La reacción social, la aceptación de la propia desviación y la carrera desviada

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LA Reacción SOCIAL, LA Aceptación DE LA PROPIA Desviación Y LA CARRERA DESVIADA


El enfoque de la reacción social o de la rotulación


Rechaza las explicaciones genéticas, psicológicas o multifactoriales del delito y la desviación en las que se hace hincapié en el carácter absoluto de las causas de la delincuencia o la desviación. Estos autores ponen el acento en la naturaleza de las normas so­ciales y en los rótulos que se aplican a las personas que contra­vienen esas normas o en la reacción social que provocan. Insisten en que lo que es des­viado para una persona no tiene por qué serio para otra y que lo que se considera desviado en un momento y contexto determinado, quizá no sea siempre con­siderado así. Afirman que el intento por impedir, castigar y prevenir la desviación puede, en realidad, crear la desviación misma. Ya que pese a que en nuestra so­ciedad se cometen gran cantidad de éstas, no son realmente conductas desviadas, mientras ningún grupo social las rotule como pertene­cientes a esa categoría; puede ocurrir que un actor se convierta en desviado (aún sin pretenderlo) por haber experimentado la reacción social ante una pri­mera infracción de las normas; o que la existencia de agencias de con­trol social, puedan producir determinadas tasas de desviación y que probablemente no refle­jan los niveles efectivos de ellas. Lo que preocupa a ese grupo de teóricos es la forma en que la ro­tulación de «desviado» puede cambiar la concepción que una persona tiene de sí misma y, posiblemente, desembocar en una predisposición a la desviación. Sin embargo, hay quien señala, que una cosa es cometer un acto desviado (mentir, robar, tomar narcóticos, etc.) y otra muy distinta es ser acusado y ca­lificado de desviado. Los teóricos de la reacción social sostienen que, para que un acto sea estimado desviado, la sociedad tiene que rotulado de tal. En época de guerra, quitar la vida a alguien puede definirse como una obli­gación patriótica. Sin embargo, en el caso de un asesinato hay acuerdo en que el acto ha de rotularse como desviado. Así, una misma acción puede ser considerada desviada o no, según el rótulo que se le aplica.
Lemert, realiza una distinción entre “desviación primaria y secundaria”. Supone que la desviación prima­ria, es aquella que, tiene solo pequeñas repercusiones. Por el contrario, la desviación secundaria es «comportamiento desviado, que se con­vierte en un medio de defensa, o adaptación ante los problemas creados por la reacción de la sociedad. Es probab1e que la mayoría de la gente experimente con frecuencia impulsos desviados», pero la desviación secundaria es cuando hay reaccio­nes de desdén, reprobación y rotulación de la sociedad». Por ejemplo, el individuo al que se rotula de homosexual puede necesitar no solo defenderse de la posibilidad de quedarse sin trabajo, sino tam­bién tener que hacer frente al problema de las relaciones (ej., dentro de la familia).
Los autores del libro opinan que si la infrac­ción de normas se explica como resultado de impulsos fortuitos, se tiende a negar que esas so­luciones desviadas tengan significado real para el individuo. El adolescente, por ejemplo, robaría «por capricho» y se convertiría en delincuente al recibir el rótulo de tal. El hecho de que robe no es visto realmente como un acto significativo, quizá como un in­tentó por asegurarse la excitación o los bienes que no puede obtener legítimamente. Pensamos que mucha gente comete actos des­viados luego de una elección deliberada. Pero, Lemert cree que las personas desviadas tienen consi­derables posibilidades de elegir, quizás más que el no desviado.
Becker decía que: «El desviado que ingresa en un grupo desviado organizado tiene más probabilidades que antes de persistir en su conducta. Por un lado, ha aprendido a evitar problemas v, por el otro, ahora tiene motivos para persistir», lo que a su juicio, constituye la diferencia entre «infractores de normas» y «desviados» (los rotulados).
Mankoff, dice que los teóricos no han distin­guido dos tipos de infracciones: la infracción adscrita y la adquirí­da. La infracción adscrita se caracteriza, porque el infractor adscrito alcanza la condición de desviado independientemente de sus acciones y de­seos. Así, « los muy feos o tarados pueden ser considera­dos infractores adscritos». Por el contrario, la infracción adquirida supone cierta «actividad por parte del infractor que le haya hecho merecedor de dicho rótulo. Mankoff emplea estas distinciones a fin de demostrar las «gra­ves limitaciones de la teoría de la rotulación como teoría general de la carrera desviada». Señala que muchos de los teó­ricos han estudiado los efectos de la reacción social sobre los que son física o visiblemente dismi­nuidos y que, en esos casos de desviación adscrita, es evidente que la reacción social es una condición necesaria para una carrera de desviación. El pro­blema radica en si la reacción social misma representa una condi­ción suficiente para la infracción adscrita.
Nuestra idea es que gran parte de la conducta desviada puede concebirse como una lucha, o reacción, contra esa «represión nor­malizada», un quebrantamiento, por así decir, de las normas acep­tadas, investidas de poder y consideradas de sentí­do común. En la medida en que es legítimo sostener que la desviación es un desafío a la autoridad, debe con­siderarse que está determinada en última instancia por las desi­gualdades estructurales y por el consenso ideológicamente impues­to.

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