El Reinado de Isabel II: Década Moderada, Bienio Progresista y Partidos Políticos
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Década Moderada (1844-1854)
La mayoría de edad de Isabel II dio paso a la Década Moderada (1844-1854), periodo en el que los moderados gobernaron y adoptaron una postura conservadora.
La Constitución de 1845, que reformó la de 1837, aumentó los poderes del rey y fortaleció la relación con la Iglesia, estableciendo una soberanía compartida entre el rey y las Cortes. Se firmó el Concordato de 1851 con la Santa Sede.
Durante la Década Moderada, se implementaron reformas clave para consolidar el Estado Liberal español, como:
- La Ley de Ayuntamientos (1845)
- La Ley de Instrucción Pública (1845)
- La Ley de Funcionarios (1852)
- La Ley de Hacienda (1845), que modernizó el sistema tributario.
Se creó la Guardia Civil (1844) para garantizar el orden público y se centralizó aún más el poder, con los gobernadores civiles como representantes del gobierno en las provincias. Estas medidas consolidaron un modelo de centralización heredado de los Borbones del siglo XVIII.
La monarquía isabelina se volvió cada vez más reaccionaria y excluyente bajo el control de los moderados, que gobernaron casi de manera continua, salvo en dos periodos: el Bienio Progresista (1854-1856) y el gobierno centrista de la Unión Liberal (1858-1863).
La Construcción del Estado Liberal: Partidos Políticos
Los primeros partidos políticos surgieron desde comienzos del reinado de Isabel II:
- Partido Moderado: Liderado por Narváez, apoyado por terratenientes y alta burguesía. Defendía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, con un monarca fuerte y derechos limitados.
- Partido Progresista: Dirigido por Espartero, basado en la pequeña burguesía. Abogaba por la soberanía nacional y la limitación del poder del rey.
- Partido Demócrata: Escisión del Partido Progresista, integrado por radicales, republicanos y socialistas. Defendía el sufragio universal y los derechos civiles, pero no participó en el sistema político isabelino.
- Unión Liberal: Fundado por O’Donnell, partido de centro que buscaba equilibrar entre el progresismo y el moderantismo.
Bienio Progresista (1854-1856) y el Final del Reinado
El Estado liberal español, consolidado por los moderados, fue desafiado por la oposición de progresistas, demócratas y sectores moderados. Los progresistas, liderados por O’Donnell, recurrieron al pronunciamiento de Vicálvaro (conocido como La Vicalvarada) en 1854, lo que permitió el regreso de Espartero al poder y el inicio del Bienio Progresista (1854-1856).
Durante este periodo, intentaron redactar una nueva constitución, pero la crisis de 1856 disolvió las Cortes antes de su aprobación. Se impulsaron importantes reformas económicas como la Ley Desamortizadora de 1855, la Ley de Ferrocarriles y la Ley de Sociedades Anónimas de Crédito.
Sin embargo, las crisis internas y las revueltas sociales llevaron a la destitución de Espartero en 1856, siendo reemplazado por O’Donnell.
Tras su dimisión, Narváez regresó al poder, derogó las reformas progresistas y restableció la Constitución de 1845, además de restablecer relaciones con la Santa Sede.
Los gobiernos posteriores a Narváez fueron un periodo de inestabilidad hasta que Isabel II propuso el gobierno de la Unión Liberal (1858-1863), buscando un equilibrio entre libertad y orden.
El gobierno de O’Donnell fue notablemente estable, alcanzando más de cuatro años de duración en un periodo de prosperidad económica (marcada por la expansión del ferrocarril y la construcción naval). Intentó recuperar el prestigio internacional de España, pero las intervenciones militares (en Cochinchina, Marruecos, México y la Guerra del Pacífico) resultaron en pobres resultados y grandes pérdidas.
A nivel interno, el gobierno enfrentó dos conflictos: un fallido episodio carlista en San Carlos de la Rápita y una sublevación de campesinos en Loja (Granada), que fue sofocada y cuyos líderes fueron apresados.
Tras la caída de O’Donnell, moderados y unionistas alternaron el poder hasta el final del reinado de Isabel II. La ideología democrática creció, y progresistas y demócratas firmaron en Ostende un pacto para acabar con el régimen isabelino. La creciente represión, especialmente tras la muerte de Narváez, unió a estos grupos en su objetivo de derribar la monarquía, lo que culminó en la Revolución de 1868.