El Reinado de Isabel II: Liberalismo, Conflictos y la Construcción del Estado Moderno Español

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El Reinado de Isabel II: La Transición al Estado Liberal

Durante el reinado de Isabel II se produjo en España un profundo cambio del sistema político absolutista a un modelo liberal. Esta transformación fue obra de los diferentes partidos burgueses que llegaron al poder, siendo los más importantes el Partido Progresista, el Partido Moderado y la Unión Liberal.

Las Regencias (1833-1843)

Entre 1833 y 1843 se sucedieron dos regencias, presididas por la reina María Cristina de Borbón y el General Espartero, quienes gobernaron en nombre de Isabel II mientras esta era menor de edad.

La Década Moderada (1844-1854)

El General Narváez lideró un pronunciamiento militar que instauró el gobierno de los liberales moderados. Durante este periodo, se promulgó una nueva Constitución en 1845, que otorgaba amplios poderes a la Corona y establecía un Estado centralizado, donde el país dependía de la administración de Madrid. El Estado era confesional católico y se estableció un sistema electoral censitario, basado en la propiedad y la renta. Además, se reformó el Código Civil y, en 1844, el Duque de Ahumada creó la Guardia Civil.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Este periodo se inició tras la Revolución Progresista, liderada por O'Donnell y Espartero. Se comenzó la redacción de una Constitución que, sin embargo, no llegó a terminarse. Sí dio tiempo para llevar a cabo un plan de desamortización de bienes y la aprobación del Plan Nacional de Ferrocarriles. En 1856, el General O'Donnell sustituyó a Espartero en el poder y estableció un gobierno moderado.

Los Gobiernos de la Unión Liberal y la Caída de Isabel II (1856-1868)

Los primeros ocho años de gobierno de la Unión Liberal fueron de gran desarrollo económico, lo que permitió un impulso industrial y llevó a España a volcarse en proyectos internacionales. A partir de 1863, España entró en una crisis económica, lo que provocó una gran inestabilidad política y social. Esta situación se agravó en 1866 por una subida del precio de productos de primera necesidad, lo que llevó a que se radicalizasen los partidos de la oposición que, unidos a los republicanos, crearon un pacto para derrocar a Isabel II. En 1868, una revolución conocida como La Gloriosa derrocó a Isabel II, quien tuvo que exiliarse en Francia.

Las Guerras Carlistas

Además de enfrentarse a los progresistas, Isabel II también tuvo que hacerlo contra los Carlistas. Los Carlistas eran los partidarios de que reinara el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, en lugar de su hija Isabel II. Los Carlistas tenían mucha fuerza en el mundo rural, además de en los territorios denominados históricos: las Provincias Vascas, Navarra, Cataluña, Aragón y Galicia, porque defendían sus leyes tradicionales (fueros).

Primera Guerra Carlista (1833-1843)

Se inició tras la muerte de Fernando VII, quien nombró heredera a su hija Isabel II. Se desató una guerra civil en la que el ejército carlista estaba dirigido por el General Zumalacárregui, quien tomó la iniciativa. Dos ofensivas dirigidas por los Generales Maroto y Cabrera llegaron cerca de Madrid, y otra avanzó por todo el Levante desde Cataluña hasta Cádiz. La muerte de Zumalacárregui provocó la dimisión del General Maroto, entre otros, y el conflicto principal concluyó con el Convenio de Vergara en 1839, aunque algunos focos de resistencia persistieron hasta 1840.

Segunda Guerra Carlista (1846-1849)

La inició Carlos Luis de Borbón (Carlos VI), hijo de Carlos María Isidro, en protesta por el incumplimiento del tratado que había puesto fin a la primera guerra carlista. Los Carlistas argumentaban que no se habían restaurado los fueros tradicionales. Este conflicto, de menor envergadura, concluyó sin un acuerdo formal, aunque la propuesta de matrimonio entre Carlos Luis de Borbón e Isabel II fue un elemento de negociación.

Tercera Guerra Carlista (1873-1876)

Fue un levantamiento protagonizado por el aspirante Carlos VII (Don Carlos de Borbón y Austria-Este), nieto de Carlos María Isidro, en protesta por la elección de Amadeo de Saboya como rey de España y la proclamación de la Primera República tras la Revolución de 1868. Tuvo gran importancia en el norte de la península, pero los Carlistas decidieron abandonar las guerras y, posteriormente, convertirse en partido político.

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