El Reinado de Isabel II (1833-1868): De la Regencia a la Revolución Gloriosa
El Reinado de Isabel II (1833-1868)
Contexto Histórico: Del Tratado de Valençay al Trienio Liberal
Con el Tratado de Valençay (11-XII-1813) entre Napoleón y Fernando VII, este recupera los derechos a la corona. Regresa a España, y en abril de 1814 recibe el Manifiesto de los Persas, firmado por diputados absolutistas. El texto censura la labor de las Cortes de Cádiz y condena la soberanía nacional, pidiendo al rey que se suprimieran las Cortes y las reformas aprobadas en ellas, incluida la Constitución de 1812. El 4 de mayo, el rey promulga un decreto (Decreto de Valencia), que anulaba las reformas aprobadas en las Cortes, incluida la Constitución de 1812.
Se inicia el sexenio absolutista (1814-1820). Comienza con la detención de los liberales más importantes y la disolución de las Cortes. Apoyado por la Iglesia y los grandes terratenientes, anuló la libertad de prensa, restableció la Inquisición y la Mesta, permitió la vuelta de los jesuitas y restauró la sociedad estamental. El rey se enfrentó a problemas: inestabilidad del gobierno, crisis en Hacienda y oposición liberal, con pronunciamientos como los de Espoz y Mina, Porlier y Lacy. En 1820 triunfa el pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla).
Fernando VII restableció la Constitución de 1812 iniciando el Trienio Liberal (1820-1823). Se restablecieron las leyes aprobadas en Cádiz, como la eliminación de la Inquisición, abolición del régimen señorial, y se reanudó la desamortización. Se aprobó la ley de supresión de monasterios, el Reglamento de Instrucción Pública, el primer Código Penal, la división del territorio en 52 provincias, se instauró la Milicia Nacional y se expulsó a los jesuitas. Los liberales se dividieron en dos facciones: moderados o doceañistas (antiguos diputados liberales de Cádiz e intelectuales ilustrados) como Argüelles y Martínez de la Rosa, y exaltados o veinteañistas (protagonistas de la revolución de 1820) como Mendizábal y Alcalá Galiano. Los moderados defendían el sufragio censitario, para limitar la soberanía nacional y Cortes bicamerales. Los exaltados defendían el sufragio universal, la soberanía nacional y Cortes unicamerales. Hasta 1822 gobernaron los moderados, y después los exaltados. La oposición al régimen liberal venía del rey, apoyado por parte del ejército, el clero y el campesinado. En 1822 se formó la Junta absolutista en Bayona y en Cataluña se llegó a formar la Regencia de Urgel.
Los Cien Mil Hijos de San Luis, ejército organizado por Francia por orden de la Santa Alianza (Congreso de Verona 1822), pusieron fin al régimen liberal, dando paso a la Década Absolutista u Ominosa (1823-1833). Aunque se restablecieron las instituciones de la monarquía absoluta, se evolucionó hacia un reformismo moderado. Los liberales sufrieron represión y muchos se exiliaron. Hubo intentos de insurrección (Riego, Empecinado y Torrijos). Se llevaron a cabo reformas: creación del Consejo de Ministros y del Ministerio de Fomento. En Hacienda, López Ballesteros elaboró los primeros presupuestos generales del estado, e impulsó la creación de un nuevo Código de Comercio, el Tribunal de Cuentas, el Banco de San Fernando (1829) y la Bolsa de Madrid (1831). El régimen tenía dos enemigos: los liberales exaltados y los realistas. Los realistas ultras se alinearon en torno a Carlos María Isidro, hermano y heredero a la corona. Fernando VII, ante la posibilidad de tener una hija, publica la Pragmática Sanción, derogando la Ley Sálica, permitiendo reinar a las mujeres. Carlos María Isidro rechazó el procedimiento y reclamó la vigencia de la Ley Sálica; así nace el problema del carlismo. Tras los sucesos de La Granja (1832), Fernando VII confirmó los derechos sucesorios de su hija Isabel, formando gobierno con Cea Bermúdez. Al morir Fernando VII, María Cristina hereda la corona en nombre de su hija Isabel, iniciándose la Guerra Civil o Primera Guerra Carlista (1833-1840).
