Richard Wagner y Friedrich Nietzsche: Arte, Música y Revolución

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Richard Wagner: Arte y Revolución

Contexto Histórico e Influencias

Wilhelm Richard Wagner (Leipzig 1813 – Venecia 1883) fue un prolífico escritor que buscó justificar y contextualizar su reforma teatral, tanto filosófica como estéticamente. Su visión del arte y la música no se alejaba de la de sus contemporáneos, especialmente la de Franz Liszt.

Wagner, influenciado por el Romanticismo, concebía el arte como expresión y aspiraba a la convergencia de todas las artes para una expresividad más completa. Anhelaba crear una ópera con un espíritu germánico, fusionando poesía y música.

El Gesamtkunstwerk y la Revolución

El concepto de obra de arte total, o Gesamtkunstwerk, no era completamente nuevo, pero Wagner lo conectó con la idea de revolución, un concepto que permea su pensamiento musical y filosófico. Para Wagner, el Gesamtkunstwerk, la obra de arte del futuro, la unión de poesía, danza y música, era el Drama, distinto de la ópera tradicional, a la que consideraba una parodia. Veía en la Novena Sinfonía de Beethoven, especialmente en el Himno a la Alegría (poema de Schiller), un atisbo de las posibilidades reales de la música, y se sentía destinado a desarrollarlas.

Wagner creía en un origen común de la palabra y la música en el lenguaje primitivo, idea heredada del Iluminismo a través de Rousseau, Kant, Herder, entre otros. En ese lenguaje primigenio, poeta y músico eran uno, formando el hombre artístico completo. El nuevo mundo que surgiría de la revolución debía acoger este nuevo arte. En su ensayo Arte y Revolución (escrito bajo pseudónimo y dirigido contra compositores conservadores como Meyerbeer y Mendelssohn), Wagner afirma: “El arte es la suprema actividad del hombre que tiene bien desarrollados sus sentidos y que vive en armonía consigo mismo y con la naturaleza”. Añade: “El artista honesto se percata desde el primer momento de que el cristianismo ni fue arte ni puede, de ninguna manera, producir en su seno la verdadera energía viviente. Elevemos, pues, el altar del porvenir, de la vida y del arte viviente en honor de los dos educadores más sublimes que ha tenido la humanidad”.

El Arte como Redención

Desde esta perspectiva, el arte, y en particular la nueva ópera alemana de Wagner, tenía la misión de redimir al pueblo, corrompido y oprimido por los valores judeo-cristianos, el poder dominante, la industrialización, la comercialización del arte, el utilitarismo y el judaísmo. Para Wagner, el arte contemporáneo solo podía ser revolucionario.

Friedrich Nietzsche: La Crisis de la Razón Romántica

Nietzsche y Wagner: Una Relación Compleja

Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900), filólogo, poeta, músico y filósofo alemán, dedicó su primera obra filosófica, El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música (1872), a Wagner. En ella, proponía la música de Wagner como un renacimiento dionisiaco de la cultura europea, opuesto al racionalismo apolíneo decadente. Para Nietzsche, la música ocupaba un lugar privilegiado en la estética e incluso en la filosofía, situando al arte en una dimensión metafísica. En el prefacio dedicado a Wagner, afirma: “Estoy convencido de que el arte es la tarea suprema y la actividad propiamente metafísica de nuestra vida”.

Lo Apolíneo y lo Dionisiaco

Nietzsche utiliza su visión de la tragedia griega para fundamentar su concepto de la música. Apolo y Dioniso representan el contraste entre el arte figurativo (apolíneo) y el no figurativo de la música (dionisiaco). La tragedia griega, un “milagro metafísico”, simboliza la unión de ambos. Dioniso, dios del “eterno placer de la existencia”, también nos recuerda el “doloroso ocaso” de todo lo que nace. Para Nietzsche, el espíritu dionisiaco renace en la música alemana, desde Bach hasta Beethoven y de este a Wagner.

La Ruptura y la Crítica a Parsifal

La amistad entre Nietzsche y Wagner se deterioró por diferencias ideológicas. Nietzsche criticaba el melodrama del siglo XVIII, donde la música era subordinada al libreto, mientras que Wagner veía la música como un medio, no un fin. Nietzsche, en cambio, la consideraba autosuficiente, capaz de trascender cualquier contenido poético o dramático. Para él, en el melodrama tradicional, “la música tiene el rango de sirviente y el libreto, el del señor… se le sustrae su verdadera dignidad: la de ser el espejo dionisiaco del universo”.

Parsifal, la última ópera de Wagner, representó para Nietzsche la traición del compositor. Simbolizaba la decadencia, la enfermedad, la falta de vitalidad, la modernidad y el cristianismo, términos equivalentes para Nietzsche. El gran delito de Wagner era su teatralidad, su renuncia a la verdad, convirtiendo la música y el teatro griego en un instrumento de consuelo, confundiendo la redención trágica con la renuncia cristiana. Wagner era una “enfermedad” de la que había que curarse.

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