El Regreso Triunfal de Ulises: Venganza en Ítaca y la Prueba del Arco

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Canto XVII: El Regreso de Ulises y la Lealtad de Argo

Al amanecer, Telémaco regresó al palacio y encargó a Eumeo que llevara al extranjero a la ciudad para que mendigara allí. A su llegada al palacio, Euriclea fue la primera en percibir su presencia.

Ulises y Eumeo llegaron a la puerta del palacio. Mientras ambos hablaban, se acercó a ellos Argo, el perro de Ulises. Este notó la presencia de su amo, pero antes de poder alcanzarlo, movió la cola, dejó caer las orejas y murió al ver a su dueño de vuelta tras veinte años.

Tras esta escena, Eumeo entró al palacio, seguido por Ulises (disfrazado de viejo mendigo). Este último, movido por Atenea, comenzó a mendigar mendrugos entre los numerosos pretendientes para probar quién era honrado o perverso.

Penélope mandó a Eumeo que lo llevara ante su presencia para preguntarle lo que conocía de su marido Ulises. Una vez transmitido el mensaje a Ulises, este le dijo a Eumeo que exhortara a Penélope a permanecer en sus aposentos hasta la caída del día, hora a la que él iría. Eumeo transmitió este mensaje a Penélope.

Tras esto, Telémaco le dijo a Eumeo que debía volver a la majada, lo cual hizo este al caer la tarde.

Canto XXI: La Prueba del Arco y la Revelación de Ulises

Atenea, la diosa de ojos brillantes, inspiró en el corazón de la prudente Penélope la idea de buscar el arco de Ulises, señalando así la muerte inminente de los jóvenes pretendientes.

Explicó entonces a los pretendientes que aquel que pudiera armar, tensar y disparar una flecha a través del centro de doce hachas, ganaría la contienda y se casaría con ella. Penélope encargó a Eumeo preparar toda la prueba, y los sirvientes lloraron al ver el arco de su señor. Antínoo dijo a todos que sería difícil superar la prueba, aunque él esperaba hacerse con la victoria.

Telémaco intentó hacerlo, pero una señal de Ulises lo detuvo. Los pretendientes lo intentaron, pero ninguno lo logró.

Ulises reveló entonces su identidad a Eumeo y Filetio (evidenciándola con la herida de jabalí que ya había revelado su identidad a Euriclea), y les dijo que debían cerrar las puertas a una señal suya. Los pretendientes entonces temieron ante la hazaña del mendigo. Telémaco, por su parte, a una señal de su padre, se situó junto a él con una lanza en la mano.

Canto XXII: La Venganza de Ulises y la Purificación del Palacio

Ulises se despojó de sus ropas y comenzó a matar a todos, empezando por lanzar una saeta contra Antínoo. Los pretendientes entonces amenazaron a Ulises, pero este no se dejó intimidar. Reveló entonces a todos su identidad, y todos los galanes se asustaron porque no había forma de escapar.

Telémaco, siguiendo los consejos de su padre, fue a buscar las armas de Ulises. Melantio fue entonces a buscar las armas a la habitación de arriba, pero Eumeo lo impidió, atándolo a una columna cuando se disponía a salir.

Cuatro eran los que defendían la guardia (Ulises, Telémaco, Eumeo y el boyero Filetio). Atenea apareció en forma de Mentor y les ofreció su ayuda. Lanzaron sus picas sobre los pretendientes y mataron a los líderes (Anfímono fue matado por Telémaco).

Después, uno de los pretendientes, Leodes, pidió piedad, pero Ulises le cortó la cabeza. El aedo Femio pidió piedad a su señor por su vida; le explicó que él cantaba obligado por los pretendientes. Al final, Femio resultó perdonado y se salvó yendo junto al heraldo Medón. Ambos se refugiaron en el patio, según lo indicaba Ulises, quien era protegido de todos los ataques por la diosa Atenea.

Tras haber matado a todos los pretendientes, Ulises ordenó a Telémaco que le dijera al ama Euriclea que la llamaba a su presencia. Le ordenó a esta que llamara a todas las sirvientas que habían ayudado a los pretendientes y que, junto al porquerizo y al boyero, limpiaran los cadáveres y la casa.

Tras esto, mató a todas las sirvientas traicioneras. A Melantio, le cortó las manos, los pies, las partes viriles, la nariz y las orejas ─ya que había descubierto que había dejado la puerta abierta de la estancia donde guardaban las armas y se servía de ellas─, y ordenó que arrojaran todo esto a los perros.

Se describe entonces la figura de Ulises, erguida en medio de los muertos, cubierta de polvo y sangre, asemejándose a la de un león que retorna, saciado a placer de la carne de un buey que mató en la manada. Ulises le dijo a Euriclea que purificara la casa con fuego y azufre, y que reuniera a las sirvientas y luego a Penélope.

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