La Independencia de las Colonias Americanas
Al tiempo se produce el proceso de independencia de las colonias americanas. Las causas que originaron la insurrección son múltiples: el reformismo borbónico del siglo XVIII, la extensión de las ideas ilustradas y liberales, la debilidad de España (Trafalgar e invasión napoleónica) y los intereses ingleses. Se distinguen dos periodos:
- Primera fase (1810-1815): La burguesía criolla, enriquecida y animada por la experiencia norteamericana y las ideas liberales, pretendían liberarse de las restricciones y el monopolio impuesto por España; promovió juntas y depuso a virreyes y capitanes generales, rechazando la autoridad de la Junta Central Suprema que buscaba apoyos en Inglaterra (doble juego, ayudaba contra los ejércitos napoleónicos y veía con buenos ojos el desorden en las colonias) y Estados Unidos. Estallaron insurrecciones como la del cura Hidalgo en México, Simón Bolívar en Venezuela y José Francia en Paraguay.
- Segunda fase (1816-1824): Reacción absolutista con Fernando VII, que no impidió la independencia de Argentina (1816), y acciones revolucionarias: Simón Bolívar libera Ecuador, Venezuela y Colombia; San Martín logra la independencia de Chile (1818), Iturbide la de México (1822), y Sucre la de Bolivia y Perú (Ayacucho 1824). Hacia 1825 solo Cuba y Puerto Rico, junto a Filipinas en Asia, permanecían en la corona española.
Consecuencias: Dejó la Hacienda al borde de la quiebra, el comercio se redujo y afectó más a Cataluña. España quedó relegada a un papel de potencia de segundo orden. Los nuevos estados fueron neocolonizados por Inglaterra y Estados Unidos.
El Reinado de Isabel II: Minoría de Edad y Reinado Efectivo
La Minoría de Edad (1833-1843)
El reinado de Isabel II (1833-1868) se divide en dos etapas: la minoría de edad (1833-1843) con las regencias de María Cristina (1833-1840) y de Espartero (1840-1843); y el reinado efectivo (1843-1868) con la mayoría de edad. La minoría de edad de Isabel II (1833-1843), comenzó con el estallido de la Primera Guerra Carlista (1833-1840). La guerra civil tuvo lugar durante la regencia de María Cristina. Las causas fueron: la cuestión sucesoria, los carlistas apoyaban a Carlos María Isidro y por tanto la Ley Sálica, frente a Isabel II y la Pragmática Sanción; y el enfrentamiento ideológico, el carlismo defendía el Antiguo Régimen (“Dios, Patria y Rey”) y el mantenimiento de los fueros; y el liberalismo defendía la política centralizadora, soberanía nacional y división de poderes.
La Primera Guerra Carlista estalló el 1 de octubre con el Manifiesto de Abrantes y se desarrolló en tres fases:
- Avance carlista (1833-1835): Se hicieron fuertes en Navarra y País Vasco, dirigidos por Zumalacárregui.
- Repliegue carlista (1835-1837): Fracasan con las expediciones Gómez y Real; y son derrotados en Luchana (1836).
- Triunfo isabelino (1837-1839): La división del carlismo facilitó el Convenio de Vergara (1839) entre Maroto y Espartero (Abrazo de Vergara); pactando admitir militares carlistas en el ejército isabelino y mantener los fueros. El carlismo provocó la Segunda Guerra Carlista (1846-1849), ante el fracaso de la boda entre Isabel II y Carlos VI.
