Renoir, Impresionismo y la Revolución Arquitectónica del Hierro en el Siglo XIX
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El Impresionismo de Pierre-Auguste Renoir
Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) es un pintor impresionista, al igual que Monet. Sin embargo, mostró una gran originalidad creativa a lo largo de su vida. Su pintura presenta ciertas curiosidades, por ejemplo, un marcado interés por el cuerpo humano (femenino) más que por los paisajes. Además, le gustaban las escenas de interior. A diferencia de otros impresionistas, que siempre optan por los exteriores, Renoir es un pintor de gran colorido, capta lo instantáneo y huye de lo serio. Renoir pintaba por pura diversión; de no ser así, nunca lo hubiera hecho.
Su famoso cuadro Moulin de la Galette es un claro ejemplo: en un ambiente de terraza, todo es alegría y diversión. Los asistentes bailan y disfrutan de la vida. Renoir muestra cómo merecía la vida ser vivida. Renoir, como buen impresionista, pinta el aire; incluso podemos apreciar el juego de sombras que producen los árboles. La pincelada suelta de Renoir resalta la inmediatez y rapidez con la que trabaja el artista.
La Revolución de los Materiales en la Arquitectura del Siglo XIX
La Revolución Industrial y el desarrollo tecnológico trajeron consigo la aparición de tres nuevos materiales clave en la arquitectura: el hierro, el cristal y el hormigón armado, junto con otros materiales de fundición.
Este nuevo tipo de arquitectura industrial, propio de la segunda mitad del siglo XIX, tuvo un gran desarrollo a pesar de la reticencia inicial de algunos arquitectos. Las especiales cualidades constructivas del hierro (ductilidad, resistencia, economía, carácter ignífugo) fueron imponiéndose sobre la imitación de las formas del pasado, y las obras arquitectónicas tendieron hacia una racionalidad constructiva.
Los ingenieros fueron los primeros en utilizar estos materiales, seguidos por los arquitectos. Los ingenieros se convirtieron en los principales protagonistas en la investigación de las cualidades constructivas del hierro y su aplicación en puentes, entre otras estructuras.
Las Exposiciones Universales como Motor de Difusión
Las Exposiciones Universales, a modo de ferias internacionales, fueron clave para difundir esta nueva arquitectura, mostrando los avances científicos y técnicos de cada país (máquinas e inventos industriales).
La Primera Exposición Universal: Londres 1851 y el Crystal Palace
La primera Exposición Universal se celebró en Londres en 1851. Para ello, se requirió un edificio de gran tamaño, luminoso (dada la ausencia de luz eléctrica en la época), económico y rápidamente desmontable.
El Crystal Palace, inaugurado en 1851, medía 600 metros de largo y presentaba una planta basilical de cinco naves con un crucero central abovedado. Fue una solución ingeniosa: amplísima, luminosa, perfectamente adecuada a su función y construida con materiales que permitían su desmontaje sin destrucción. Su éxito se extendió por toda Europa, siendo copiado y reproducido en menor escala. En España, el Palacio de Cristal del Jardín del Buen Retiro (Madrid, 1887) es un ejemplo de esta influencia.
En su interior, el Crystal Palace contaba con tribunas laterales que facilitaban recorridos arquitectónicos, inspirando nuevas tipologías como las plazas de abastos o mercados.
Nuevas Tipologías: Las Estaciones de Tren
Otra nueva tipología arquitectónica fueron las estaciones de tren, como la de St Pancras (1868-1869), obra de George Gilbert Scott y W. H. Barlow. En España, Alberto Palacio (arquitecto e ingeniero) también destacó en este campo.
La Exposición Universal de París (1889)
Las Exposiciones Universales de 1889 en París vieron la construcción de dos obras maestras de hierro:
- La Torre Eiffel, del ingeniero Gustave Eiffel.
- La Galería de las Máquinas, de Ferdinand Dutert y Victor Contamin.
La Galería de las Máquinas: Una Proeza Ingenieril
La Galería de las Máquinas constituyó una de las grandes proezas del siglo XIX. Era una nave de más de 100 metros de ancho por casi medio kilómetro de largo. Gracias a unos inmensos arcos de tres articulaciones de hierro, lograba cubrir una extensión de 48.000 m² sin apoyos intermedios (pilares), necesaria para albergar las nuevas máquinas industriales.
Desde el punto de vista estético, es muy interesante cómo, lejos de ocultar su estructura, se dejaba al descubierto su sistema constructivo. Las vigas de hierro y los remaches generaban una estética nueva y moderna.
No obstante, su trascendencia se vio eclipsada por la otra gran construcción de esta Exposición: la Torre Eiffel.
La Torre Eiffel: Símbolo de París
La Torre Eiffel, construida en 1889 por Gustave Eiffel, un ingeniero especializado en puentes y estaciones de ferrocarril, fue erigida para celebrar el centenario de la Revolución Francesa. Con más de 300 metros de altura y más de 18.000 piezas de hierro ensambladas, se convirtió en el símbolo del París moderno. A pesar de su espectacularidad, presentaba menos novedades técnicas y formales que la Galería de las Máquinas.