Romanización de la Península Ibérica: Un Legado Imperecedero (218 a.C. - 476 d.C.)

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La Romanización de la Península Ibérica (218 a.C. - 476 d.C.)

Introducción

Muchos pueblos han habitado esta tierra nuestra, la Península Ibérica, pero ninguno nos ha marcado tanto como la cultura romana. La romanización dejó una huella profunda en nuestra historia. De su lengua derivó el español, el cristianismo se arraigó en nuestra sociedad, y se construyeron teatros e infraestructuras que aún perduran. Además, hubo dos emperadores romanos de origen ibérico, como Trajano, Adriano y Teodosio, y nombres de ciudades o pueblos que perduran hasta el día de hoy.

Desarrollo

Podemos describir la romanización como el proceso por el cual la cultura romana se implementa en la Península Ibérica durante el periodo de dominio romano. Esto se logró, por ejemplo, mediante la extensión de la vida urbana, la importancia otorgada al ejército, la fundación de colonias y la educación de la ciudadanía.

Economía

Hispania estaba integrada en un sistema de producción esclavista que proporcionaba una mano de obra asequible y abundante, siendo esta una pieza fundamental del imperio. La economía era colonial, exportando materias primas a Roma mediante una red de comunicaciones que unían los centros de producción y los de exportación. Se producía principalmente la trilogía mediterránea: el trigo, la vid y el olivo. Además, se exportaba oro, plata y cobre de la minería. Todo era exportado a Roma.

Sociedad

La jerarquía social estaba dividida en las siguientes categorías:

  • Ciudadanos de los órdenes: una minoría privilegiada que participaba y votaba en asambleas. Tenían el requisito de pertenecer a la orden senatorial (la más alta), la orden ecuestre (con cargos inferiores) o la orden decurional (cargos municipales).
  • Ciudadanos no pertenecientes a órdenes: gozaban de privilegios políticos.
  • Hombres libres no ciudadanos: no tenían privilegios, pero sí algunos derechos básicos.
  • Libertos y esclavos: estaban en lo más bajo de la escala social. Los libertos tenían un dueño hasta que podían obtener la condición de hombre libre pasadas tres generaciones.

Política y División Provincial

Tras la Segunda Guerra Púnica, la Península Ibérica se dividió en dos provincias: la Citerior y la Ulterior, con límite en el sur de Cartagena y la frontera occidental. Más tarde, las reformas de Augusto establecieron la provincia Tarraconense, que era imperial y muy romanizada; la Lusitana, igual que la otra, pero menos romanizada; y, por último, la Bética, la única senatorial de las tres y la más romanizada de todas. A finales del siglo II a.C., las fronteras fueron amenazadas por los pueblos bárbaros. Además, se entró en un periodo de guerras civiles y anarquía militar. Todo este caos económico, político y exterior impidió el desarrollo del comercio. Finalmente, tras la reforma del siglo IV, Hispania se dividió en siete provincias: Bética, Lusitania, Cartaginense, Gallaecia, Tarraconense en la península, y Mauritania Tingitana y Balearica en el norte de África y las Islas Baleares, respectivamente.

Legado Cultural

La imposición del latín desplazó a las lenguas vernáculas en la zona levantina y meridional. Figuras como Séneca, el poeta Lucano, el autor Columela (el más famoso de la antigüedad) o el geógrafo Mela fueron los principales focos de la cultura latina en la Península Bética, junto a otros como Quintiliano y el poeta satírico Marcial en Calahorra y Calatayud, respectivamente. Respecto a la religión romana, se fomentaba el culto a la tríada capitolina: Júpiter, Juno y Minerva. Más tarde, Constantino legalizó el cristianismo mediante el Edicto de Milán, pero no fue implementado hasta el Edicto de Tesalónica por Teodosio I en el 380.

El arte romano era heredado de la tradición griega y perseguía tres objetivos: la utilidad del edificio, su perfección técnica y la propaganda del patrocinador. La arquitectura civil era más importante que la religiosa. El templo más característico es el de planta rectangular con pórtico de entrada. El teatro romano tenía gradas semicirculares al igual que el espacio central, con una grandiosa arquitectura al fondo de la escena, por ejemplo, el teatro de Mérida. Además, el anfiteatro (inspirado en dos teatros) constaba del espacio central abierto, de planta elíptica, gradas y construcciones subterráneas, por ejemplo, el anfiteatro de Tarragona. Las calzadas romanas cubrían una red en todo el imperio para facilitar y agilizar el desplazamiento de tropas y el comercio entre ciudadanos.

Conclusión

La civilización romana ha tenido una gran importancia en esta tierra nuestra, por ejemplo, con su lengua, el latín, y la transmisión de toda su cultura tradicional con figuras de gran valor. Además, la importancia de la organización y las leyes de esta civilización fue tal que hoy día se sigue enseñando el derecho romano en las universidades, y la religión más popular en España es la que nos transmitieron desde Roma. Finalmente, debemos destacar la importancia de restos arquitectónicos encontrados en la región, como el teatro de Cartagena y otros tantos encontrados en todo el territorio español.

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