San Agustín: Fe, Razón y la Naturaleza Divina en La Ciudad de Dios

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San Agustín: La Ciudad de Dios

El texto a comentar pertenece al capítulo XXVI del libro XI de "La Ciudad de Dios", escrito por San Agustín. En él se destaca una relación entre el conocimiento racional (adquirido por la razón) y la fe, dedicados ambos a la búsqueda de la verdad.

La Relación entre Fe y Razón

San Agustín distingue entre fe y razón como fuentes de conocimiento distintas. No establece límites entre ellas, ya que el fin de ambas es la verdad cristiana.

No podemos prescindir de ninguna de las dos, pero tampoco puede haber dos verdades. Por ello, San Agustín establece una relación de reciprocidad: la fe, complementada por la razón, conducen al hombre al conocimiento de Dios y a la felicidad. Para ello, articula tres posiciones:

  • La razón se ayuda de la fe, ya que el hombre es insuficiente racionalmente.
  • La fe ilumina a la razón para que esta alcance la verdad que proviene de Dios.
  • La razón aporta conocimiento, la fe aporta revelación, y entre ambas alcanzan a Dios.

Sin embargo, el encuentro entre la doctrina cristiana y filosófica da lugar a un problema: el problema entre fe y razón, que tiene las siguientes posiciones:

  • La fe es suficiente para el cristiano, no necesita la razón.
  • Fe y razón se complementan.
  • Fe y razón son territorios distintos.

La Imagen de Dios y la Trinidad

San Agustín afirma: "También nosotros reconocemos una imagen de Dios en nosotros", es decir, en nosotros hallamos una imagen de Dios, de la Trinidad. El misterio de la Trinidad es un dogma católico que procede de la Iglesia, exponiéndonos que solo hay un Dios, aunque este esté constituido por tres personas al mismo tiempo: Padre, en cuanto es o existe; Hijo, en cuanto se conoce; y Espíritu Santo, en cuanto ama a su ser y a su conocer. La Trinidad está más allá de toda razón, y para alcanzar la felicidad se debe encontrar la huella de Dios en nosotros.

La Naturaleza de Dios y el Hombre

La imagen de Dios en nosotros es un dato de fe. Para el filósofo, Dios es el único ser eterno, es perfecto y de Él no puede proceder el mal. Este viene de lo imperfecto, lo creamos nosotros al alejarnos de Dios. Todas las cosas creadas, incluido el hombre, son contingentes, mientras que Dios es necesario, y lo necesario es lo válido para todos los individuos. Esta contingencia lógica quiere decir que, aunque estemos hechos a imagen y semejanza de Dios, no somos como Él. Estamos un escalón por debajo de Dios; la distancia que nos separa es infinita. Y las cosas están un escalón por debajo del hombre: "no es igual, más aún, muy distante..." de la misma sustancia. Los atributos de Dios son la perfección, inmaterialidad e inmutabilidad, mientras que el hombre es todo lo contrario: mortalidad... Los hombres no estamos hechos de la misma sustancia, ya que si fuera así, seríamos Dios.

San Agustín sigue a Platón en cuanto al siguiente concepto: la inmutabilidad es el principal atributo de Dios (Dios no cambia, es eterno).

Creación y Pecado Original

Aparece entonces el concepto de creatio ex nihilo, donde Dios crea el mundo desde la nada. El único camino para volver a Dios es a través de Cristo. La reforma cristológica se refiere a una reforma teológica. Según él, hay dos creaciones:

  • En la primera, Dios crea porque es todopoderoso, y esto aparece narrado en el Génesis.
  • La segunda es la venida de Cristo Hijo, narrada en los Evangelios, es decir, el sacrificio de Cristo para redimir a la humanidad del pecado original.

Este pecado original afectaría las tres facultades del alma: la memoria no puede retener, el entendimiento no puede comprender y la voluntad no puede hacer el Bien.

Conclusión

Este texto es de contenido religioso, superior al filosófico (predomina la fe sobre la razón), y todos los que se consideren cristianos deben creerlo. Es lo que San Agustín cree por fe, aunque no sea evidente, porque es cristiano.

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