La República Romana: De la Monarquía a la Caída
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En esta unidad veremos cómo se sucedieron los acontecimientos que tuvieron lugar entre el año 509 a. C., cuando cayó la monarquía de Tarquinio el Soberbio, el 27 a. C., año en que Octavio tomó el título de Augusto, dando inicio a la época imperial. Esos cuatro siglos decisivos fueron los siglos de la República. Dos constantes marcaron esta época: las luchas políticas y las guerras de conquista y de expansión. Entre todos los hechos históricos de este período hubo uno crucial: las guerras púnicas, el enfrentamiento entre romanos y cartagineses.
Los primeros años de la República (509-264 a. C.)
Tras la caída de la Monarquía, Roma intentó solucionar sus conflictos internos y sentar las bases políticas y sociales para su expansión militar. Así, los romanos derrotaron a volscos, sabinos y etruscos a lo largo del siglo V a. C. Después, Roma venció a los samnitas (342-290 a. C.), y a los griegos del Epiro (282-272 a. C.), comandados por su rey, Pirro. En el siglo III a. C., Roma era ya, prácticamente, dueña de Italia. Este panorama halagüeño se vio ensombrecido por la amenaza de los cartagineses, también con aspiraciones expansionistas. Cuando los romanos tomaron la ciudad de Mesina, en Sicilia, se desencadenó el conflicto de las guerras púnicas.
Las guerras púnicas (264-146 a. C.)
El conflicto fue largo aunque intermitente y, hasta que Cartago no cayó a manos de Escipión Emiliano, no se apagó definitivamente la hoguera de la guerra.
Primera guerra púnica (264-241 a. C.)
La primera guerra comenzó con triunfos romanos, pero cuando Régulo, su caudillo, fue hecho prisionero en África, los cartagineses se rehicieron y derrotaron a los ejércitos romanos en Sicilia. Finalmente, los romanos consiguieron la victoria en las islas Égades, junto a Sicilia, en el año 241 a. C. Pero la paz duró poco.
Segunda guerra púnica (218-201 a. C.)
En el año 218 a. C., Aníbal provocó el estallido de la segunda guerra púnica. Aníbal se lanzó a la conquista de Sagunto, en Hispania, y cruzó los Alpes camino de Italia. Sin embargo, cuando Roma estaba a punto de caer, el general se detuvo en Capua para esperar unos refuerzos y Roma aprovechó la situación. De la mano del general Publio Cornelio Escipión, los romanos contraatacaron e invirtieron las tornas, llevando el teatro de operaciones a Cartago. Entonces, Aníbal regresó a su tierra, pero en la batalla de Zama fue derrotado definitivamente por Escipión (201 a. C.), y Cartago quedó sometida a Roma.
Tercera guerra púnica (149-146 a. C.)
A raíz del surgimiento de nuevos focos rebeldes, Roma decidió destruir Cartago. Tras un asedio que inició en 149 a. C., la ciudad fue arrasada en el año 146 a. C. Así terminó definitivamente este conflicto ochenta años después.
El final de la República (146-27 a. C.)
La expansión externa de Roma estuvo acompañada de una situación interna inestable, marcada por las luchas sociales. El equilibrio social que se había alcanzado en el siglo III a. C. se rompió con las guerras de expansión y de conquista.
El primer triunvirato
Después de Sila, la situación siguió siendo inestable. Entonces aparecieron en el panorama político Pompeyo y César, los cuales decidieron aliarse y establecer un nuevo sistema: un poder compartido entre tres personas, un triunvirato como fórmula de equilibrio para restaurar el orden.
Julio César
Ya solo, Julio César adoptó medidas de gran calado: distribuyó tierras, otorgó repartos gratuitos de trigo, fundó colonias y, sobre todo, contó por primera vez con los habitantes de las provincias. Esto llevó a que Julio César fuese acumulando cada vez más poder personal. El Senado, temiendo que sus reformas fueran demasiado lejos y que tanta acumulación de poder pudiera desembocar en una restauración de la monarquía, decidió segar la vida de César en los idus de marzo del año 44 a. C. César tenía 56 años.
El segundo triunvirato y el fin de la República
Tras el asesinato de César, tomó el poder su sucesor natural: Octavio Augusto. En un principio, Octavio se asoció con Lépido y Marco Antonio bajo la fórmula de un segundo triunvirato. El experimento volvió a fracasar. Los tres hombres eran ambiciosos e insaciables y aspiraban a poseer mayor poder y mayor dominio. El enfrentamiento era inevitable. Octavio eliminó rápidamente a Lépido y, después, declaró la guerra a Marco Antonio, quien, al estar más pendiente de Cleopatra que de sus legiones, fue derrotado en el año 31 a. C. en la batalla de Accio.
El pueblo, cansado de sufrir las consecuencias de tantos años de luchas, celebró el triunfo de Octavio Augusto, que fue capaz de imponer sus criterios y detener el clima de permanente enfrentamiento interno. Entre los años 31 y 27 a. C., Octavio fue investido por el Senado con los títulos de Augustus y Princeps, instaurando así el Principado, el primer período del imperio romano. Octavio Augusto consolidó sus posiciones, se anexionó definitivamente Egipto y asentó las bases sobre las que iba a descansar el Imperio.