En las regencias (1833-1843), los gobiernos liberales desmantelaron el Antiguo Régimen gradualmente. Los liberales formaron dos partidos: Partido Moderado, continuistas doceañistas, defendían la soberanía compartida (rey-Cortes), daban amplios poderes al rey y limitaban los derechos individuales; y el Partido Progresista, seguidores de los exaltados, defendían la soberanía nacional, limitaban el poder del rey. La regencia de María Cristina (1833-1840), se inicia con la fase moderada (1833-1835), transición entre el estado absolutista de Fernando VII y el liberal de Isabel II, con reformistas como Cea Bermúdez. Ante la necesidad de apoyos, llamó a Martínez de la Rosa, liberal moderado. Se elaboró el Estatuto Real (1834), carta otorgada, reconocía Cortes bicamerales: Estamento de Próceres (designación real) y Estamento de Procuradores (sufragio restringido), no reconocía: soberanía nacional, división de poderes, ni derechos individuales; dejando el poder legislativo en el rey. La insurrección en 1835 llevó a la revolución liberal (1835-1840). Mendizábal tomó medidas para desmantelar el Antiguo Régimen: libertad de imprenta, ley de supresión de conventos y decreto de desamortización de los bienes del clero regular. Estas medidas provocaron su destitución. La regente intentó volver al moderantismo, lo que provocó el pronunciamiento en La Granja; entregando el gobierno a los progresistas y restableciendo la Constitución de 1812. El gobierno progresista de Calatrava eliminó el régimen señorial, el mayorazgo y el diezmo, y restableció la ley municipal. La Constitución de 1837, consolidó el régimen constitucional; proclamaba la soberanía nacional (en la práctica compartida rey-Cortes); división de poderes, Cortes bicamerales (Congreso por sufragio censitario y Senado de designación real). Reconocía derechos individuales, libertad de prensa, autonomía municipal, y la Milicia Nacional. Intentar modificar la ley municipal (1840), provocó la oposición progresista y de Espartero, y la salida de María Cristina. Tras el ministerio-regencia de Espartero, en 1841 las Cortes lo eligieron regente. Durante la regencia de Espartero (1840-1843), su autoritarismo (llegó a bombardear Barcelona) suscitó la oposición de progresistas y militares. Moderados y progresistas organizaron un pronunciamiento liderado por Narváez, que le obligó a dimitir.
El Reinado Efectivo (1843-1868)
Las Cortes proclaman la mayoría de edad de Isabel II con solo trece años, iniciando el reinado efectivo (1843-1868). A lo largo de sus tres fases se procedió a la construcción del estado liberal. En la década moderada (1844-1854), Narváez acometió distintas medidas: suprimió la Milicia Nacional y creó la Guardia Civil (1844); promulgó la Constitución de 1845, más conservadora que la de 1837, soberanía compartida rey-Cortes, Cortes bicamerales, con sufragio censitario para el Congreso, y Senado vitalicio de designación real; control de la administración provincial y local; nuevo Código Civil y Penal; reforma fiscal; y Concordato de 1851. Con el aumento del autoritarismo se funda el Partido Demócrata (1849). Reivindican el sufragio universal, Cortes unicamerales, libertad religiosa, instrucción primaria gratuita e intervención del estado en ámbitos sociales. La suspensión de las Cortes en 1854 aumentó el descontento. El Bienio Progresista (1854-1856), comienza con el pronunciamiento del general O'Donnell en Vicálvaro. En su retirada, se le une el general Serrano, y proclaman el Manifiesto de Manzanares. Isabel II encargó el gobierno a Espartero. Se restaura: la Ley de Imprenta, la ley electoral y la Milicia Nacional. Se elaboró la Constitución de 1856, non nata. En economía se aprobó la desamortización de Madoz (1855) de bienes eclesiásticos, municipales y del estado; la Ley de Ferrocarriles (1855), y la Ley Bancaria (1856). La crisis le hizo dimitir. De 1856 a 1868 se alternan moderados y Unión Liberal. O'Donnell, con su partido la Unión Liberal, intentaba establecer un liberalismo centrista (a la derecha progresista y a la izquierda moderada); devolvería a España el prestigio internacional. Narváez con los moderados se enfrentó a la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil y al Pacto de Ostende (progresistas, demócratas y republicanos, querían destronar a la reina y convocar Cortes Constituyentes). La muerte de Narváez y O'Donnell, aisló a la reina. En septiembre de 1868 Prim y Topete inician la sublevación “La Gloriosa”, dirigida por Serrano que provocó la caída de Isabel II y abrió la esperanza de un régimen democrático.