El Sexenio Democrático en España: Revolución, Reformas y República (1868-1874)
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El Sexenio Democrático (1868-1874)
1. Introducción
En 1868 tuvo lugar una revolución conocida como La Gloriosa, que inició una etapa de libertades que se plasmaría en la Constitución de 1869 y en la Primera República. Asimismo, se intentó una modernización económica basada en el librecambismo. Sin embargo, las reformas introducidas provocaron un fuerte rechazo en las fuerzas conservadoras y no llegaron a satisfacer las aspiraciones populares. Todo ello derivó en una fuerte conflictividad social que acabaría frustrando la experiencia republicana.
2. La Revolución Gloriosa
2.1. Causas de la Revolución Gloriosa
A partir de 1860, la crisis económica y la crisis política se aunaron para poner fin a la etapa de prosperidad económica y provocar una inestable situación política.
- Crisis económica: Está determinada por diferentes factores:
- Crisis financiera provocada por la crisis del sector ferroviario: Después de la promulgación de la ley de ferrocarriles de 1855 que incentivaba la construcción de líneas férreas se realizan grandes inversiones en las mismas, pero resultaron no ser rentables. El escaso volumen de tráfico puso al descubierto que los ferrocarriles producían unos rendimientos muy escasos. En consecuencia, el valor de las acciones ferroviarias cayó estrepitosamente y además terminó hundiendo a las entidades que habían estado financiando la construcción de esas vías férreas.
- Crisis industrial: La Guerra de Secesión norteamericana (1861-1865) tuvo nefastas consecuencias sobre el sector textil catalán. El precio del algodón en rama aumenta ya que disminuye la producción de algodón en Estados Unidos. Muchas pequeñas industrias textiles no pudieron afrontar el alza de precios. Algunas industrias quebraron, el paro aumentó y el nivel de vida de las clases trabajadoras descendió aún más.
- Crisis de subsistencia: Provocada por una sucesión de malas cosechas, derivó en una escasez de trigo y un aumento de su precio. Los sectores más populares fueron los que sufrieron con más virulencia las consecuencias de la crisis. El hambre y la desesperación se extendieron entre la población a la vez que crecía la tensión y la conflictividad social.
- Crisis política: Está determinada por diversos factores:
- Hegemonía en el poder de los moderados: El gobierno había sido monopolizado por los moderados prácticamente desde el inicio del reinado de Isabel II propiamente dicho (1843). Su forma de gobernar se radicalizaba con el tiempo, de modo que no se atendían las peticiones de la población y ante cualquier señal de protesta se cerraban las Cortes, se gobernaba por decreto o se reprimía duramente por las autoridades. Destaca en este sentido la represión de la protesta estudiantil de Madrid de abril de 1865, conocida como los sucesos de la Noche de San Daniel, y la del motín de los oficiales del cuartel de San Gil de junio de 1866, que terminó con el fusilamiento de todos los oficiales que habían participado en la rebelión.
- Desprestigio de la monarquía: En los comienzos de su reinado, la reina era considerada como un símbolo de liberalismo frente al absolutismo y gozaba del cariño del pueblo. Pero pronto se rodeó de una camarilla muy conservadora y ultracatólica encabezada por sus confesores y por Sor Patrocinio, que no era del agrado de la población y que influían en la toma de decisiones de Isabel. También contribuyen al desprestigio de la reina los escándalos de corrupción en la corte y su vida amorosa extramatrimonial.
- Organización de la oposición: En 1866 el Partido Progresista, dirigido por el general Prim, y el Partido Demócrata, firmaron un acuerdo conocido como el Pacto de Ostende (Bélgica), al que también se unieron los republicanos. Se planteaban como objetivos inmediatos destronar a los Borbones y convocar unas Cortes constituyentes mediante sufragio universal. A finales de 1866, después de la muerte de O’Donnell, leal a la reina, se sumaron al pacto los unionistas. La muerte de Narváez en 1867 terminó de dejar definitivamente sola y aislada a la reina y a los moderados.
2.2. Estallido y triunfo revolucionario
La revolución se inicia el 17 de septiembre de 1868 con el pronunciamiento de la fragata Zaragoza que se encontraba anclada en Cádiz al mando del brigadier Juan B. Topete con el apoyo de los generales Prim y Serrano. Los sublevados firmaron un manifiesto conjunto titulado España con honra, que fue difundido a partir del 19 de septiembre. En él se exhortaba a todos los españoles a acudir a las armas en defensa de la justicia, negando la obediencia al gobierno de Madrid y reclamando un sistema representativo plural asentado en el sufragio universal y el respeto a una constitución. La sublevación se extendió de forma inmediata por toda la Península. Isabel II trató de hacer frente a los sublevados enviando contra ellos un ejército leal a la corona que fue derrotado por el general Serrano en Alcolea (28 de septiembre, Córdoba). Ante el imparable avance de los revolucionarios el gobierno dimite e Isabel II se vio forzada a huir de España.
