Propaganda y Control Social: Cómo se Manipula la Opinión Pública

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El Éxito de la Propaganda

I. Propaganda y Relaciones Públicas

1. Contra la Democracia

El contexto tiene mucho que ver con la clase de mundo y la clase de sociedad en la que queremos vivir y, sobre todo, con el tipo de democracia que deseamos para que ésta sea una sociedad realmente democrática. Hay dos conceptos de democracia contrapuestos:

  • El primero es aquella sociedad democrática en que la población dispone de medios para participar de algún modo significativo en la gestión de sus propios asuntos, y que a su vez los medios de información son libres y abiertos (se puede encontrar en cualquier diccionario).
  • El otro concepto es según la cual no conviene que la población gestione sus propios asuntos, por lo que los medios de información deben estar rígidamente controlados. Este es precisamente el concepto dominante.

Las modernas revoluciones democráticas del siglo XVII en Inglaterra reflejan con amplitud este punto de vista. El problema de los medios y de la desinformación entra a formar parte de este contexto.

2. Aparición de la Propaganda

La primera operación moderna de propaganda fue con Woodrow Wilson, que fue elegido presidente en 1916 con la propaganda electoral “Paz sin victoria” justo a mitad de la I Guerra Mundial. Por aquel entonces la población era pacifista y no veía razón alguna para involucrarse en la guerra. Pero la Administración de Wilson, que estaba bastante comprometida con el conflicto bélico, creó la Comisión Creel (“Red de pescador”), que en seis meses logró transformar una población pacifista en otra de histéricos belicistas que iría a la guerra. Tras la guerra se volvieron a utilizar las mismas técnicas para promover la Alarma Roja (Red Scare), que consiguió acabar con los sindicatos, la libertad de prensa y la libertad de pensamiento político. Éste contó con el apoyo de medios de comunicación y su mayor impulsor fue el sector empresarial. Esto supuso un gran éxito.

Entre los que participaron de forma activa se encuentran los miembros del Círculo John Dewey, orgullosos de demostrar que los denominados “miembros más inteligentes de la comunidad” fueron capaces de llevar a la guerra a una sociedad a base de divulgaciones inventadas, cuyo cometido en aquel tiempo era controlar el pensamiento de todo el mundo, suscitando en ella un fanatismo patriótico. En realidad, el cometido principal era controlar la opinión de los miembros más preparados de la sociedad, quienes extenderían la propaganda inventada y convertir así un país pacífico en una especie de histeria bélica colectiva. Cuando la propaganda es apoyada por ciertas élites y no permite desviación alguna, el efecto puede ser enorme.

II. Democracia para Espectadores

3. Democracia para Espectadores

Otro grupo impresionado por los éxitos de la Democracia Liberal y principales figuras de los medios más importantes, tales como Walter Lippman, periodista destacado, crítico en política y teórico de la democracia liberal. Lippman se vio involucrado con estas comisiones de propaganda y reconoció los logros obtenidos. En su ensayo “Una teoría progresista del pensamiento democrático liberal”, él llamaba “revolución en el arte de la democracia” a lo que podía utilizarse para crear consentimiento, es decir, producir en el público, mediante las nuevas técnicas de propaganda, utilizando las revoluciones populares para después conducir a las estúpidas masas hacia un futuro que no son capaces de prever por sí mismas.

Lippman, mediante su teoría sobre la democracia progresiva, diferencia dos tipos de ciudadanos. En primer lugar, aquellos que desempeñan un papel activo en la gestión de asuntos de carácter general. Un grupo de dirigentes, de pequeño porcentaje que lleva a cabo la función ejecutiva, lo que significa que ellos son los que piensan, planifican y entienden los intereses comunes. Este grupo decide qué hacer con “los otros”. La otra clase es el “aturdido rebaño”, su función es la de ser espectadores, sin participación alguna en la acción, aunque por tratarse de una democracia, de vez en cuando se le permite decir: “Queremos que tú seas nuestro líder”.

