Del Romanticismo al Impresionismo: Evolución del Arte en el Siglo XIX

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El Romanticismo: Emoción y Subjetividad

El Romanticismo surge a mediados del siglo XVIII en Gran Bretaña, coincidiendo con el Neoclasicismo, y se extiende hasta 1850. Este movimiento se caracteriza por una serie de planteamientos estéticos basados en la subjetividad del artista y en el sentimiento individual, expandiéndose rápidamente por toda Europa. Aunque es fundamentalmente literario y pictórico, en la arquitectura se manifiesta a través del historicismo, destacando especialmente el Neogótico.

La fascinación romántica por los mundos medieval y oriental llevó al redescubrimiento de monumentos árabes y góticos, dando lugar a los revivals o historicismos y al eclecticismo en la arquitectura.

Géricault y La Balsa de la Medusa

La Balsa de la Medusa, pintada por Théodore Géricault en 1818 (actualmente en el Louvre, París), marca el inicio del Romanticismo en la pintura. Basada en un hecho real que conmocionó a la sociedad francesa, la obra se presenta como un testimonio de denuncia política.

Este cuadro de gran formato (casi 5m x 7,16m) representa el naufragio de la fragata francesa Méduse, que encalló frente a la costa de Mauritania el 2 de julio de 1816. De las 147 personas que quedaron a la deriva en una balsa improvisada, solo 15 sobrevivieron tras 13 días de horror, hambre, deshidratación, canibalismo y locura. El incidente se convirtió en un escándalo internacional, atribuido en parte a la incompetencia del capitán francés, designado por la restaurada monarquía francesa tras la caída de Napoleón.

La elección del tema y su dramática presentación rompieron con la calma y el orden del Neoclasicismo imperante. Formalmente, la pintura presenta una estructura piramidal sobre una base inestable (el mar). La balsa, azotada por las olas, se adentra oblicuamente en el espacio pictórico, creando una composición llena de movimiento.

El Paisajismo en la Pintura Romántica Inglesa

Históricamente, el paisaje era considerado un mero fondo para situar el tema principal del cuadro, o en el mejor de los casos, un género pictórico menor. Sin embargo, la atracción de los ilustrados hacia la naturaleza creó un clima favorable para esta temática. El Romanticismo aportó una nueva forma de acercarse a la naturaleza, basada en lo individual y efímero.

William Turner: Luz y Color

William Turner es una figura clave en la evolución del paisajismo. Sus obras, como El Temerario conducido al desguace (1839, National Gallery, Londres), muestran una disolución del dibujo en favor de la luz y el color. Esta obra simboliza el fin de una era, con el viejo velero (el Temerario) siendo remolcado por un moderno barco de vapor, todo envuelto en una atmósfera melancólica.

Lluvia, vapor y velocidad o El gran ferrocarril del Oeste (1844, National Gallery, Londres) es otra obra maestra de Turner. Considerada un puente entre el Romanticismo y el Impresionismo, destaca por su capacidad para plasmar efectos lumínicos y la primacía del color sobre el dibujo. Es notable por ser uno de los primeros cuadros en representar una locomotora, utilizando una luz intensa y pinceladas cargadas de pintura (empastes) para crear una atmósfera onírica.

El Romanticismo en Alemania

Caspar David Friedrich: Soledad y Naturaleza

En Alemania, Caspar David Friedrich es el máximo exponente del Romanticismo. Obras como Caminante ante un mar de nieblas (1818) y El naufragio del Esperanza (1824) transmiten la soledad del hombre frente a la inmensidad y la hostilidad de la naturaleza.

Pierre-Auguste Renoir y el Impresionismo

Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) es un pintor impresionista que, a pesar de compartir características con artistas como Monet, Sisley, Degas o Pissarro, mostró una gran originalidad. Su obra, aunque indiscutiblemente impresionista, se distingue por un mayor interés en el cuerpo humano, especialmente el femenino, y por la preferencia por escenas de interior, a diferencia de otros impresionistas que se inclinaban por los exteriores.

Renoir es un pintor de gran colorido, que capta lo instantáneo y huye de lo serio. Su obra El baile del Moulin de la Galette es un ejemplo perfecto de su estilo. En esta escena, todo es alegría y diversión; los asistentes bailan, beben, ríen y charlan, disfrutando del ambiente. Renoir pinta el aire, y se puede apreciar el juego de sombras que producen los árboles, con una pincelada suelta que subraya la inmediatez de su trabajo.

En resumen, la evolución del arte en el siglo XIX, desde el Romanticismo hasta el Impresionismo, refleja un cambio en la percepción y representación del mundo, donde la emoción, la subjetividad y la captura del instante se convierten en protagonistas.

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