Para el triunfo de la revolución fue muy importante el apoyo prestado a los sublevados por los sectores populares. En muchas ciudades españolas (Málaga, Almería, Sevilla, Córdoba, Cartagena, Valencia, El Ferrol, Madrid, Barcelona…) se constituyeron juntas revolucionarias que reclamaban libertad, la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión de las quintas, el sufragio universal, la abolición de los consumos, la convocatoria a Cortes Constituyentes, el reparto de la propiedad e incluso la proclamación de la República. Todas ellas eran aspiraciones populares ampliamente difundidas y compartidas por republicanos, demócratas y sectores del progresismo. Sin embargo, ni Prim ni Serrano, los principales dirigentes de la revolución, estaban de acuerdo con la mayoría de ellas.
3. El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869
Tras los sucesos revolucionarios, y con el acuerdo de la Junta de Madrid, se forma un gobierno provisional encabezado por Prim, con cinco progresistas y cuatro unionistas, y Serrano como regente del reino.
El gobierno provisional puso en marcha un programa político reformista con el objetivo fundamental de poner orden en el país tras la revolución, acallar a las clases populares y evitar que demócratas y republicanos tomasen la iniciativa política, además de intentar modernizar el país. En el plano económico cabe destacar la adopción de un nuevo sistema monetario basado en la peseta. En el plano político y social destaca el establecimiento de la libertad de imprenta, el derecho de asociación y el sufragio universal.
Para legitimar la nueva situación política se convocaron unas elecciones a Cortes Constituyentes mediante sufragio universal masculino (mayores de 25 años, 4 millones de españoles con derecho a voto) para enero de 1869. Los resultados dieron el poder a una coalición formada por progresistas, unionistas y parte de los demócratas. Otros partidos políticos, como los carlistas, los republicanos y los moderados tuvieron una representación minoritaria.
Estas Cortes procedieron a la elaboración de una nueva constitución, la de 1869, de carácter liberal-demócrata, perfilándose como una de las más avanzadas para su época. Establece soberanía nacional y como sistema político para España la monarquía parlamentaria, con una estricta separación de los poderes: el legislativo, que correspondería exclusivamente a las cámaras (Congreso y Senado); el ejecutivo, en manos del rey, aunque con un poder limitado, ya que lo ejercería a través de los ministros; y el judicial, competencia exclusiva de los jueces. Incluye una amplísima declaración de derechos y deberes individuales: libertad de prensa, de residencia, de enseñanza, de culto. Además, se garantiza la inviolabilidad del correo.
4. La Monarquía de Amadeo I de Saboya (1870-1873)
La Constitución de 1869 establecía como sistema de gobierno la Monarquía Parlamentaria. Sin embargo, en España no había monarca que ocupara el trono. Para solucionar esta situación se le encargó al general Prim la tarea de encontrar un rey que ocupara la vacante, pero debía de tratarse de alguien que respaldara los proyectos modernizadores del gobierno. Mientras, el general Serrano seguiría actuando como regente y Prim como jefe del gobierno.
La lista de aspirantes al trono fue muy amplia. En ella destacan personalidades como los generales Espartero y Prim, Leopold von Hohenzollern, el duque de Montpensier (Antonio de Orleans), Alfonso de Borbón (el hijo de Isabel II) y Amadeo de Saboya, duque de Aosta (hijo del rey de Italia Víctor Manuel II). Ésta última fue la candidatura que logró imponerse finalmente, gracias al decidido apoyo de Prim y los demócratas. Amadeo, de 26 años de edad, era un hombre con una concepción democrática de la monarquía y pertenecía a la prestigiosa dinastía que había culminado la unificación de Italia. Fue elegido por las Cortes en diciembre de 1870 con 191 votos a favor de los 311 diputados presentes. A pesar de la mayoría de votos a favor, esto reflejaba un apoyo muy reducido.
Días antes de que Amadeo de Saboya llegase a España (30 de diciembre de 1870) para tomar posesión de su cargo, el general Prim, su principal valedor, fue asesinado. Perdía de este modo su principal apoyo y conexión con la realidad política española.
