La Prudencia y su Relación con las Virtudes y Pasiones en la Vida Moral

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Reflexión sobre la Prudencia

La concepción clásica-cristiana de la vida moral sostiene que solo es prudente el hombre que al mismo tiempo es bueno. Así, toda virtud, por necesidad, resulta prudente.

Esto significa que la realización del bien presupone el conocimiento de la realidad; no basta solo con buenas intenciones. Realizar el bien supone la conformidad de nuestras acciones con la situación real, concreta y todas sus circunstancias. La prudencia es el hábito que, perfeccionado por la razón práctica, llega a la conciencia de la situación real. Es decir, que el bien presupone la verdad, y la verdad presupone el ser. El hombre prudente considera la realización objetiva de las cosas y, en virtud de este conocimiento, determina lo que debe o no hacer.

Se piensa que la prudencia es una virtud utilitaria y pequeña, que busca la seguridad frente al riesgo y a la inseguridad constitutiva del existir auténtico. Una crítica inmerecida, porque una decisión prudencial siempre conlleva un riesgo propio, un riesgo vital e intelectual, con todas las consecuencias de acertar o equivocarse, de lograr o malograr la tarea ética.

Los Vicios y las Pasiones

Los vicios son los hábitos opuestos a las pasiones. Son hábitos malos. Podemos distinguir algo material (propensión de las inclinaciones a exceder el punto medio o quedarse cortos) y algo formal (consiste en el defecto de rectitud de la voluntad).

Estando la virtud en el medio, los vicios se oponen a cada virtud por exceso o por defecto, por lo cual resultan más numerosos que las virtudes.

Entre los factores de la vida moral, las pasiones ocupan un lugar especial, el cual se ha discutido:

  • Los estoicos las condenaban como una enfermedad del alma. Las consideraban movimientos irracionales, surgidos de un juicio erróneo.
  • Kant las pone fuera de la moralidad, y lo mismo ocurre con todo el orden de la sensibilidad. Es bueno solo el acto que se cumple por reverencia a la ley; pero esta reverencia es un afecto total o especial, como una impresión de la razón en la sensibilidad.
  • Los románticos las exaltaban como voces de la naturaleza y de Dios.

Pero se puede afirmar que si las pasiones pertenecen al orden de la sensibilidad, están fuera del ámbito ético. Sin embargo, si se someten al imperio de la voluntad, tocan la moralidad. Es decir, que las pasiones son las mediadoras entre la voluntad y los actos externos.

Es así que las pasiones pueden ser buenas o malas, según su voluntariedad, al ser inspiradas por la voluntad o porque no son prohibidas por ella.

Relación de las Pasiones con el Acto Volitivo

Las pasiones pueden considerarse en una doble relación respecto al acto volitivo:

  • Cuando preceden a la volición (como mediadoras entre la voluntad y el acto externo), disminuyen la libertad y la índole moral del acto, ya que perturba el juicio de la razón.
  • Cuando siguen a la volición, esto acontece:
  1. Al modo de una redundancia donde la pasión nada añade a la moralidad del acto. Es un signo de su intensidad, es decir, de su mayor bondad o malicia.
  2. O porque la pasión es excitada libremente por la voluntad y es elegida por ella como un medio. En este caso, la pasión pasa a la condición de objeto y, como el mismo acto externo, influye en la moralidad del acto humano. En efecto, el acto es tanto mejor o peor, cuanto más procure convertir a todo el sujeto en un fin bueno o malo, y cuanto más en verdad lo convierta.

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