San Agustín de Hipona: La Ciudad de Dios y su Legado Filosófico
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San Agustín de Hipona: Su Obra y Pensamiento
La Ciudad de Dios
La Ciudad de Dios (413-426) es la obra principal de Agustín de Hipona. Escrita tras el saqueo de Roma por el ejército godo de Alarico, aborda la cuestión de si la caída de Roma fue causada por la aceptación del cristianismo.
Agustín responde a esta opinión en los primeros cinco de los veintidós libros de la obra, argumentando que Roma cayó debido a su egoísmo e inmoralidad. En los siguientes cinco libros, analiza la insuficiencia de la filosofía antigua. Los últimos doce libros contrastan la ciudad del mundo con la ciudad de Dios, encarnada en la Iglesia de Cristo.
La Ciudad de Dios es considerada la primera obra de filosofía de la historia, escrita para comprender la decadencia del Imperio Romano de Occidente. Para Agustín, el evento crucial no es la caída del Imperio, sino la encarnación del Verbo, que posibilita la salvación humana.
El "agustinismo político" se basa en la visión agustiniana del predominio de la ciudad celeste sobre la terrenal, y de la Iglesia sobre el Estado.
Otras Obras Importantes
- Las Confesiones: Narración autobiográfica de su vida.
- Retractaciones: Revisión crítica de sus propias obras.
- Los Diálogos: Abordan temas como la inmortalidad, la grandeza del alma y la existencia de Dios.
- Contra Academicos
- Disciplinarum libri
- La Trinidad
Biografía y Pensamiento
Agustín, obispo de Hipona y santo de la Iglesia Católica, nació en el 354 en Tagaste (Numidia). Su padre, Patricio, era pagano, y su madre, Mónica, era muy religiosa. Inicialmente, Agustín percibía el cristianismo como una doctrina para personas poco instruidas.
Estudió en Madaura y luego en Cartago, donde se convirtió en profesor de retórica y se unió a la secta maniquea, que proponía un acercamiento a la salvación a través de la razón.
Fe y Razón
Para Agustín, no debe haber diferencia entre razón (filosofía) y fe (religión). La razón precede a la fe, la acompaña y la sigue para explicar racionalmente las verdades de la revelación. Sin embargo, se debe partir de la fe para entender, ya que no puede existir una razón autónoma.
El conocimiento verdadero requiere la participación de Dios, ya que conocer es un proceso de interiorización y trascendencia hacia Dios. Conocer es relacionarse con una verdad inteligible, y esto es relacionarse con Dios. A esto, Agustín lo llama Iluminación.
El Alma y Dios
Agustín se centra en el alma y Dios, afirmando que en el alma hay una imagen de Dios. Esta imagen se manifiesta en tres dimensiones:
- El Ser: Retenemos el pasado en el recuerdo, aguardamos el futuro en las expectativas e intuimos el presente. Representa al Padre.
- El Conocer: La verdad implica la tensión entre nuestra mente finita y la razón absoluta de Dios, posible por la iluminación divina. Representa al Hijo.
- El Amor: Deseo y aspiración a la felicidad, un proceso de caridad. Representa al Espíritu Santo.
El Mal y la Libertad
Todo ser es bueno, ya que procede de Dios. El mal es una privación del ser (un no-ser). El único mal existente es el mal moral, que proviene de la libertad humana y del alejamiento de Dios por parte del hombre, que tiende hacia lo material. En situación de pecado, el hombre no puede hacer el bien ni salvarse a sí mismo, sino que necesita de la gracia de Dios que convierte el libre albedrío en verdadera libertad. El fundamento de esto es la predestinación: Dios ya conoce a sus elegidos.