Serrano presidió el primer gobierno de la monarquía en el que participaron unionistas, progresistas y demócratas.
El nuevo rey tuvo que hacer frente a una fuerte oposición:
- Republicanos y gran parte de los sectores populares, reticentes al sistema monárquico.
- Carlistas agrupados en torno al pretendiente al trono Carlos VII.
- Conservadores: Cánovas del Castillo, líder de los moderados, comenzó a formar un partido para defender los derechos sucesorios del hijo de Isabel II, Alfonso. Cánovas presentó a la monarquía borbónica como única garantía de estabilidad y orden frente a los desequilibrios y cambios generados como consecuencia de la instauración de un sistema democrático. La causa Alfonsina contó con el apoyo de la Iglesia que quedaba dañada por la Constitución de 1869 y que expresó su hostilidad a un Saboya, dinastía que había acabado con los Estados Pontificios. También contó con el apoyo de las élites burguesas cuyos intereses se estaban viendo seriamente dañados como consecuencia de la inestabilidad política que alejaba a muchos inversores del país y por muchas de las leyes que se estaban aprobando en el contexto democrático, como la abolición de la esclavitud y la regulación del trabajo infantil, que provocaban una disminución de sus ganancias.
Amadeo I, además de a la fuerte oposición, tuvo que enfrentarse a numerosos problemas.
- La III Guerra Carlista: En abril de 1872, los carlistas iniciaron una nueva guerra para encumbrar a su pretendiente Carlos VII en el poder. Llegaron a controlar un importante territorio en el País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña, llegando a formar un Estado con capital en Estella. La guerra se prolongó hasta 1876.
- Se había iniciado en Cuba la llamada Guerra de los Diez Años o Guerra Grande (1868-1878), dirigida por una élite criolla que reclamaba el sufragio universal, la liberación gradual de los esclavos y la independencia de Cuba. El gobierno de España intentó abolir la esclavitud y prometió emprender reformas políticas en la isla, aunque tuvo que hacer frente para ello a la oposición de los sectores con intereses económicos en Cuba.
- Las clases obreras, influidas por los ideales del movimiento obrero y de la Internacional, respaldaron insurrecciones en las que reclamaban un sistema republicano federal.
- Los problemas internos en su propio equipo de gobierno: Los progresistas acabaron fragmentándose en dos bloques: el Partido Constitucional dirigido por Sagasta (progresistas conservadores y unionistas) y el Partido Radical, dirigido por Ruiz Zorrilla (progresistas de izquierda y demócratas). La lucha entre ambos provocó una gran inestabilidad con la rápida sucesión de gobiernos que hizo que no se pudiera dar respuesta a los problemas del país ni controlar la oposición.
Al monarca, le resultaba muy difícil su posición en España, por lo que el 11 de febrero de 1873, Amadeo I, falto de todo apoyo, presentó su renuncia al trono.
5. La Llegada de la Primera República Española (1873-1874)
Ante la renuncia de Amadeo I, las Cortes, en una situación de emergencia, debían encontrar una solución que evitase un vacío de poder. El representante del Partido Demócrata Republicano (que se había escindido del Partido Demócrata hacia 1868), Francisco Pi y Margall propuso la proclamación de la República. El proyecto consiguió el voto favorable de la mayoría de la cámara (258 contra 32). Así, el 11 de febrero de 1873 fue proclamada en las Cortes la República Española. Inmediatamente después de la aprobación de la República, el Ministerio de Gobernación envió una circular a todos los gobernadores de provincias informando del nuevo orden político. Pronto se establecieron algunos de sus principales símbolos y su bandera. Fue designado presidente Estanislao Figueras (11 de febrero a 11 de junio de 1873), y como jefe de gobierno, Pi y Margall.
La República fue acogida con gran entusiasmo por las masas populares, pues se creía que ésta solucionaría los graves problemas que acosaban a España y a los españoles y de una manera rápida. Así, inmediatamente después de que las Cortes proclamaran oficialmente el establecimiento de la república, se dieron manifestaciones, se ocuparon ayuntamientos y se constituyeron juntas revolucionarias por todo el país que reivindicaban cambios como la abolición de los quintos o los consumos. El gobierno republicano procedió de inmediato a poner orden, pero Figueras, al sentirse incapaz de solucionar los problemas de España, dimite y se va del país.
