Revolución Francesa: Causas, Eventos Clave y Legado Histórico
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La Revolución Francesa: Orígenes, Desarrollo y Consecuencias
Antecedentes y Causas: La Francia del Antiguo Régimen
Antes de la Revolución Francesa, en Francia predominaba el absolutismo monárquico y un sistema feudal arraigado. El rey Luis XVI, junto a su esposa María Antonieta, residía en el Palacio de Versalles, rodeado por la nobleza cortesana. En aquel tiempo, la burguesía urbana carecía de poder político, mientras que otros grupos sociales incluían a los campesinos, la Iglesia y el proletariado urbano.
Durante el siglo XVIII, Francia experimentó una profunda crisis económica, agravada por sequías que provocaron hambrunas y carestías. En 1776, Francia apoyó la rebelión norteamericana contra Inglaterra, buscando debilitar a su enemigo tradicional. Esta intervención, sumada a otros gastos, generó una enorme deuda pública. Para paliarla, se intentó aumentar los impuestos, pero Francia terminó endeudándose aún más sin lograr sus objetivos fiscales. Los ministros de finanzas, Calonne y Brienne, dimitieron ante la rotunda negativa de la nobleza a contribuir con nuevos impuestos.
El Estallido Revolucionario y la Monarquía Constitucional
Los Estados Generales, la asamblea representativa francesa, estaban divididos en tres estamentos: el Clero, la Nobleza y el Tercer Estado. Cada estamento poseía un único voto. Esta estructura era profundamente injusta, dado que el Tercer Estado representaba aproximadamente el 95% de la población y, sin embargo, su voto tenía el mismo peso que el de los otros dos estamentos. El rey se negaba a modificar este sistema.
En consecuencia, los representantes del Tercer Estado decidieron abandonar los Estados Generales y, el 20 de junio de 1789, realizaron el Juramento del Juego de Pelota. En este acto, se negaron a disolverse hasta que se estableciera una nueva constitución. Este evento marcó la Rebelión de los Diputados. La burguesía, componente clave del Tercer Estado, era fundamental para la recaudación de impuestos y la estabilidad económica. Sin embargo, la nobleza y la monarquía se rehusaban a negociar sus privilegios. El objetivo principal de la burguesía era establecer una monarquía constitucional.
Posteriormente, el 14 de julio de 1789, estalló la Rebelión del Pueblo de París con la emblemática Toma de la Bastilla, una fortaleza que servía como prisión y depósito de armas y pólvora. Aunque hubo un intento de marchar hacia Versalles, las multitudes regresaron rápidamente a París. El pueblo exigía mejores condiciones de vida y políticas sociales más justas.
Un 'Gran Miedo' se extendió por las zonas rurales, alimentado por rumores de que la nobleza atacaría a los campesinos. Esto desencadenó la Rebelión de los Campesinos, quienes, a partir del 4 de agosto de 1789, asaltaron castillos nobiliarios y quemaron documentos que simbolizaban sus obligaciones feudales. Su principal demanda era la propiedad de la tierra que trabajaban.
La confluencia de estas tres rebeliones —la de los diputados, la del pueblo de París y la de los campesinos— marcó el inicio de la Revolución Francesa contra el Antiguo Régimen. Ante la presión, el rey cedió a una de las principales demandas de la burguesía: el reconocimiento del voto por cabeza en la asamblea, que se transformó en la Asamblea Nacional Constituyente. En 1789, se promulgó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, un documento fundamental que sentó las bases para la futura Primera Constitución de Francia (1791). Los principios fundamentales de la Revolución Francesa se resumieron en el lema: Libertad, Igualdad y Fraternidad.
La Caída de la Monarquía y el Ascenso de la República
En 1791, la estabilidad de la Revolución se vio seriamente comprometida por el intento de fuga del rey Luis XVI. Su objetivo era buscar apoyo en Austria para liderar una contrarrevolución y restaurar el absolutismo. Este acto de traición radicalizó a muchos, impulsando la idea de derrocar la monarquía constitucional y establecer una república. La Declaración de Pillnitz (1791), emitida por Austria y Prusia, que afirmaba el derecho del rey a gobernar y amenazaba con intervenir, solo sirvió para avivar el sentimiento antimonárquico y el temor a una invasión extranjera.
La contrarrevolución, liderada principalmente por la nobleza y el clero, estalló en regiones como la Vendée. Dentro del movimiento revolucionario, la burguesía se dividió en facciones: los jacobinos, más radicalizados y partidarios de la república, y los girondinos, más moderados y defensores de una monarquía constitucional. En este pulso político, los jacobinos lograron la mayoría en la Asamblea y se aliaron con los Sans-Culottes, los sectores populares urbanos.
El Terror y el Directorio
Finalmente, en 1792, la monarquía fue abolida por completo y se proclamó la Primera República Francesa. El destino de la familia real fue objeto de intenso debate: ejecutarlos implicaría una guerra segura con las potencias europeas, mientras que mantenerlos con vida representaba el riesgo de que intentaran restaurar el poder monárquico.
Un año después, en enero de 1793, Luis XVI fue ejecutado en la guillotina, seguido por María Antonieta en octubre. Este período, caracterizado por ejecuciones masivas de opositores y sospechosos, se conoció como el Terror (o Terror Rojo). Para centralizar el poder y defender la República, se creó el Comité de Salvación Pública, un órgano ejecutivo que dirigió los asuntos políticos y militares de la Revolución. Este período, entre 1792 y 1794, fue el más radical de la Revolución.
Sin embargo, las purgas internas no tardaron en aparecer: los jacobinos, liderados por Robespierre, comenzaron a eliminar a los líderes más radicales de los Sans-Culottes. Esta represión generó descontento, y los girondinos, junto con otros sectores moderados, aprovecharon la oportunidad para derrocar y ejecutar a Robespierre en julio de 1794 (Reacción Termidoriana). Tras la caída de los jacobinos, se inició un período de persecución contra sus partidarios, conocido como el Terror Blanco. Entre 1795 y 1799, se estableció el Directorio, un nuevo régimen político con un poder ejecutivo colegiado (cinco directores) y un poder legislativo bicameral, que buscaba consolidar los logros de la Revolución y evitar los excesos del Terror.