Merece la pena ser una persona moral. En nuestros mejores y más generosos momentos, sabemos el tipo de persona que nuestro 'yo' más íntimo desea ser. No nos importa sólo el tipo de persona que somos sino también el tipo de persona que, como seres racionales y libres, pensamos que estamos llamados. Ser fiel a este 'yo' mejor se centra más en la autorrealización, la auto optimización, o sea, la realización de lo mejor que hay en nosotros. Este es nuestro deber y aquí se encuentra el corazón de la moralidad. Este esfuerzo moral merece la pena porque permite estar en buenas relaciones con un mismo e, indudablemente, hace crecer la autoestima, la imagen que uno tiene de sí mismo. Lo cual implica un aumento de nuestro bienestar.
Moral es un conjunto de normas y sistemas de valores que rigen en una sociedad, una religión, un grupo humano o de un individuo que se considera el modelo ideal de buena conducta. Ética es la reflexión filosófica sobre la dimensión moral del ser humano, analiza todas las cuestiones relacionadas con la moral, el juicio moral, los valores morales, la fundamentación de las normas morales. Una de las tareas propias de la ética es el cuestionamiento crítico de las morales vigentes, así como el establecimiento de un duro diálogo ético para conseguir y fundamentar principios morales universales, es decir, capaces de orientar la construcción de un mundo mejor para todos los seres humanos. El término ética procede de la palabra griega 'ethos', que significa carácter. Los filósofos griegos se dieron cuenta de la importancia y del valor del carácter, lo consideraron como el elemento fundamental de la moral y de la vida del hombre, como vemos en la frase del filósofo griego Heráclito: 'El carácter es para el hombre su destino'.
Elementos procedentes de nuestra naturaleza en libertad, capacidad del individuo para elegir entre varias opciones, es entendida como el libertad interna y libre albedrío, sin verse naturalmente determinado a escoger una de ellas. Algunos autores han negado la existencia de este tipo de libertad, pero esto implica negar también la moral humana. La voluntad es la facultad que proporciona a los seres humanos la capacidad para preferir unas posibilidades en frente a otras y actuar. Temperamento es la manera de ser natural de un individuo, es un conjunto de disposiciones emocionales, elementos adquiridos sol los hábitos, tendencias actuar de un determinado modo, y virtudes y vicios son actitudes que se han de interiorizado y nos predisponen a virtudes cuando nos orientan hacia el bien y vicios cuando nos apartan de él. El carácter es el modo de ser cada uno ha formado a partir de los hábitos, virtudes y vicios que ha heredado a lo largo de su vida.
Se han dado dos respuestas fundamentales: el racionalismo moral y el emotivismo moral. El racionalismo moral defiende que la razón es la que nos permite distinguir entre lo bueno y lo malo y es la que orienta nuestras acciones y nuestros juicios morales. Lo defiende Kant y también el psicólogo estadounidense Kolbeg. El emotivismo moral considera que las valoraciones morales fundamentales en las emociones, es decir, juicios morales son expresión de nuestros sentimientos ante determinadas acciones. Lo defiende Hume.
En los siglos cinco y cuarto antes de Cristo, los sofistas plantean el debate sobre el fundamento de las normas morales, legales y sociales. Los sofistas, al observar la diversidad de las normas y valores de los distintos pueblos y sus cambios a lo largo del tiempo, defendieron que las normas y los valores morales no se basan en la naturaleza de las cosas, sino en acuerdos y convenciones sociales, es decir, defendieron el relativismo en las normas y los valores morales. Protágoras defiende el relativismo: 'Todo es relativo, no hay verdades ni valores objetivos con validez universal'. Sócrates y Platón defienden lo contrario al relativismo, es decir, defienden el objetivismo y el universalismo de la verdad y de los valores morales y políticos: existen verdades objetivas y valores y normas morales universalmente válidos para todos los seres humanos.
'Postdata' es un latinismo que significa 'después de la fecha' o tras la data. Proviene de la preposición 'post', 'después', y de 'data', participio neutro plural del verbo 'do dare', dar, entregar. 'Postdata' es lo que se escribe al final de una carta, después de haberla terminado y firmado, para añadir algo que se ha olvidado escribir o para decir algo nuevo. Cuando las cartas se escribían con tinta (a mano o a máquina de escribir) y, por tanto, era difícil modificar el texto, la postdata era necesaria. Aunque hoy día, con la escritura electrónica, esto ya no es necesario porque podemos modificar cualquier escrito antes de enviarlo, seguimos usando la postdata para incluir alguna información no relacionada con el asunto principal del mensaje. Normalmente, se utiliza su abreviatura: P.D. También puedes ver escrita la abreviatura P. S., que es un sinónimo de P. D. y que responde al latinismo 'post scriptum', que significa 'después de lo escrito'.