Reinado de Carlos IV e Isabel II: Crisis, Conflictos y Constituciones en la España del Siglo XIX
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El Reinado de Carlos IV y la Guerra de Independencia
Podemos distinguir dos niveles de hechos que se producen de forma paralela: por una parte, los hechos fundamentales políticos (revolución política que implicó la caída del Antiguo Régimen) y, por otro lado, los hechos fundamentales bélicos (Guerra de Independencia). Para empezar, dejamos claro que el reinado de Carlos IV y la crisis del Antiguo Régimen ocurren en el mismo momento, por lo que coinciden con una triple crisis: la economía, que comienza en el sector agrario (caída del rendimiento) y que provoca una crisis de subsistencia (falta de mercado nacional unificado). Continúa con el sector industrial y, por último, la crisis se potencia a partir de 1795 por el enfrentamiento con Gran Bretaña, que colapsa el comercio, y además se suma la epidemia de fiebre amarilla (1800-1804). Por otra parte, se produce una crisis social en la que se acentúan los conflictos sociales (motines y disturbios). Para terminar con este apartado, hablamos de una crisis política debido a que Carlos IV es un monarca débil que vuelve a la práctica del valimiento, por lo que Godoy (1792-1808) sube al poder con 24 años, lo que provoca una impopularidad plena.
Durante su reinado, cabe destacar que estuvo marcado por la Revolución Francesa en un doble sentido. Destacó porque condiciona la política interior y la exterior, iniciando un ciclo bélico que desembocará en la Guerra de Independencia. En un primer momento, se desarrollan las llamadas guerras de coalición, en la cual España es derrotada y se firma la Paz de Basilea (1795). A partir del año siguiente, España se alía con Francia (Tratado de San Ildefonso, 1796-1801) y entra en guerra contra Inglaterra. En el contexto de dicha alianza, se inscribe la derrota de la flota franco-española por Inglaterra en Trafalgar (1805), que significó la pérdida del potencial naval español. En 1807, se firma el Tratado de Fontainebleau entre Godoy y Napoleón con la finalidad de realizar el bloqueo continental a Gran Bretaña y, además, se les permitiría a las tropas francesas entrar en España para ocupar Portugal.
En 1808, se desarrollan una serie de sucesos que desembocan en la crisis de la monarquía y la guerra de sucesión. El Motín de Aranjuez (1808) fue un asalto popular al palacio de Godoy dirigido por los fernandinos, en el cual Fernando VII sube al trono, pero Napoleón no le reconoce y este convence a Carlos IV y a Fernando para reunirse en Bayona (5 y 6 de mayo). Consigue que Fernando devuelva la corona a su padre y este abdica en Napoleón, que la cede a su hermano José I Bonaparte. Fernando VII queda recluido en Valençay, y se conoce como las Abdicaciones de Bayona. Por otra parte, el 2 de mayo de 1808 se produce un levantamiento del pueblo de Madrid que concluyó con una violenta represión dirigida por Murat. Daoíz y Velarde desobedecieron las órdenes y se unieron a la rebelión popular que desembocó en un levantamiento general que inicia la Guerra de Independencia.
Esta guerra fue un conflicto internacional y civil que dividió al país en dos bandos: patriotas, que defendían la vuelta de Fernando VII, y los afrancesados, que admitían a José I Bonaparte. La guerra tuvo tres fases:
- Primera fase (mayo-octubre 1808): Se produce la derrota de Bailén cuando el general Castaños vence al general francés, por la cual impide la ocupación de Andalucía. José I abandona Madrid y las tropas francesas retroceden.
- Segunda fase (octubre 1808-julio 1812): Destaca por el predominio francés, pero sin el logro definitivo. Napoleón entra en España al mando de los mejores (Grande Armée + 1.500.000 hombres). Sin embargo, la superioridad francesa era incuestionable. Se rompen las líneas españolas y se retiran los ingleses. Un hecho decisivo en esta fase es la guerrilla, en la que, partiendo de una clara inferioridad, supieron aplicar una guerra de desgaste contando con el apoyo de la población, que utiliza tácticas completamente diferentes a los franceses. Esta guerrilla fue decisiva porque obligó a Napoleón a fijar sus tropas en España.
- Tercera y última fase (julio 1812-1814): Napoleón se vio obligado a retirar sus tropas de España para el frente ruso. El ejército de Wellington derrota a los franceses (Arapiles, 1812), lo que le supuso a José I abandonar Madrid e irse a Valencia. En 1813, los franceses son derrotados en Vitoria y San Marcial. Finalmente, tras la firma del Tratado de Valençay, Napoleón reconoce a Fernando VII como rey de España.
Al tiempo que se produce la guerra, se inicia un movimiento revolucionario en los dos bandos en el que establecen dos modelos diferentes: el primero fue el modelo francés, en el que José I promulga el Estatuto de Bayona, carta otorgada en el cual establecía un régimen autoritario y se concede la libertad individual de imprenta. Y el segundo, el modelo político nacional, en el que los patriotas se agrupaban en Juntas Locales (primera vez que se ejercía la soberanía nacional), a su vez se agrupaban en juntas provisionales que desembocaron en una Junta Suprema Central, tras la victoria de Bailén. La Junta nombró un Consejo de Regencia que dirige la guerra y ejerce el poder en nombre de Fernando VII hasta la reunión de las Cortes.
