El Reinado de Isabel II: Crisis, Reformas y Revolución en la España del Siglo XIX
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1. Contexto Político y Social
El reinado de Isabel II comenzó en 1833, tras la muerte de su padre, Fernando VII, lo que generó una gran crisis sucesoria. La disputa por el trono entre los partidarios de Isabel II, la facción isabelina, y los seguidores de su tío, Carlos María Isidro, que reclamaba el trono como Carlos V (los carlistas), desembocó en la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Esta guerra fue un conflicto civil en el que se enfrentaban, por un lado, las fuerzas liberales que apoyaban a Isabel II, y, por otro, las conservadoras que deseaban que Carlos María Isidro fuera el rey.
Este conflicto dejó a España profundamente dividida, y las luchas internas continuaron a lo largo del reinado de Isabel II. Además, la joven reina fue sometida a la influencia de diferentes facciones políticas, lo que generó un clima de inestabilidad. En 1845, se promulgó una nueva Constitución que, si bien intentaba dar forma a un sistema político estable, reforzaba el poder de la monarquía y de la Iglesia, al tiempo que limitaba las libertades individuales y la participación popular.
2. La Década Moderada (1844-1854)
Durante esta etapa, el partido moderado dominó la política española, con Ramón María Narváez como su principal figura. Los moderados buscaban crear un Estado centralizado y uniformado en el que la oligarquía (la gran burguesía terrateniente y financiera, así como sectores del ejército) tuviera un control absoluto, mientras que las clases populares quedaban excluidas de cualquier poder.
Una de las primeras medidas de este periodo fue la Constitución de 1845, que restablecía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, pero concedía más poder al monarca. Las Cortes se componían de dos cámaras: el Congreso, elegido mediante un sufragio censitario muy limitado (solo el 1% de la población podía votar), y el Senado, que estaba compuesto por personas de la Iglesia, el ejército y la oligarquía, y era nombrado por el rey de forma vitalicia. Esta constitución también establecía el catolicismo como la religión oficial del Estado y obligaba al Estado a mantener a la Iglesia.
A lo largo de esta década se llevaron a cabo importantes reformas, como la creación de la Guardia Civil para controlar el orden en las zonas rurales, una reforma fiscal que afectaba a la propiedad y al consumo de productos básicos, y la desamortización de bienes eclesiásticos, que permitió la privatización de terrenos y propiedades, aunque con efectos negativos para los pequeños campesinos. También se crearon el Código Penal (1848) y el Código Civil (1850), que unificaron la legislación, y se estableció un sistema educativo con tres niveles: primaria, secundaria y universitaria.
Sin embargo, a pesar de todas estas reformas, el periodo estuvo marcado por una profunda inestabilidad política. A medida que avanzaba la década, el partido moderado se dividió, apareciendo una nueva facción de puritanos que se situaban más a la izquierda. Además, la Segunda Guerra Carlista (1846-1849) estalló debido a la negativa de Isabel II a casarse con Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos María Isidro, lo que llevó a un nuevo conflicto en las regiones de Cataluña. Narváez, quien fue el principal dirigente de este periodo, dimitió en 1846, aunque continuó influyendo en la política. Durante los años siguientes se sucedieron varios gobiernos sin lograr una estabilidad duradera. En 1848, el descontento de los progresistas creció, influenciado por los eventos revolucionarios en Francia. Hubo un intento de insurrección en Madrid y otras ciudades, pero fue rápidamente sofocado por Narváez, quien perdió apoyos, incluso dentro de su propio partido. Finalmente, en 1851, Narváez dimitió, dejando paso a Bravo Murillo, quien intentó restablecer la relación con la Iglesia mediante un Concordato (1851), pero sus reformas fueron impopulares y no lograron detener la crisis.
3. El Bienio Progresista (1854-1856)
El periodo de 1854-1856 fue un momento clave en la historia política de España, conocido como el Bienio Progresista, que comenzó con el pronunciamiento del general O'Donnell en junio de 1854, conocido como la Vicalvarada. O'Donnell, junto con otros militares progresistas como Serrano, se levantó contra el gobierno moderado en un intento de cambiar el sistema político.
El pronunciamiento se convirtió rápidamente en una revolución, ya que los progresistas pidieron una reforma de la Constitución de 1845 y una reforma electoral que ampliara el derecho al voto y redujera los impuestos. Como resultado, Isabel II se vio obligada a destituir a los moderados y entregar el poder a Espartero, quien formó un gobierno progresista.
Durante este periodo, los progresistas intentaron llevar a cabo una serie de reformas para modernizar el país, entre ellas la desamortización de Madoz (1855), que afectaba a bienes del Estado, la Iglesia y los municipios, y la Ley de Ferrocarriles (1855), que promovía la construcción de vías férreas. A pesar de las reformas, el bienio fue marcado por una creciente conflictividad social debido a la epidemia de cólera de 1854, la escasez de alimentos y las tensiones entre obreros y patrones.
En 1856, las divisiones internas dentro del gobierno progresista y la presión de los sectores conservadores llevaron a una crisis. Espartero dimitió, y O'Donnell volvió al poder, fundando el partido Unión Liberal que combinaba a los moderados con los progresistas más moderados.
4. La Crisis del Moderantismo: El Gobierno de la Unión Liberal (1856-1868)
Tras la caída del Bienio Progresista, el poder en España fue controlado por la Unión Liberal, liderada por O'Donnell, quien intentó restaurar los principios del moderantismo. Durante su gobierno, se restableció la Constitución de 1845 y se frenaron muchas de las reformas progresistas. O'Donnell y otros líderes moderados promovieron una política de intervención militar en países como México y Marruecos con el objetivo de distraer a la opinión pública de los problemas internos y fortalecer la identidad nacional. Sin embargo, estas políticas resultaron ser costosas e ineficaces.
Al mismo tiempo, España enfrentaba una grave crisis económica a partir de 1864. La quiebra de las compañías ferroviarias, la crisis del sector textil debido a la Guerra de Secesión estadounidense y la mala cosecha contribuyeron a una profunda crisis social y económica. Los precios de los productos agrarios subieron, lo que generó descontento entre las clases populares.
En 1865, la represión de una manifestación estudiantil en la que murieron varios jóvenes y la sublevación del cuartel de San Gil, que provocó decenas de muertos, fueron claros indicios de que el régimen moderado estaba perdiendo el control.
5. Revolución de 1868 y Fin del Reinado de Isabel II
La revolución de 1868 fue el colofón de una serie de tensiones sociales y políticas que marcaron el final del reinado de Isabel II. El 19 de septiembre de 1868, una revuelta militar en Cádiz, encabezada por el brigadier Topete, desencadenó una serie de sublevaciones en todo el país. Las Juntas revolucionarias se formaron en diversas ciudades, buscando el apoyo popular para derrocar a Isabel II.
Este levantamiento, conocido como la Revolución Gloriosa, culminó con la abdicación de Isabel II y su exilio a Francia. La I República Española fue proclamada en 1873, aunque su instauración no duró mucho tiempo, lo que marcó el fin de la monarquía isabelina y el inicio de una nueva etapa de inestabilidad política en España.