Relatos breves: Historias de amor, nostalgia y misterio en Galicia

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Un radiante silencio

Narra la historia de Sara, ejecutiva capaz y competitiva, que busca una pequeña salida a la rutina diaria cambiando la cafetería habitual por la de una nueva librería que acaban de abrir al pie del banco donde trabaja.

Cuando entra por primera vez, le asombra la cantidad de libros que hay y también le sorprende una especie de pequeña cafetería en la que la gente toma su café mientras lee. Curiosea por los estantes y compra algunos libros que lee con ansia. También va encontrando por los estantes tarjetas con citas de libros, como si fuesen expresamente dejadas para ella, como si alguien estuviese manteniendo una charla con ella.

Con lo cual, piensa que alguno de los habituales del local puede ser su admirador y, los siguientes días, trata de descubrir quién. Surge el enamoramiento a ciegas, pero como no descubre quién es su admirador, deja de ir a la librería. Pablo, el librero, se apena enormemente al darse cuenta de que Sara no es tan lista como él imaginaba y no pudo descubrir que él era su admirador secreto y que, dejando de ir, le había roto el corazón. Decide quemar las tarjetas que le tenía preparadas, como si fuesen cartas de amor, para dejárselas los días venideros.

Amor de agosto

Esta historia trata de un joven que, a los diecisiete años, trabajaba en un taller mecánico llamado Bordelle, en Vilarelle. Se enamora de Laura, la hija de su jefe, a la cual invita a bailar en las fiestas de Vilarelle. Tras bailar, se separan del grupo de amigos y se van a la carballeira del pueblo a ver la lluvia de estrellas fugaces y se lían, razón por la cual el padre de Laura despide al joven, que marcha a trabajar a Barcelona con su primo. Pero no se olvida de Laura y le escribe cartas. Muchos años después, Laura le manda una última carta que decía que dejase de mandarle cartas, pues su prometido podría enterarse y ella no quería que tal cosa sucediese. Después de muchos años, volvió al pueblo, pero ella ya estaba con otro y ya había quemado sus cartas. Ahora, casado y con hijos, vuelve solo otra vez a Vilarelle, a la carballeira donde descubrió su primer amor, para quemar las cartas en las que había puesto tanto cariño y aprecio.

Esta extraña lucidez

El que cuenta la historia es un perro, Argos, y cuenta que todas las noches ve como su amo mira las ventanas de la casa de una mujer. Recuerda cuando su amo la conoció paseando con un perro y se enamoró de ella el día que la vio leyendo un libro sentado en un banco de la playa. Se olvidaba algo de su perro, pero él estaba feliz puesto que su amo también lo estaba. Pero un día el dueño ya no volvió con ese brillo en los ojos; es más, vino muy triste y se metió en su cuarto. El perro lo consoló mucho en aquellos difíciles días, pero los paseos eran más cortos y poco divertidos. El amo probó suerte con otras tres mujeres, pero no pudieron reemplazar el espacio vacío que dejó aquella joven en su corazón. Un día fueron a la villa en la que había nacido, y después de comer fueron en busca de un lugar que su amo recordaba de pequeño. Cuando se disponían a volver a casa, comenzó a llover, se montaron en el coche, tronaba y llovía con mucha intensidad y no se veía bien, solo pudo ver una brillante luz acercándose al coche que terminó con sus vidas. Ahora son fantasmas y tienen que vivir un año en el mundo de los vivos, él mira a su amo que supervisa todos los movimientos de la chica de la que había estado enamorado, el fox terrier de ella intenta olerlo, pero no puede verlo ni él puede ladrar. Hoy se acaba el año del que disponen para estar en el mundo de los vivos, el perro mira cómo su amo va desapareciendo entre la niebla.

Una historia de fantasmas

La narradora se acuerda de cuando, haciendo el Camino de Santiago desde Pamplona, un señor le contó, mientras estaban en una velada nocturna de una posada, el cuento de un accidente de coche que dejó viuda a una mujer. En el hostal, ya bien entrada la noche, un compañero de viaje decide que sería divertido contar historias y cada uno cuenta una o algunas rimas de algún libro que les gustase. Entonces, un hombre cuenta la tragedia que sucedió allí a menos de un kilómetro. Era la trágica historia de una pareja que se había casado hacía poco, y que, en una noche, volviendo en coche por una carretera y cruzando por ese puente, el marido perdió el control del vehículo por culpa de una mancha de aceite que había dejado el camión hacía unas horas. El marido murió en el acto, pero su mujer logró salvar la vida. Después de aquel trágico suceso, la pobre mujer estaba triste todo el día y, a veces, con cualquier ruido, se hacía la ilusión de que su marido seguía en la casa. Se refugió en la lectura y pasó bastante tiempo buscando un libro de segunda mano que le había regalado su marido, del mismo autor que el poema de nuestra protagonista. Pero un buen día, después de comer con sus padres, ocultando la tristeza que seguía teniendo, volvió a casa y esta estaba impregnada del olor del perfume de su marido. Este olor se hacía mucho más fuerte en su dormitorio, donde encontró su libro, pero lo más curioso es que tenía la sensación de que no estaba sola en la casa, aparte de su perro. Después de la fantasmagórica historia de este hombre, todos se marcharon para la cama y nuestra protagonista se quedó con las ganas de preguntarle un montón de cosas. A la mañana siguiente, esperó bastante rato a que el hombre al que buscaba saliese, pero no fue así. Le preguntó al dependiente sobre el accidente que le había contado y este le respondió y le trajo los periódicos que relataban la historia, puesto que ese mismo día habían abierto el restaurante. No tardó en encontrar la noticia en la que aparecían una foto del accidente y otra del hombre que perdió la vida. Era el mismo que le había contado la historia.

