Relativismo moral y ética: Un análisis filosófico desde Protágoras a Popper
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El relativismo moral: Un desafío para la ética
Si existiera una verdad universal y necesaria, el problema ético no existiría. Sin embargo, la evidencia nos muestra que esta verdad está lejos de ser clara. La verdadera dificultad radica en aquellos que optan por la facilidad y la conveniencia de un postulado extremo. Por un lado, encontramos el dogmatismo, que se aferra a verdades que considera indemostrables, y en su vertiente más radical, el fundamentalismo. En el otro extremo, se sitúa el relativismo ético, que postula que la verdad no existe y que solo nos queda lo conveniente.
Cuando un grupo humano debe organizarse para convivir sin un trasfondo moral sólido, sin un conjunto de principios universalmente válidos, las conveniencias individuales pueden conducir al caos. Si todo es relativo y la subjetividad define lo que es bueno para cada individuo, nos convertimos en islas que solo se relacionan con otras en función del poder y la propia conveniencia. Este es el principio del amor a sí mismo, el solipsismo en su forma más pura.
Protágoras y los sofistas: El hombre como medida
En la antigua Grecia, surgieron los sofistas, maestros de saberes enciclopédicos que ofrecían un saber más práctico y cercano al hombre, en contraste con la filosofía anterior. Preparaban a los jóvenes para la participación en las instituciones públicas, considerando fundamental el arte de la dialéctica: el arte de convencer y vencer a través del discurso, independientemente de la verdad o falsedad de lo que se argumentaba.
El punto de partida del pensamiento sofista es la crítica de lo establecido. Protágoras, uno de los sofistas más influyentes, afirmaba que "el hombre es la medida de todas las cosas". Esto implica que no tiene sentido hablar de lo que las cosas son en sí mismas, sino de cómo aparecen a cada uno.
El relativismo moral, desde esta perspectiva, implica que no es posible definir la justicia, el bien u otros valores morales de manera objetiva. Lo que se considera bueno o justo es aquello que así le parece a cada individuo.
El hombre virtuoso, para los sofistas, es aquel que alcanza el éxito en la asamblea, convenciendo a la ciudad de que algo es conveniente. Sin embargo, esto plantea una cuestión crucial: no se puede responder a la pregunta "¿Qué es bueno?" o "¿Qué es la justicia?" de forma universal. Solo tendría sentido preguntar "¿Qué es la justicia en Atenas o en Esparta?". Y, dado que los criterios varían de una ciudad a otra, estos no sirven al hombre como guía para saber qué debe hacer.
La ética como rama fundamental de la filosofía
El ser humano posee una dimensión práctica: es libre para decidir sus acciones en el mundo. Esta libertad es lo que lo convierte en un ser moral. Toda acción humana tiene su origen en una idea o en un conjunto de ideas, ya sean formuladas por la tradición o por el propio sujeto.
El ejemplo de Antígona, quien da su vida por lo que considera el verdadero concepto de justicia, ilustra esta dimensión. Libertad y justicia son conceptos filosóficos que posibilitan la conducta práctica o moral de cada uno de nosotros. La filosofía es, por tanto, eminentemente práctica y necesaria para la dimensión más importante del ser humano: la moral. Por esta razón, se ha sostenido que la filosofía es esencialmente ética.
La filosofía según Popper: Crítica del sentido común y los prejuicios
Según Karl Popper, todos somos filósofos, aunque no seamos conscientes de ello. Aquellos que no son conscientes de tener problemas filosóficos, a menudo sostienen prejuicios filosóficos sin un examen crítico.
El objetivo de la filosofía, para Popper, es el desarrollo de un sentido común crítico e ilustrado: una concepción más próxima a la verdad y con una influencia menos perniciosa sobre la vida humana.
Conclusiones: La necesidad de la filosofía para la ética
- La filosofía es práctica en cuanto estudia los conceptos abstractos que motivan las acciones humanas.
- Los prejuicios filosóficos que se asumen de forma acrítica pueden ser erróneos al momento de tomar decisiones.
- La filosofía, en cuanto es esencialmente ética, se hace necesaria e imprescindible si queremos orientar correctamente nuestras acciones.