La Revolución de 1868 y el Sexenio Democrático: Claves de la Transformación Política en España

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El Sexenio Democrático (1868-1874): Un Periodo de Inestabilidad y Búsqueda

La Revolución de Septiembre de 1868, conocida como "La Gloriosa" por sus protagonistas, significó el fin de la monarquía de Isabel II. Le siguieron seis años de inestabilidad en los cuales existieron diferentes sistemas políticos. La característica en común de este periodo fue la búsqueda de un nuevo orden político y social, donde tuvo un importante papel la pequeña burguesía de las ciudades y el nacimiento del movimiento obrero. Por eso, esta etapa recibe el nombre de Sexenio Democrático.

El Sexenio Democrático fue la última etapa de la revolución liberal en España y representó un intento de ampliar el liberalismo y de instalar la democracia. Sin embargo, aquellos años estuvieron llenos de conflictos de diferente tipo:

  • Políticos: Con el surgimiento del federalismo y la revuelta carlista.
  • Sociales: Con las reivindicaciones de las clases populares.
  • Económicos: Derivados de un contexto de crisis.

La burguesía democrática no consiguió estabilizar un régimen político definido. La Regencia, la Monarquía Democrática de Amadeo de Saboya y, más adelante, la República no pudieron controlar los diferentes conflictos que surgieron. El Sexenio fracasó en el intento de modernización política del país y se impuso nuevamente la solución monárquica, que aportó el periodo de Restauración de los Borbones en la persona de Alfonso XII.

Contexto Histórico: La Revolución Liberal en España (Reinado de Isabel II)

Durante el reinado de Isabel II se desarrolló en España el proceso de Revolución Liberal. Igual que en gran parte de Europa Occidental en la primera mitad del siglo XIX, se destruyeron definitivamente las formas económicas, las estructuras sociales y el poder absoluto que caracterizaban el Antiguo Régimen.

El periodo comenzó con una larga guerra civil entre carlistas e isabelinos como consecuencia del conflicto dinástico sobre la sucesión al trono que se inició con la muerte de Fernando VII. El triunfo de los liberales hizo posible la transformación de la antigua monarquía absoluta en una monarquía constitucional y parlamentaria, la conversión de la propiedad señorial en propiedad privada y el asentamiento de la libertad de contratación, de industria y de comercio.

Una nueva clase dirigente, la burguesía agraria, surgida de la alianza entre la antigua nobleza terrateniente y la nueva burguesía, controló el sistema político por medio del sufragio censitario y estableció un orden jurídico y económico que permitió desarrollarse al capitalismo.

Pero una serie de problemas dificultaron la consolidación de un sistema político parlamentario verdaderamente representativo. El favoritismo de la reina hacia los moderados dio lugar a la alternancia en el poder no mediante votaciones, sino mediante alzamientos militares. Además, el sufragio censitario y la manipulación de las elecciones dejaban el sistema político en manos de una minoría de propietarios y de diferentes cámaras políticas.

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