Le sustituye en el cargo Pi y Margall (11 de junio-18 de julio) cuyo principal cometido sería redactar una nueva Constitución, la de 1873. Las Cortes Constituyentes se abrieron en julio estableciendo como primer artículo para el nuevo texto constitucional que España sería una República federal. Era el cambio más radical que ofrecía el nuevo gobierno. Establece que la nación española se componía de 17 estados, entre ellos Cuba y Puerto Rico. Cada uno de los estados regionales tendría su propia constitución y tendría amplia autonomía económico-administrativa y política. Además, la Constitución establecía soberanía popular con sufragio universal masculino y unas Cortes bicamerales con un Congreso y un Senado, este último como cámara de representación territorial y sin iniciativa legislativa. Declaraba la libertad de culto y la separación de Iglesia y Estado, y prohibía la subvención a cualquier religión. Sin embargo, la Constitución no llegó a aprobarse.
El Estado Republicano tuvo que seguir haciendo frente a los numerosos problemas existentes en España. La guerra carlista y la guerra de Cuba, que habían comenzado en el periodo anterior, continuaban y se intensificaban. Pero el conflicto más grave al que tuvo que enfrentarse la I República fue la sublevación cantonal.
En numerosas ciudades se dan revoluciones que desembocaron en el establecimiento de cantones independientes. Entre los principales cantones surgidos destacan: Cartagena, Sevilla, Cádiz, Torrevieja, Almansa, Granada, Castellón, Málaga, Salamanca, Valencia, Bailén, Andújar, Tarifa, Algeciras y Alicante. Cada cantón se dota de su propia estructura de poder y emprendió sus propias reformas sociales. Este movimiento respondió a la decepción por el limitado alcance social de las reformas emprendidas por la república.
Pi y Margall se opone a sofocar la revuelta por las armas y dimite. Accedió entonces a la presidencia Salmerón (18 de julio-7 de septiembre) el cual, después de planificar una enérgica reacción militar contra los cantones en la que destacaron nombres como Pavía o Martínez Campos, se vio moralmente obligado a dimitir debido a los problemas de conciencia que le generaron la firma de penas de muerte contra los principales líderes cantonalistas.
Tras Salmerón fue nombrado presidente del gobierno Castelar (7 de septiembre de 1873-3 de enero de 1874), representante de los sectores más conservadores del republicanismo. Éste no tenía suficientes apoyos en las Cortes, por lo que, ante el miedo de ser destituido por ellas, decidió suspender las sesiones parlamentarias y comenzó a gobernar de un modo autoritario, otorgando grandes atribuciones al ejército para que garantizara el mantenimiento del orden público. Se elimina la estructura federal del Estado (República unitaria) y se restablece el orden, por lo que se da la reapertura de las Cortes el 2 de enero de 1874. Castelar será derrocado en las mismas tras una votación para reafirmarlo en el cargo por 120 votos contra 100.
Las Cortes trataron de establecer un gobierno de centro-izquierda para restaurar el federalismo. Para evitar esto el general Pavía dio un golpe de estado, invadiendo el Congreso de los diputados con la guardia civil el 3 de enero de 1874. Una coalición de progresistas y unionistas se hizo con el poder y convirtió al general Serrano en nuevo presidente de la República, que en la práctica se convierte en una dictadura militar. Se disuelven las Cortes, se suspenden las garantías constitucionales, se aplica la censura a la prensa, se ilegalizó a los federales, se disolvió la Internacional y se suspendieron ayuntamientos y diputaciones.
Enfrentado a los republicanos, Serrano intentó buscar apoyo entre los conservadores, pero éstos, en su mayoría monárquicos, habían optado por el retorno de los Borbones.
El principal defensor de la causa Alfonsina, Cánovas del Castillo había hecho llegar a Alfonso, que se encontraba en Inglaterra, un documento que él mismo redacta, el Manifiesto de Sandhurst y que el príncipe firma el 1 de diciembre de 1874. A través de este manifiesto, el futuro Alfonso XII, defendía una monarquía dialogante, constitucional y católica, garantizadora del orden social, al tiempo que expresaba su voluntad de aceptar buena parte de las transformaciones producidas durante el Sexenio Democrático y respetar el sistema político liberal.
A finales del mes de diciembre de 1874, los generales Martínez Campos y Jovellar se pronunciaron en Sagunto a favor de la Monarquía borbónica. El gobierno no opuso resistencia y dimitió. Cánovas formó entonces un gabinete de regencia y comunicó a Alfonso su proclamación como rey de España. Se abría un nuevo y extenso período al que la historiografía ha denominado La Restauración.