La Retórica y la Elocuencia en Roma

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Introducción

La retórica y la elocuencia en Roma desempeñaron un papel crucial en la vida política de la República romana, siendo un instrumento esencial para ganar prestigio y poder en el Senado, las asambleas ciudadanas y los tribunales. Este vínculo entre el arte de la palabra (ars bene dicendi) y el dominio de la expresión oral evolucionó a lo largo de la historia, influenciado inicialmente por la retórica griega. A partir de la expulsión de rhetores griegos en el 161 a.C., se manifestó un intento de priorizar la integridad moral sobre las cualidades formales del discurso. Con el tiempo, se asimiló la preceptiva retórica griega, dando lugar a escuelas de retórica y tratados sistemáticos que destacan las cinco facultades fundamentales del orador. Estas facultades, junto con los tres tipos de discursos oratorios, estructuraron la enseñanza retórica en Roma. Desde la práctica de ejercicios de iniciación hasta la declamación, la formación en retórica se convirtió en un elemento esencial para la preparación forense y la habilidad persuasiva. En este contexto, el panorama de la oratoria romana en el siglo I a.C. se caracterizó por figuras destacadas como Marco Porcio Catón y las distintas corrientes retóricas, entre ellas, la asiánica y la aticista.

Cicerón

Nacido en el 106 a.C. en Arpino, Italia, Cicerón destacó como elocuente orador latino. Su formación incluyó estudios de retórica griega, derecho y filosofía en Roma. Inició su carrera política y ascendió rápidamente en el cursus honorum, desempeñando roles como cuestor, edil, pretor y cónsul. Durante su consulado en el 63 a.C., enfrentó la conjuración de Catilina con éxito. Aunque inicialmente fue partidario de Pompeyo en la guerra civil, la victoria de César lo llevó a retirarse de la política. Tras el asesinato de César en el 44 a.C., Cicerón abogó por el retorno al orden republicano y se enfrentó a Marco Antonio. Sin embargo, con la instauración del segundo triunvirato en el 43 a.C., Marco Antonio ordenó su ejecución, exhibiendo públicamente su cabeza y manos en el foro romano. Cicerón, reconocido como el más elocuente de los oradores latinos, se distinguió en su juventud al obtener victorias en casos legales destacados, incluyendo las defensas de Quintio y Sexto Roscio Amerino, donde superó a Hortensio, uno de los abogados más renombrados de la época.

La obra retórica

Cicerón dejó un legado significativo en el ámbito de la retórica a través de varios tratados. Su perspectiva formal adopta una posición intermedia entre los estilos asianista y aticista, presentando al orador como un modelo supremo de humanitas. Entre sus obras destacan:

  • De Inventione (Sobre la invención retórica): Escrito en su juventud, aborda la búsqueda de argumentos apropiados para el discurso.
  • De Oratore (Sobre el orador): En este diálogo entre dos grandes oradores romanos, Antonio y Craso, Cicerón explora la figura del orador perfecto, destacando las facultades retóricas y la importancia de una amplia cultura literaria, filosófica y jurídica.
  • Brutus (Bruto): Cicerón traza la historia de la elocuencia romana, defendiendo la tradición oratoria de Roma frente a la griega. Se sitúa a sí mismo como la cumbre de la oratoria romana y debate con los defensores del aticismo.
  • Orator (El orador): Enfocado en las funciones del orador (enseñar, deleitar y convencer), este tratado destaca especialmente la elocutio, explorando diversos recursos estilísticos.

