Sagrada familia con san Francisco ludovico carracci
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En Italia convivieron dos corrientes bien diferenciadas. Por un lado una corriente naturalista o realista, encabezada por Caravaggio, y otra clasicista dirigida por los hermanos Carracci. Dos corrientes que luego fueron interpretadas de muy diversas maneras en los diferentes países europeos.
Caravaggio (1573-1610)
fue un personaje problemático y violento, enemigo de los Carracci, acusado de asesinato y perseguido por la justicia teniendo que huir por ello de Roma. Sus primeros pasos como pintor los dio en Lombardía, y luego en Roma donde acabó con su aprendizaje. Además de un gran naturalista, es el creador del tenebrismo, que se basa en los intensos contrastes entre luz y sombra, de tal modo que las partes que quedan iluminadas dentro del cuadro destacan especialmente sobre las que no lo están.
Uno de sus biógrafos cuenta que pintaba con luz de sótano y, a veces, con la luz de las velas. No se trata ya de la luz suave, conformadora de volúMenes de Leonardo, y su influencia está más cerca de los contrastes de luz y de sombra de los Bassano o Tintoretto. Recurre también con frecuencia a un punto de vista bajo, contrapicado, como si la escena fuese contemplada por una persona tumbada en el suelo, adquiriendo grandeza y profundidad. Sus colores son marrones, ocres y rojos, colores cálidos que se repiten en la pintura realista.
Las luces suelen atravesar el cuadro diagonalmente, como en La vocación de San Mateo, donde la luz entra violentamente por una ventana cayendo sobre aquellos que van a ser convertidos a la fe de Dios. Los personajes de sus cuadros están sacados de la calle, gente del pueblo disfrazados de santos, personajes bíblicos o sabios. Una de sus primeras obras, Baco, se detiene en la captación de las diferentes calidades, como la transparencia de la copa que sujeta en sus manos, la piel y blancura de la tela, y la naturaleza muerta sobre la mesa (se decía de él que le dedicaba el mismo tiempo a pintar un cuadro con personas que un cuadro con flores). Otras obras son Medusa, los jugadores de Cartas, Las adivinas, La Conversión de San Pablo, La cena de Emaús o La muerte de la virgen (donde tomó como modelo a una ahogada en el Tiber). La influencia de Caravaggio se manifestó, en múltiples países, en la transformación del objeto de la pintura, al adoptar la realidad circundante como trasfondo de sus obras.
Sus obras impresionaron a muchos artistas que imitaron su estilo, sobre todo su manera de jugar con las luces y las sombras. Uno de sus grandes seguidores fue Orazio
Gentileschi (1563-1639), con obras como Moisés rescatado de las aguas, o su hija Artemisia, autora de Susana y los viejos.
En Bolonia aparecen los antagonistas de la pintura de Caravaggio, los hermanos Carracci (Annibale, Agostino y su primo Ludovico)
. En su academia se encargaron de establecer la continuidad de la pintura italiana más clásica, de influencia rafaelesca, colores claros y temas ampulosos. Annibale, en obras como La virgen con San Juan y Santa Catalina, La crucifixión y El bautismo de Cristo, deja apreciar las influencias de Correggio, Rafael y la pintura veneciana, aunque en su obra siempre predominó el dibujo sobre el color, prueba de su clasicismo. Su obra más conocida es la decoración de la galería del Palacio Farnesio, plena de falsas arquitecturas que emplea para organizar los espacios, de figuras de dioses extraídos de la mitología clásica inspirándose en la capilla Sixtina. Sus paisajes idealizados, como en La huida a Egipto, y sometido por el ser humano, ejercerán una gran influencia sobre Claudio de Lorena o Poussin.
También desarrolló la pintura de género, como La carnicería y El hombre con mono, donde el retrato alcanza el grado de la sátira y se aproxima a la caricatura gracias a su dominio del dibujo.
Los Carracci tuvieron un gran número de seguidores que dominaron la técnica del fresco. Ejemplos Domenichino (1581-1641) o Guido Reñí (1575-1642), como se aprecia en HipóMenes y Atalanta.
Los grandes fresquistas y decoradores del Barroco
Italiano se especializaron en la representación de edificios que el espectador contempla de abajo a arriba, lo cual genera sensación de indefinición, de espacio que continua en profundidad de manera ilimitada. Destacamos la labor de Giovanni Lanfranco, El Guercino, Pietro Da Cortona (frescos del Palacio Pitti y Barberini), o el Padre Pozzo (iglesia de San Ignacio de Loyola).