El Reinado de Isabel II en España: Liberalismo y Crisis (1833-1874)

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El Reinado de Isabel II (1833-1868)

Periodo de Regencia (1833-1844)

Como Isabel II era menor de edad, se produjo un periodo de regencia. La primera regente fue María Cristina, su madre. Esto coincidió con la Primera Guerra Carlista y, para ganarla, se alió con los liberales. Los liberales estaban divididos en dos facciones principales: los moderados (partidarios de reformas limitadas) y los progresistas (partidarios de reformas profundas).

Al principio, María Cristina otorgó el poder a los moderados, pero ante las protestas y la necesidad de apoyo frente a los carlistas, se lo concedió a los progresistas. Los progresistas, con Juan Álvarez Mendizábal al frente, llevaron a cabo la desamortización de las propiedades de la Iglesia y promulgaron una nueva Constitución en 1837, que, aunque avanzada para la época, no satisfizo completamente a los sectores más radicales.

María Cristina dimitió debido a los enfrentamientos con los progresistas. El segundo regente fue el general Baldomero Espartero. Gobernó de forma autoritaria, lo que generó descontento tanto entre moderados como entre progresistas. Ambas facciones liberales se unieron contra él, provocando su dimisión. Isabel II fue declarada mayor de edad y proclamada reina a los 13 años.

Década Moderada (1844-1854)

Durante los diez primeros años de su reinado efectivo, Isabel II confió el poder a los moderados. El general Ramón María Narváez presidió varios gobiernos en este periodo. Se aprobó una nueva Constitución en 1845, de carácter más conservador, en la que solo votaban los ciudadanos más ricos (sufragio censitario muy restringido) y se limitaba la libertad de prensa.

El Estado se organizó de forma centralista: los códigos civil y penal eran iguales en todos los territorios, el gobierno central controlaba las provincias a través de gobernadores civiles y los alcaldes eran designados por el gobierno o los gobernadores. Los progresistas, en la oposición, se dividieron en dos grupos: demócratas y republicanos.

Esta etapa finalizó con el pronunciamiento de Vicalvarada en 1854, liderado por el general Leopoldo O’Donnell.

Bienio Progresista y Alternancia (1854-1868)

Tras el pronunciamiento de Vicalvarada, subieron al poder los progresistas, con Espartero nuevamente al frente, en coalición con la recién creada Unión Liberal de O'Donnell. Este periodo, conocido como el Bienio Progresista (1854-1856), puso en marcha un nuevo proceso de desamortización (la Desamortización de Madoz) y se aprobó la Ley General de Ferrocarriles, impulsando la modernización del país.

Sin embargo, se produjeron crisis económicas y protestas obreras, lo que llevó a la reina a retirar su apoyo a los progresistas. Los años siguientes (1856-1868) se caracterizaron por la alternancia en el poder entre la Unión Liberal y los moderados. A pesar de la inestabilidad política, se registró un fuerte crecimiento económico.

No obstante, la monarquía de Isabel II fue entrando progresivamente en una profunda crisis.

Fin del Reinado de Isabel II y Sexenio Democrático (1868-1874)

Crisis Final del Reinado de Isabel II

La crisis que condujo al fin del reinado de Isabel II tuvo múltiples causas:

  • Problemas económicos, derivados de la crisis financiera internacional de 1866.
  • El autoritarismo y la corrupción de los gobiernos moderados y unionistas de los últimos años.
  • El creciente desprestigio de la monarquía, acentuado por la vida personal de la reina.

Ante esta situación, las fuerzas de la oposición (progresistas, demócratas y republicanos) firmaron el Pacto de Ostende en 1866, en el que acordaron derrocar a Isabel II y convocar Cortes Constituyentes por sufragio universal.

La Revolución de 1868 y la Monarquía de Amadeo I (1868-1873)

En septiembre de 1868 se produjo un pronunciamiento militar liderado por los generales Juan Prim y Francisco Serrano, conocido como la Revolución Gloriosa. La revolución triunfó rápidamente y la reina Isabel II abandonó España.

Se constituyó un Gobierno Provisional presidido por Serrano, que convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino. Las Cortes aprobaron una nueva Constitución en 1869, considerada la más democrática del siglo XIX español. Serrano fue nombrado regente, mientras que Prim, como presidente del gobierno, se encargó de buscar un nuevo rey para España que aceptara la Constitución.

La elección recayó en Amadeo de Saboya, que fue proclamado rey como Amadeo I en 1871. Sin embargo, Prim, su principal valedor, fue asesinado poco antes de su llegada. Amadeo I, un rey con ideas modernas y democráticas, encontró una fuerte oposición por parte de los monárquicos borbónicos, la Iglesia, los republicanos y amplios sectores de la población que no lo veían como un rey español.

Durante su breve reinado, estallaron dos conflictos importantes: una insurrección en Cuba (inicio de la Guerra de los Diez Años) y una nueva Guerra Carlista (la Tercera Guerra Carlista). Ante la falta de apoyos y la inestabilidad, Amadeo I abdicó en febrero de 1873.

La Primera República Española (1873-1874)

Tras la abdicación de Amadeo I, y ante la imposibilidad de encontrar otro rey, las Cortes proclamaron la Primera República Española. Sin embargo, la República nació con graves problemas: la mayoría de los grupos políticos en las Cortes seguían siendo monárquicos, y los propios republicanos estaban divididos entre los que defendían una república federal y los que preferían una república unitaria.

Esta división interna, sumada a la debilidad del gobierno central, provocó el estallido del movimiento cantonalista, una insurrección de carácter federalista radical en diversas ciudades. La República también tuvo que enfrentarse a la continuación de la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de Cuba.

Ante el caos y la inestabilidad, se produjo un golpe de estado en enero de 1874, liderado por el general Manuel Pavía, que disolvió las Cortes. El general Serrano presidió un gobierno provisional de carácter autoritario hasta que, en diciembre de 1874, otro pronunciamiento militar, liderado por el general Arsenio Martínez Campos, restauró la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II.

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