El Reinado de Isabel II: Las Regencias, las Guerras Carlistas y el Liberalismo
Las Regencias y la Primera Guerra Carlista
La Primera Guerra Carlista (1833-1840) fue un conflicto que surgió tras la muerte de Fernando VII, entre los partidarios de su hija Isabel II y los de su hermano Carlos María Isidro, quien disputaba la sucesión. Las causas fueron principalmente el problema sucesorio, tras la promulgación de la Pragmática Sanción que permitió el acceso de Isabel al trono, y el enfrentamiento ideológico entre los carlistas (absolutistas) y los isabelinos (liberales). La ideología carlista se centraba en la defensa del catolicismo, la monarquía absoluta, los fueros regionales y la oposición a las reformas liberales. El carlismo recibió apoyo principalmente de sectores rurales y tradicionales como la pequeña nobleza, el clero y campesinos, mientras que los isabelinos fueron respaldados por las ciudades, la alta nobleza y los intelectuales.
La guerra se desarrolló en cuatro etapas:
- 1833-1835: Iniciativa carlista con tácticas de guerrilla, pero sin conseguir grandes victorias.
- 1835-1837: Expansión carlista que llega hasta Madrid, pero sin resultados definitivos.
- 1837-1839: Campañas de Espartero que llevan a la derrota carlista y la firma del Convenio de Vergara (1839), que dividió al bando carlista entre moderados e intransigentes.
- 1839-1840: Última resistencia en el Maestrazgo hasta la rendición de Cabrera.
El Convenio de Vergara permitió la reintegración de los carlistas en el ejército isabelino, pero las promesas de mantener los fueros fueron limitadas.
Las consecuencias fueron:
- El triunfo del liberalismo en la monarquía de Isabel II.
- El protagonismo militar en la política.
- Grandes gastos y pérdidas materiales.
- La continuación del carlismo en guerras posteriores.
Durante las Regencias (1833-1843), Isabel II, aún niña, fue apoyada por su madre, María Cristina, y luego por el general Espartero. Este periodo fue clave en la implantación del liberalismo, con la creación de los partidos moderado y progresista, y la promulgación de la Constitución de 1837, que consolidó el régimen constitucional.
El Trienio Moderado (1837-1840) y la regencia de Espartero (1840-1843) estuvieron marcados por la inestabilidad política, enfrentamientos entre liberales moderados y progresistas, y la creciente centralización del poder. Finalmente, tras la derrota de Espartero en 1843, se proclamó la mayoría de edad de Isabel II y comenzó su reinado efectivo.
Isabel II: El Reinado Efectivo, los Grupos Políticos y las Constituciones
En 1843, el general Narváez lideró un pronunciamiento que puso fin a la regencia de Espartero y a los gobiernos progresistas, proclamando la mayoría de edad de Isabel II, iniciando su reinado efectivo. Durante sus 25 años de reinado (1843-1868), España vivió una consolidación del Estado Liberal bajo una Constitución conservadora de 1845 y una fuerte influencia del Partido Moderado, que predominó en la política. A pesar de algunos periodos de gobierno progresista y la aparición de nuevos partidos como los demócratas y la Unión Liberal, la reina estuvo alineada con los moderados, lo que desató el descontento de otros sectores políticos.
Características del Reinado de Isabel II
- Partidos políticos:
- Moderados: Defendían un sistema liberal moderado y autoritario.
- Progresistas: Buscaban reformas liberales más radicales.
- Unión Liberal: Partido centrista creado por O'Donnell.
- Demócratas: Defendían el sufragio universal masculino y mayores derechos.
- Carlistas: Movimientos contra la monarquía.
- El papel de la Corona: Isabel II mostró una clara inclinación por los moderados, lo que generó tensiones con otros partidos y, finalmente, contribuyó a su caída.
- El Ejército: Desempeñó un papel clave en la política, con frecuentes pronunciamientos y gobiernos presididos por militares.
- Constitución de 1845: Refuerza el poder de la Corona, que comparte soberanía con las Cortes. Establece un sistema de libertades restringidas y mantiene la confesionalidad del Estado. Introduce un sistema electoral censitario muy limitado.
Etapas del Reinado
- Década Moderada (1844-1854): Liderada por Narváez, caracterizada por una política autoritaria y el acercamiento a la Iglesia con el Concordato de 1851. Se crea la Guardia Civil (1844) y se implementa un sistema de centralismo administrativo. Se realizan reformas en Hacienda, legislación y educación.
- Bienio Progresista (1854-1856): Período de reformas económicas y sociales bajo Espartero y O'Donnell. Se producen revueltas sociales y motines, y se aprueba una nueva Constitución (1856) que no llegó a promulgarse.
- Descomposición del régimen (1856-1868): Alternancia de gobiernos moderados y de la Unión Liberal, con un aumento de la represión y una política exterior activa (expansiones en África y Asia). El régimen se volvió más autoritario, con manipulación electoral y represión, lo que culminó en el Pacto de Ostende (1866), que unió a la oposición para destronar a Isabel II. La Revolución de 1868 (La Gloriosa) derrocó a la reina y terminó con su reinado.
Este periodo estuvo marcado por la inestabilidad política, los conflictos sociales y la creciente oposición a la figura de Isabel II.