La Revolución Rusa: Del Doble Poder al Estalinismo
La Revolución Rusa y el Doble Poder
El nuevo gobierno prometió reformas políticas y sociales, pero pretendió seguir fiel a las alianzas militares y mantuvo a Rusia en la Guerra. La caída del zar no puso fin a los problemas. Los soviets exigían la retirada inmediata de la guerra y no reconocían las leyes del gobierno provisional. Empezó entonces a perfilarse la existencia de un doble poder.
Desde su regreso, Lenin había defendido que la revolución debía superar su fase liberal-burguesa para convertirse en una revolución proletaria. En sus Tesis de Abril había lanzado la consigna: «¡Todo el poder para los soviets!».
Paralelamente, las prometidas reformas del gobierno no avanzaban. Las dificultades del gobierno de Kerenski aumentaron en agosto a raíz de un golpe de Estado de los militares zaristas. A partir de aquel momento, los bolcheviques tomaron la iniciativa. Lenin convenció al Partido Bolchevique de la necesidad de pasar a la insurrección armada.
El Régimen Estalinista
El sistema estalinista impuso la primacía absoluta de la ideología comunista del Estado y la sociedad soviéticas. Stalin ejerció una dictadura personal donde persiguió, encarceló o aniquiló a todo aquel que se le opuso, creando una nueva clase social: la nomenklatura. El pensamiento socialista se redujo a una serie de dogmas. También se impuso una rígida censura en la que el Estado marcaba pautas a seguir en todos los ámbitos.
A lo largo de la década de 1930, se inició una represión generalizada que se conoce como las Purgas. Primero se persiguió a viejos dirigentes del partido y más tarde se procesó a los militares opuestos a Stalin. Entre el 36 y el 38 se desarrollaron los célebres Procesos de Moscú. Stalin juzgó, condenó, ejecutó o envió a campos de concentración a miles de ciudadanos soviéticos. Este sistema, conocido como el Gulag, reunía una serie de campos de trabajos forzados situados en las zonas más inhóspitas de la URSS.
En la era de Stalin se dieron también cambios en la organización y estructuras de la URSS, plasmados en la nueva Constitución Soviética. La nueva Constitución mantuvo los soviets como la espina dorsal del sistema político, pero bajo el control del partido. A las elecciones solo podían presentarse las candidaturas avaladas por el Partido Comunista de la Unión Soviética. Se hablaba de libertad de expresión siempre y cuando no se atacara al sistema socialista. El Estado soviético mantuvo su estructura federal y cada una de las repúblicas de la Unión tenía su propio soviet que era elegido al mismo tiempo que el Soviet Supremo. El poder central del Estado soviético aumentó y Stalin sometió a un duro control cualquier autonomía nacionalista.