San Agustín: Filosofía Política, Estado y Creación Divina

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La Filosofía Política y Teológica de San Agustín

En su obra cumbre, La Ciudad de Dios, influida por el declinar del Imperio Romano, San Agustín de Hipona postula que las organizaciones humanas pueden ordenarse según dos principios fundamentales en conflicto. Estos principios dan origen a dos realidades contrapuestas:

La Ciudad de Dios y la Ciudad del Mundo

  • La Ciudad de Dios: Se rige por el principio del amor a Dios. En ella, los individuos buscan a Dios y acatan sus leyes divinas. El ejemplo bíblico paradigmático es la ciudad de Jerusalén.
  • La Ciudad del Mundo: Se rige por el principio del amor a uno mismo. En esta, los hombres se alejan de Dios y siguen sus propias leyes terrenales. El ejemplo bíblico es Babilonia.

La historia de la humanidad es, para San Agustín, una lucha constante entre estas dos ciudades. En este contexto, propone una fórmula teocrática en la que el Estado terrenal debe quedar subordinado al poder sobrenatural de la Iglesia. Un ejemplo histórico de esta concepción podría ser El Escorial de Felipe II.

El Derecho y el Estado Terrenal

San Agustín sostiene que el verdadero derecho es aquel que da a Dios lo que realmente le corresponde. Por esta razón, el derecho romano, a pesar del reconocimiento del cristianismo como religión oficial del Imperio, no es considerado por él como verdadero derecho. En un conocido pasaje de La Ciudad de Dios, compara el Imperio Romano con un gigantesco latrocinio.

Sin embargo, San Agustín insiste en que las leyes terrenales deben ser obedecidas. Subraya, además, lo que le parece más injusto dentro de estas leyes: la propiedad privada, un ideal de justicia que él no compartía, y la esclavitud. Agustín se alinea con la doctrina tradicional de la Iglesia de «aguantar hasta que pase este tiempo de iniquidad». Aunque no se acepta la esclavitud como ideal, se exhorta al esclavo a obedecer a su amo y al amo a tratar bien a su esclavo, todo ello «mientras dure este tiempo».

¿Por qué deben ser obedecidas estas leyes si no provienen del verdadero derecho? Porque son un «embrión de justicia». El Estado, aunque imprescindible por desgracia dada la inclinación al mal de nuestra naturaleza, es útil porque proporciona tranquilidad, orden público y seguridad.

El Destino Final de las Ciudades

Al final de los tiempos, ambas ciudades se separarán definitivamente: la de «los que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios» y la de «los que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos». Mientras tanto, diría San Agustín, debemos vivir en este imperio y con estas leyes, aunque sabemos que el imperio no es la verdadera patria y las leyes no son el verdadero derecho.

Solo un Estado cristiano puede aspirar a la justicia, puesto que San Agustín entiende que al final de la historia vencerá la Ciudad de Dios y serán premiados los ciudadanos que libremente hayan elegido defenderla, al tiempo que serán castigados el resto de los ciudadanos.

La Creación Divina: Creatio ex Nihilo vs. Emanación

San Agustín, sin embargo, no puede aceptar la teoría de la emanación. Para él, Dios creó todo a partir de la Nada. Esta es la célebre doctrina de la creatio ex nihilo, una idea absolutamente extraña para la filosofía grecorromana.

La creación fue, por supuesto, un acto libre y amoroso de Dios; en ningún momento se vio obligado de manera alguna. Es un acto de amor: dar el ser. No es emanación: la materia no «brota» de Dios, ni tampoco las almas. No «brotan» ni «emanan» de Dios: son creadas a partir de la Nada.

El cristianismo no acepta la «emanación» para explicar ni el origen del alma ni el origen de la materia. La teoría de la emanación sugiere que estamos hechos de la misma «naturaleza» que Dios, del mismo «tejido» que lo forma. Y esto el cristianismo no lo acepta. No hay una continuidad entre nosotros y Dios; existe un abismo. Somos completamente diferentes a Dios. Además, la teoría de la emanación parece implicar que no hubo verdadera libertad por parte de Dios.

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