La Resurrección de la Carne: Incompatibilidad de la Antropología Cristiana con la Reencarnación
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Incompatibilidad de la Reencarnación con la Doctrina Cristiana
Según los Evangelios, Jesús nos dice que al final de los tiempos resucitarán nuestros cuerpos, para el Juicio Final. La reencarnación, según otras religiones, consiste en reencarnarse en otro tipo de ser viviente, lo cual no es lo que nos dice Jesús.
Dios llama a la comunión de vida con Él no solo a una parte del hombre, sino a su criatura entera, en su unidad indivisible, en cuerpo y alma. No es compatible con la antropología cristiana pensar que el ser humano consista en un alma migratoria que peregrina de cuerpo en cuerpo, llamada ella sola a la plenitud, solo el alma.
La Búsqueda de la Eternidad y el Purgatorio
La sed de la eternidad, la convicción de que esta etapa mortal de la vida no puede ser definitiva, está tan arraigada en el ser humano que, cuando las personas no encuentran la fe en Jesucristo —en quien la naturaleza humana ha sido realmente asumida en la vida eterna de Dios—, se entregan a las promesas de moda para saciar su sed.
Estos errores pueden ayudarnos a recapacitar sobre la doctrina de la Iglesia acerca de la purificación posterior a la muerte o Purgatorio. La existencia de una eventual purificación previa a la visión de Dios presupone que el curso de la vida mortal puede llegar a su fin sin alcanzar inmediatamente la plena comunión con Él. Aquí se experimenta entonces una purificación pasiva.
El Valor del Cuerpo Humano
Dios tiene una respuesta para la realidad corporal del hombre. Rostro y cuerpo somatizan lo que hay en el espíritu. La reencarnación, al prometer un cuerpo glorioso futuro sin conexión con el cuerpo actual, desvaloriza el cuerpo humano. La gracia de Dios es la única capaz de redimir el pecado y purificar al justo.
El Destino Final: Alma Inmortal y Cuerpo Glorioso
Si bien la reencarnación se presenta como una experiencia de purificación, nuestra concepción de purificación es el Purgatorio. El cristianismo ofrece un camino diferente al ciclo reencarnacionista: la purificación a través del Purgatorio.
Dios quiere la plenitud de nuestro cuerpo glorioso. En este sentido, alma y cuerpo no son realidades independientes. Para Dios, la muerte no es traumática porque lo que nos espera es mejor.
La Iglesia también nos habla del alma inmortal, para expresar que después de la muerte subsiste el mismo yo humano. El cuerpo, la carne —es decir, la dimensión de la persona en el tiempo y el espacio que la relaciona con su entorno, mundo natural y social—, también es creación de Dios, y también será transformado y asumido en la vida eterna de Dios.
Esta dimensión comunitaria y cósmica de la esperanza escatológica cristiana, que va unida a la fe en la resurrección de la carne, está también ausente del esquema de pensamiento reencarnacionista.