La obra oratoria de Cicerón destacó al llevar a la práctica las reglas teóricas de sus obras retóricas en una amplia variedad de discursos. Entre los más significativos se encuentran:

  1. In Verrem (Verrinas): Siete discursos pronunciados en el 70 a.C. en defensa de los derechos de los sicilianos contra el propretor Verres, conocido por expoliar la provincia. Cicerón logró la condena de Verres, a pesar de ser defendido por su rival Hortensio.
  2. De Lege Manilia o De Imperio Cnaei Pompei (Sobre la ley Manilia): Discurso político pronunciado en el 66 a.C., en el que elogió las habilidades de Pompeyo y respaldó la propuesta del tribuno de la plebe Cayo Manilio para encomendarle el mando en la guerra contra Mitrídates VI, rey del Ponto.
  3. In Catilinam (Catilinarias): Cuatro famosos discursos pronunciados en el 63 a.C. para desenmascarar el intento de golpe de Estado de Catilina. Cicerón logró frustrar la conspiración y fue aclamado como el "padre de la patria".
  4. Philippicae (Filípicas): Catorce discursos pronunciados entre los años 44 y 34 a.C., en contra de Marco Antonio. Cicerón atacó fuertemente a Marco Antonio, lo que resultó en el odio del triunviro y en su ejecución posterior.

Además, Cicerón defendió a diversos personajes en discursos notables, como "Pro Milone", "Pro Archia Poeta", "Pro Murena", "Pro Caelio" y "Pro Ligario". Estos discursos no solo destacan por su elocuencia, sino que también ofrecen un valioso testimonio de los conflictos en los últimos años de la República romana.

La oratoria de época imperial

En la época imperial, tras la progresiva supresión de las libertades políticas durante el reinado de Augusto y la consolidación del poder absoluto de los emperadores, la oratoria experimentó un declive. La falta de debates políticos en el foro y de rivalidades políticas contribuyó a este fenómeno. En este contexto, los magistrados y funcionarios imperiales, necesitados de una formación retórica para sus funciones, practicaban la elocuencia en sesiones privadas, realizando brillantes conferencias o declamaciones sobre temas mayormente ficticios.

Estos ejercicios retóricos se dividían principalmente en dos tipos: las "controuersiae" consistían en discursos judiciales imaginarios sobre temas convencionales, a menudo aplicando leyes inexistentes o complicados dilemas éticos; mientras que las "suasoriae" eran discursos de carácter mitológico o histórico destinados a persuadir a una audiencia, como, por ejemplo, discursos de embajadores ante Aquiles para incitarlo a la batalla.

El padre de Séneca, nacido alrededor del 60 a.C. en Córdoba y fallecido después del 73 d.C., proporciona un magnífico testimonio de estas prácticas en su obra fragmentaria "Oratorum et rhetorum sententiae, diuisiones, colores" (Conceptos, distinciones y colorido de oradores y retóricos). Esta obra, que incluía diez libros de controversias y dos de suasorias, abordaba temas como tirano.

Quintiliano (35 d.C. - 96 d.C.)

Marco Fabio Quintiliano, nacido en Calahorra, destacó como abogado y maestro de retórica en Roma. El emperador Vespasiano le otorgó un sueldo público para ocupar una cátedra de retórica en la capital. Su obra más conocida, "Institutio Oratoria," es un tratado en doce libros que aborda la formación del orador, desde problemas pedagógicos hasta la definición del ideal del orador perfecto y sus cualidades morales y culturales.

Quintiliano creía que un profesor de retórica no solo debía enseñar las técnicas para ser un buen orador, sino también formar al individuo en su totalidad, incluyendo valores culturales y morales. Se destacan sus dos primeros libros, basados en su experiencia pedagógica, donde demuestra un profundo conocimiento sobre cómo inculcar principios en el desarrollo de la personalidad de los estudiantes.

En cuanto a la imitación, Quintiliano abogaba por seguir el modelo de Cicerón, considerándolo el máximo referente, y menospreciaba a los oradores anteriores y posteriores.

La oratoria tardía

Quintiliano abordó la decadencia de la oratoria en una obra perdida, "De causis corruptae eloquentiae." Tácito, en "Dialogus de oratoribus," atribuyó la decadencia a la formación en las escuelas de retórica y la pérdida de libertad política. Plinio el Joven, durante la época de Trajano, elogió a Trajano con un panegírico en el año 10 d.C. Este género, la última manifestación de la retórica latina clásica, se desarrolló ampliamente en los siglos II y IV con composiciones en honor a emperadores. El último autor pagano de panegíricos en el siglo VI fue Aurelio Simmaco, generando controversia con autores cristianos.

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