El Régimen de Rosas: Control Social, Economía y Oposición en Argentina
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Bases Económicas y Sociales del Régimen Rosista
De ahí que los saladeros fueran dirigidos por expertos, las estancias les suministrasen la materia prima requerida (ganado para sacrificar) y contasen con la protección del gobierno.
La combinación de los estancieros-saladeristas fue la clave para mantener el régimen, como declaró Sarmiento; de modo que cuando se deterioraron las relaciones entre Rosas y ellos, el régimen cayó.
Las Clases Populares y el Control Social
Por otro lado, las clases populares, a las que consiguió manipular y movilizar para que lo apoyasen y así materializar sus aspiraciones políticas, no vieron mejorar sus condiciones de vida. A la vez, Rosas mantuvo la legislación social discriminatoria que había heredado del período previo a sus gobiernos.
Este distanciamiento de Rosas respecto a las clases populares ha sido interpretado como una estrategia para evitar una posible revolución social, algo que quedaría secundado por el uso de la violencia por parte del régimen contra la insubordinación de dichas clases.
La Iglesia bajo el Régimen de Rosas
En cuanto a la Iglesia, fue utilizada a su conveniencia. En líneas generales, el bajo clero se mantuvo afín a Rosas, asociado al resto del “populacho”, como el padre Gaeta.
En este sentido, Rosas protegió los intereses de la Iglesia siempre y cuando esta apoyase el régimen. Esto explica la reintroducción de los jesuitas en 1836 en Argentina, hasta su expulsión de nuevo en 1847.
Al mismo tiempo, se arrogó prerrogativas derivadas del derecho de patronato, de manera que nombró obispos federales adeptos a su causa. Esa adhesión también trató de ratificarse a través de símbolos; destaca cómo durante una Semana Santa todo el clero estuvo obligado a vestir la indumentaria federal.
Por tanto, la política de Rosas con la Iglesia refleja un cierto Estatismo, es decir, control del Estado sobre la institución eclesiástica, manteniéndola separada de Roma.
La Oposición al Régimen
El férreo control que ejerció Rosas sobre Argentina durante su gobierno hizo inviable cualquier tipo de oposición política dentro del propio régimen.
Intelectuales y Unitarios en el Exilio
En este sentido, muchos intelectuales, como Domingo Faustino Sarmiento o Juan Bautista Alberdi, se vieron obligados a exiliarse. Como ya hemos indicado en otras ocasiones, la obra de Sarmiento, Facundo o civilización y barbarie, muestra la concepción y crítica velada del autor sobre los regímenes caudillistas. Las publicaciones de Alberdi en La Moda siguen la misma línea.
Igualmente, los unitarios, principal facción política opuesta al régimen de Rosas, no tuvieron otra opción que exiliarse. Muchos de ellos marcharon a Montevideo (Uruguay) o Chile para conspirar contra el régimen, si bien esto no tuvo demasiado éxito, ya que muchos de los unitarios permanecieron enzarzados en disputas internas.
La Joven Generación Argentina
También aparecieron jóvenes socialistas utópicos, como Esteban Echeverría, inspirados en el socialismo utópico de europeos como Saint-Simon, así como en el liberalismo europeo, la literatura francesa romántica y la “Joven Italia” de Mazzini. Esta última fue empleada por Echeverría para crear la “Joven Argentina”.
Más tarde surgiría el “Salón de los jóvenes poetas”, visto con aversión tanto por unitarios como por federales. Posteriormente, se transformaría en la sociedad secreta de la “Asociación de la Joven Generación Argentina”. Sin embargo, Rosas, por suerte para ellos, no los consideró una amenaza inminente y de gran envergadura.
En cualquier caso, esta oposición insistía en la idea de una democratización social del poder, lo que suponía un ataque directo al régimen rosista.
La idealización con la que estos jóvenes concebían un mundo distinto, en búsqueda de la libertad, fue plasmada por José Mármol en su obra Amalia, la cual refleja fielmente el ambiente de Buenos Aires en la época de Rosas.