Castro, en En las orillas del Sar, medita sobre la condición humana. Bécquer y Rosalía de Castro tienden a la rima asonante, alejándose de la musicalidad romántica.
LA PROSA ROMÁNTICA
El Costumbrismo
El costumbrismo se caracteriza por la brevedad (origen periodístico) y la descripción de personajes, conductas y ambientes contemporáneos. Cultivado por románticos (Larra, Mesonero Romanos, Estébanez Calderón) y realistas (Alarcón, Pereda, Valera, Pardo Bazán, Galdós). Se describen modos y actitudes estáticamente, con un hilo argumental débil y personajes representativos. Se muestra nostalgia por lo desaparecido, con intención moralizante o didáctica, encabezando con sentencias o refranes. Culmina con la construcción del “Tipo”, personaje representativo con rasgos estereotipados.
El Cuento Romántico y las Leyendas de Bécquer
El cuento adquiere dimensión literaria en el Romanticismo. Asociado a la prensa, refleja vicisitudes políticas. En periodos de censura, se usa para expresar ideas o como evasión. Hay tres tipos: ficción fantástica/maravillosa, histórico y de costumbres. El fantástico, el más frecuente, usa el misterio y el terror. El maravilloso acepta lo sobrenatural con normalidad. Abundan los cuentos históricos medievales y las “novelas de costumbres”.
Las Leyendas de Bécquer culminan una tendencia e inician una nueva narrativa. La tensión entre realidad natural y sobrenatural es constante. Bécquer crea una prosa lírica con ritmos, metáforas e imágenes sensoriales.