Ríos de la memoria

Cuenta la historia de una pareja que iba de viaje camino de Bilbao. María obliga a su marido a desviarse para visitar la villa donde había vivido de pequeña. Allí recordó su adolescencia, donde había conocido a su primer amor, el río en el que se besó con él y del que tuvo que despedirse, porque la vida la obligó a separarse de él. Busca el río, pero ya no existe, desapareció canalizado. Todos los lugares estaban solo en su memoria, puesto que las construcciones que habían hecho en su ausencia habían destruido esos lugares.

Alabanza de la filatelia

Este cuento trata de un hombre llamado Ernesto que coleccionaba cajas de cerillas desde niño y que se casó con una hermosa mujer llamada Margarita Vilar. Tenía la costumbre de coleccionar cajas de cerillas de todo tipo. Cuando se casó en el 79, a la mujer no le pareció mal; pero comenzó a verla con malos ojos cuando decidió que le estorbaba en la casa. Por culpa de una pequeña pelea que tuvieron, las cajitas se trasladaron hasta el oscuro armario de abajo. Al cabo de unos años, Ernesto murió a los 59 años de un infarto y, en Navidad, su mujer decidió quemar toda la colección porque le parecía que no valía para nada... sin saber que también quemaba un magnífico diamante de veinticuatro quilates engarzado en el anillo de oro blanco que tenía pensado regalarle en las bodas de plata.

Una foto en la calle

Daniel encuentra tirada en las calles de Vigo una foto de carné de una mujer muy guapa, detrás de la foto pone solo el nombre de Diana. Se enamora de la joven y comienza una búsqueda desesperada. Diana es una administrativa que se dedica a viajar desde que le tocó la lotería. Juega a dejar ocho fotos en cada ciudad que visita con la ilusión de que, a lo mejor, alguien que las encuentre se entretenga en imaginar historias. Pasa un mes buscándola por todas partes, pero no la encuentra, por lo que se da por vencido. Después, el narrador es la propia Diana, que cuenta que va a subirse a un vagón de vuelta a casa y a tirar la última foto, después de unas vacaciones, ya que desde que había ganado la lotería se había dedicado a viajar.

Meditación ante el álbum de fotos familiar

Habla del preludio de otro libro de Agustín Fernández Paz en el que un hombre narra su infancia y adolescencia junto con su familia, en especial con su tía y sus primos en verano, en el pazo de su abuela en Vilalba. Con el paso de los años, las familias se fueron distanciando, comenzando con la muerte de la abuela, con lo que su tía heredó el pazo. Más tarde, y con la muerte de esta tía, se repartió el dinero entre los primos, que ya no tenían la misma amistad que de niños. Nuestro protagonista, ya casado y con dos hijas, quiso quedarse con el pazo que tan buenos recuerdos le traía y lo restauró con el apoyo de su hija Rosa. Pero casi al terminar, descubre, entre dos tabiques, un esqueleto con una bala en el cráneo. Mirando el álbum familiar, el narrador intenta ver los ojos del asesino. En la novela, el tema se desarrolla desde la perspectiva de la nieta del asesino.

Después de tantos años

Elvira recibe la llamada de su hija para decirle que Adrián, un antiguo novio, había muerto y traían el cadáver desde Barcelona hasta Mondoñedo, pero la anciana no quiso ir.

Es entonces cuando recordamos su pasado. Elvira siempre salía con su prima Carmen y era muy amiga de Adrián, al que había conocido en las fiestas de San Lucas en 1964. Pero Elvira estaba saliendo con Suso, un chico cinco años mayor que ella que ya había terminado la mili y quería un plan de futuro con ella. Sus padres estaban de acuerdo porque provenía de una familia rica y era buen chico. Pero Elvira no estaba tan segura, aún era una chica muy joven y quería seguir saliendo con su prima por las fiestas de los pueblos. Poco después, recibe un regalo con un libro de poesía, una carta y una foto de Adrián expresándole sus sentimientos. Se escribieron 15 cartas y la chica estaba cada vez más confusa sobre su situación hasta que habló con su madre, quien no fue muy amable con ella, y decidió dejar de contestarle. Al final se casó con Suso y se mudaron a Ferrol, donde él trabajó en el puerto. Pero más tarde llegaron momentos de crisis; aunque ya tenían hijos y tenían ahorros, Suso se desesperó cuando lo despidieron y no paraba quieto en la casa; siempre fumando y fumando hasta que a los 59 años sufrió un infarto que acabó con su vida. Poco después murieron también sus padres y Elvira heredó la casa del pueblo donde, gracias a una de sus hijas, encontró una caja donde había guardado algunos recuerdos de su adolescencia, encontró un ejemplar de las Rimas de Bécquer que Adrián le había regalado junto con una foto y no puede evitar pensar que pudo haber tenido una vida muy distinta con él.

Un río de palabras

Al protagonista le gusta mucho leer y compartir su lectura, entonces tiene la idea de copiar fragmentos, de los que para él son los mejores textos, y los pega por todas las partes de la ciudad como si fuesen anuncios y, en lugar de poner un teléfono en un papelito abajo para arrancar, él le pone el nombre del libro y el autor al que pertenece el fragmento del texto. Hace esto repetidos días con textos diferentes y da resultado, puesto que al cabo de unos días otras personas empezaron a hacer lo mismo que él, las calles están repletas de papeles en las paredes de los edificios, entre estos imitadores espera encontrar el amor de su vida.

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