Racionalismo Cartesiano vs. Empirismo de Locke: Origen y Certeza del Conocimiento
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El debate sobre la posibilidad de conocer ha sido central en la filosofía moderna, con dos posturas destacadas: el racionalismo cartesiano y el empirismo de Locke. Este documento explora sus fundamentos y contrastes.
La Visión Racionalista de René Descartes
René Descartes, en su famosa metáfora del árbol, señala que la raíz del conocimiento y de las ciencias la compone la metafísica, sobre la cual se erige el tronco de la física, siendo el resto de ciencias ramas que brotan de ella. Estas ramas incluyen:
- Medicina
- Moral
- Mecánica
Ante la imposibilidad de basarse en los sentidos para obtener evidencia, pues los sentidos pueden engañarnos, Descartes señaló que solo era posible alcanzar conocimiento certero a partir de la deducción de principios racionales (conforme a su postura racionalista), deduciendo teoremas a partir de axiomas indubitables, como ocurre en las matemáticas. Esto sería posible, según Descartes, ya que nuestra mente posee ideas innatas de forma natural, desde antes de nacer (ej., la idea de número, círculo o igualdad). A este respecto, cabe destacar su aportación de los ejes cartesianos a la geometría analítica.
Por otro lado, el conocimiento natural basado en la experimentación no sería válido, pues aunque se presupone la existencia del mundo exterior como tercera evidencia cartesiana —sostenida en la presunción de que Dios no querría engañarnos al permitirnos percibir el mundo exterior—, solo podemos afirmar de él dos modos: la figura y el movimiento. Todas las demás cualidades serían dudosas, por lo que solo cabe un conocimiento científico verdadero de las matemáticas y de la mecánica.
El Empirismo de John Locke: La Mente como Tabula Rasa
Este planteamiento sería cuestionado por el médico y filósofo empirista John Locke, para quien nuestra mente era como una tabula rasa, una pizarra en blanco que carecía de contenido previo antes de nacer y que se iba llenando de contenido conforme íbamos percibiendo el mundo. De este modo, sostenía que no poseíamos axiomas previos de los que deducir teoremas, como decía Descartes, sino que toda idea tenía su fundamento último en la experiencia empírica.
Las ideas, según Locke, podían ser de dos tipos:
- Ideas simples: Correspondientes con cualidades primarias (presentes en los objetos mismos, como la figura) o cualidades secundarias (que necesitaban de otro que las percibiese, como el olor).
- Ideas complejas: Construidas a partir de las anteriores, como la idea de causalidad o la de sustancia.
Este punto es clave en Locke: dado que la idea de causalidad es una idea compleja, no podemos afirmar que esta relación exista de un modo objetivo y real entre los fenómenos que percibimos. La causalidad solo sería un modo de organizar las ideas, pero no podemos estar seguros de que esta relación se dé en el mundo exterior; esto no implica negar de facto que se dé, pero no es algo de lo que tengamos una certeza absoluta e indubitable, como buscaba Descartes. En definitiva, para Locke, la ciencia solo podría acceder a lo que experimentamos con los sentidos, pero no podríamos tener certeza absoluta sobre la relación de causalidad entre los fenómenos percibidos.
La Síntesis Kantiana: Razón y Experiencia
Posteriormente, el criticismo de Kant realizará una síntesis entre ambas posturas, racionalista y empirista, afirmando que tanto la razón como la experiencia son necesarias para obtener conocimiento.