Reflexiones sobre el miedo y la ignorancia

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CR: Ordenas decir lo que el miedo aconseja callar.

OE: Si los que se arruinan de Tebas no te conmueven lo suficiente, entonces que te muevan los cetros abatidos de la casa emparentada.

CR: Desearás no saber lo que pretendes haber sabido demasiado.

OE: Inútil remedio de los males es la ignorancia. ¿Así también ocultarás una señal de salvación pública?

CR: Cuando la medicina es inadecuada, avergüenza ser sanado.

OE: Di las cosas oídas o, sometido por un mal importante, sabrás de qué son capaces las armas de un rey airado.

CR: Odian los reyes las cosas dichas que ordenaron que se dijeran.

OE: Serás enviado al Érebo como vil cabeza por todos, si no descubres con tu propia voz los misterios del sacrificio.

CR: Que sea lícito callar, ¿alguna libertad más pequeña es pedida por parte del rey?

OE: A menudo, incluso más que la lengua, una callada libertad perjudica al rey y al reino.

CR: Cuando no está permitido callar, ¿qué está permitido a otro?

OE: Quiebras las órdenes quien ordenando hablar, calla.

CR: Ruego que sereno recibas mis palabras forzadas.

OE: ¿Acaso hubo castigo de una voz arrancada para alguien?

CR: Hay un bosque negro con encinas lejos de la ciudad, cerca de los lugares de Dirce del valle regado. Un alto ciprés levantando su copa por los bosques sujeta con su tronco un bosque siempre verdeante, y la encina vieja extiende sus ramas curvas y podridas por el moho; desgarró la vejez el lado de una, aquella, cayendo ya por su agotada raíz, cuelga apoyada en un tronco ajeno. Laurel de amargas bayas y ligeros tilos y mirto de Pafos y barca que va a mover los remos por el inmenso mar y pino que sale al paso de Febo y que se opone, liso, al costado de Céfiro.

En medio está erguido un enorme árbol y con pesada sombra oprime los árboles más pequeños y, habiendo extendido sus ramas con gran amplitud, defiende él solo el bosque. Bajo aquél, triste y desconocedor de la luz y de Febo, se desborda un agua que fluye con un frío eterno; un cenagoso pantano rodea la indolente fuente.

Cuando el anciano sacerdote hizo avanzar sus pasos hasta aquí, no se retrasó. El lugar le garantizó la noche. Entonces la tierra es excavada y encima se echan fuegos arrebatados de hogueras. El propicio adivino cubrió su cuerpo con fúnebre manto y agitó la guirnalda de hojas, con desolado cuerpo avanza triste el anciano, el lúgubre manto le cuelga hasta los pies, el mortífero tejo aprieta su canosa cabellera.

Ovejas de negra lana y oscuros bueyes son arrastrados hacia la gruta. La llama saquea los banquetes y vivo tiembla el ganado en el fuego funesto.

Evoca luego a los manes y a ti, que reinas sobre los manes, y al que guarda los lagos cerrados del Leteo, y recita un mágico encantamiento, y amenazante con su rostro rabioso entona todo lo que o aplaca las ligeras sombras o las convoca. Hace en los fuegos libaciones de sangre y quema reses enteras y satura de sangre abundante el hoyo. Hace encima libaciones de nívea leche y derrama el líquido de Baco con la mano izquierda, y entona de nuevo y, mirando la tierra, convoca a los manes con voz más grave y atronadora.

Ladró la turba de Hécate, por tres veces sonaron lúgubremente los cóncavos valles. Se sacudió la tierra entera al ser sacudido desde abajo el suelo. “Se me escucha -dijo el adivino-, fundamenté sólidas palabras. Se rompe el ciego caos y a los pueblos de Dite se les da el camino hasta los de arriba.” Se inclinó toda la selva y erizaron sus melenas, se agrietaron los robles y el horror sacudió todo el bosque, se dio la vuelta la tierra y gimió en lo más hondo.

O bien el Aqueronte no soportó con mente indiferente la invasión de sus profundidades o bien la propia tierra sonó rompiéndose sus estructuras para dar camino a los muertos, o Cérbero de tres cabezas movió sus pesadas cadenas enloquecido de rabia.

De repente se resquebraja la tierra y en un inmenso agujero se abrió desgarrada -yo mismo vi los pálidos dioses entre las sombras, yo mismo los inertes lagos y la noche verdadera. Fría permaneció en mis venas la sangre y se cuajó. Saltó fuera una cruel cohorte y se irguió en armas todo el linaje del dragón, las catervas de hermanos de los dientes del monstruo de Dirce.

Luego resonó la torva Erinis y el ciego Furor y el Horror y a una todo lo que producen y ocultan las eternas tinieblas.

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