La Romanización: Expansión y Dominio de Roma en el Mediterráneo
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La Romanización
Pocos pasajes de la historia universal resultan tan apasionantes como el de la expansión romana a la búsqueda del dominio universal. Con asombrosa confianza en sus propios destinos y convicción absoluta de la superioridad de sus instituciones y su cultura, fueron avanzando en cortas etapas, sin retroceder jamás, hasta ser muy pronto respetados y temidos por todos los pueblos de su entorno en un primer momento y, más tarde, de todos los que se asomaban al Mediterráneo.
La Unificación de Italia y las Guerras Púnicas
Roma unifica toda Italia por primera vez en su historia. Se ha convertido en potencia mediterránea, por lo que chocará inevitablemente con Cartago, iniciándose así las Guerras Púnicas, de las que Roma saldrá victoriosa y con sus dominios considerablemente agrandados. Era un enfrentamiento en el que, una vez más, estaba en juego el destino del mundo, en una nueva edición del ya viejo enfrentamiento entre Occidente y Oriente, representado en aquella ocasión por los cartagineses, herederos directos del mundo púnico.
El resultado final fue que Cartago quedó destruida. Roma estableció su dominio sobre la parte de Sicilia que aún no poseía y comenzó la conquista de la península, donde volvió a encontrarse con los celtas en una serie de durísimas campañas que no concluirán hasta dos siglos más tarde, cuando el mismo emperador Augusto estableció en Tarraco la capital provisional del imperio para, desde allí, dirigirse contra los cántabros.
La Conquista de Oriente y la Influencia Helenística
Tras derrotar a Cartago y haber concluido la conquista de la península, Roma se dirige hacia Oriente, disponiéndose a conquistar, siguiendo los pasos de Alejandro Magno, los reinos helenísticos, empezando por el de Siria. Toda Grecia pasó a ser romana, lo que representó un considerable aumento de la influencia helenística en la capital del imperio, que vio llegar a buen número de filósofos y sabios que, desde ese momento, se convirtieron en acompañantes y educadores de las clases acomodadas.
La Conquista de la Galia
Más adelante, Julio César conquistaba la Galia. Solo en las costas del sur existían importantes bases romanas, ya que Toulouse les pertenecía también y era el centro de un rico territorio romanizado. El resto del país estaba poblado por tribus valientes, hasta el extremo de preferir la muerte a la rendición, como lo habían sido sus hermanos de España, pero también, como ellos, incapaces de unirse ante el enemigo común. La vieja cultura de los druidas desaparecería para siempre y, con asombrosa rapidez, la romanización avanzaba hacia el norte atlántico, misterioso y salvaje, llevando su acervo cultural a un conjunto de pueblos anclados en la Edad del Hierro, que le eran totalmente extraños.
La Incorporación de Egipto y el Fin de una Era
El último de los reinos helenísticos en ser incorporado fue el Imperio Egipcio, donde aún sobrevivía lo esencial de su antiquísima cultura. Esto sí que era el final: sin faraones, su vulnerable civilización, que tantos traumas había superado, no podía seguir existiendo; se abría un vacío espiritual que solo el cristianismo podría llenar. Lo cierto es que, finalmente, todos los países del Mediterráneo formaban parte del Imperio Romano.