San Agustín de Hipona: Filosofía, Ética y la Búsqueda de la Verdad
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San Agustín de Hipona: Vida, Pensamiento y Legado Filosófico
Agustín de Hipona, figura cumbre de la filosofía y teología cristiana, nació de padre pagano y madre cristiana. Durante su juventud en Madaura, el ambiente pagano lo apartó de la fe cristiana. En esta etapa, Agustín tomó contacto con los maniqueos, una secta dualista, pero pronto se decepcionó de sus doctrinas. Esa fase de su vida se caracterizó por un profundo escepticismo que lo llevó a dudar de todo.
Un impacto decisivo en su trayectoria intelectual fue el contacto con obras neoplatónicas, que le abrieron nuevas perspectivas filosóficas. Experimentó un anhelo de purificar sus costumbres, pero continuó esclavo del placer. Finalmente, la lectura de las epístolas de San Pablo y la afirmación de que el ser humano no puede librarse del pecado sin la gracia de Dios, lo impulsaron a convertirse al cristianismo. Algunas de sus obras más importantes, fundamentales para la filosofía occidental, son:
- Contra académicos
- Sobre la vida feliz
- Soliloquios
- Confesiones
- La Ciudad de Dios
La Visión Agustiniana del Ser Humano
Dualidad Alma-Cuerpo
La visión filosófica que Agustín posee del ser humano la toma de Platón a través de Plotino; por ello, concibe al ser humano como un alma que se sirve de un cuerpo. Para Agustín, el auténtico yo humano es el alma; el cuerpo es una envoltura, una cárcel. Y aunque, como cristiano, sabía que el hombre es cuerpo y alma, persistía en él un cierto desprecio del cuerpo, influenciado por las corrientes platónicas.
Grados de Realidad y la Preeminencia del Alma
Agustín piensa que existen dos grados de realidad distintos: la realidad inmutable y la mutable, representadas por Dios y lo creado, respectivamente. En Dios no hay cambio, pero sí en el mundo de las realidades creadas, que cambian porque no poseen la plenitud del ser.
Dentro de las realidades mutables, distingue dos tipos: aquellas que cambian en el espacio y en el tiempo (el cuerpo), y aquellas que solo lo hacen en el tiempo (el alma). El alma humana, creada por Dios, es una realidad intermedia entre lo inmutable y lo mutable, y de ahí su preeminencia con respecto al cuerpo.
Facultades del Alma y la Imagen de la Trinidad
El modo de ser de cada individuo tiene su origen en el alma, la cual posee tres facultades que son imagen de la Trinidad: memoria, entendimiento y voluntad.
La Naturaleza Humana: Bondad Original y Pecado
El nacimiento de cada ser humano es original e irrepetible, y todo ser humano es bueno por su origen, creado a imagen y semejanza de Dios, aunque sea defectuoso por su naturaleza caída. La naturaleza humana es corrompida por el pecado original, y el ser humano se encuentra inclinado al mal. El ser humano se halla en una lucha constante entre la búsqueda de Dios y la caída en la culpa por el desdén de lo divino.
La Búsqueda de la Verdad y el Conocimiento
Verdad, Felicidad y Sabiduría
San Agustín sostiene que el conocimiento de la Verdad debe buscarse porque conduce a la felicidad, a la beatitud. El ser humano siente su insuficiencia y se lanza hacia un objeto más grande que él mismo. Solamente el sabio puede ser feliz, y la sabiduría requiere el conocimiento de la Verdad. Solo es feliz aquel que posee la Verdad que busca.
Certeza y Verdades Eternas
Agustín cree que el ser humano puede obtener certeza de algunas cosas a pesar de su mente finita y limitada. Somos capaces de conocer verdades eternas, inmutables. El conocimiento de estas verdades eternas podría conducir al alma al conocimiento de Dios mismo.
El Conocimiento Sensible y la Certeza de la Existencia
Incluso el conocimiento sensible, que según Platón conduce a engaño, Agustín lo refuta, argumentando que solo podemos afirmar la certeza de la apariencia de las cosas: por ejemplo, "me parece que el remo se tuerce al introducirse en el agua". Sin embargo, estamos ciertos de las verdades matemáticas; cuando alguien dice que 7+3=10, tiene certeza.
¿Y la certeza de los objetos reales? Agustín piensa que el ser humano está al menos cierto de su propia existencia. Aun suponiendo que dude de la existencia de objetos o de Dios, el hecho mismo de su duda demuestra que él existe, porque no podría dudar si no existiera. Tampoco se puede argumentar que uno podría engañarse al decir que existe, lo cual es absurdo, puesto que para engañarse, uno debería existir previamente. Esta es una precursora de la famosa máxima cartesiana "Cogito, ergo sum".