4. Creación de Consentimiento

Se necesita algo que domestique al aturdido rebaño, y ese algo es: la creación de consentimiento. La primera medida sería la división de medios de comunicación, las escuelas y la cultura popular. La clase de dirigentes necesita recibir un cierto sentido tolerable de realidad, además de inculcarles las creencias adecuadas. Para llegar a una posición desde la cual puedan tomar decisiones, han de haber trabajado para aquellos que detentan un poder real. La gente de poder real es quien posee la sociedad y es un grupo bastante reducido. Para acceder, se tiene que servir según sus intereses. Por ello es preciso inculcarles creencias y doctrinas.

Por lo tanto, existe un sistema educativo dirigido a los hombres responsables, basado en profundidad en los valores e intereses del poder privado y el nexo corporativo-estatal que ellos representa. Al resto del rebaño bastará distraerlo. Desviar su atención hacia otra cosa. Reinhold Niebuhr, llamado a veces “el teólogo del sistema”, George Kennan, los intelectuales de Kennedy y algunos más dijeron que “la racionalidad es una cualidad muy restringida”: sólo un reducido número de personas la tienen. Harold Lasswell, fundador de las modernas Ciencias de la Comunicación, declaró que no debemos sucumbir ante ciertos “dogmatismos democráticos” que dicen que los hombres son los mejores jueces de sus intereses particulares. Porque no lo son. Somos nosotros, decía, los mejores jueces de los intereses y asuntos públicos, por consiguiente, más allá de la moralidad común, tenemos que asegurarnos que no tengan oportunidad de actuar en base a sus juicios por lo general erróneos.

III. Relaciones Públicas

5. Relaciones Públicas

Los Estados Unidos fueron los pioneros en la industria de las relaciones públicas. Su cometido era “controlar la opinión pública” a través de sus líderes. Habían aprendido de los éxitos obtenidos por la Comisión Creel y la Alarma Roja (Red Scare). Durante la década de 1920 la industria de las relaciones públicas experimentó una gran expansión, obteniendo tal subordinación del público a sus normas comerciales. La situación llegó a tal extremo que los comités del Congreso empezaron a investigar en la década siguiente. La gran cantidad de información que tenemos procede de dichos estudios. Esta industria mueve al año un billón de dólares. En la década de 1930 volvieron a surgir problemas: una gran depresión que dio lugar a una sustancial reorganización del trabajo y en 1935 la clase obrera obtuvo su primera victoria legislativa de importancia con el Acta Wagner, que le daba derecho a organizarse. Esto supuso dos problemas serios: la democracia funcionaba mal (el aturdido rebaño obtenía victorias legislativas) y las posibilidades cada vez más grandes del pueblo para organizarse, podrían entonces a llegar a ser algo más que simples espectadores y eso sería una auténtica amenaza.

El poder empresarial tuvo una reacción contundente para asegurarse de que esa era la última victoria de la organización popular. Y en efecto fue así. A partir de entonces, la capacidad de acción a través de los sindicatos experimentó una decadencia continua. La Asociación Nacional de Fabricantes, la Business Roundtable y algunas más se pusieron a trabajar en contra a las desviaciones democráticas. La primera prueba tuvo lugar en 1936, con motivo de una importante huelga en la empresa de Aceros Bethlehem, en Johnstown, Mohawk Valley. Los empresarios utilizaron los medios de propaganda puesto que eran mucho más sutiles y efectivos que utilizar gorilas y rompehuesos. La idea era volver la opinión pública contra los huelguistas, presentándolos como subversivos, dañinos para la población y contrarios a los intereses comunes. Había que inculcar que los intereses comunes son los “nuestros”. Intención de estar juntos y compartir cosas como armonía, americanismo y trabajo común. Debemos y podemos trabajar juntos. Esto funcionó con tal efectividad que más tarde recibió el nombre de “fórmula de Mohawk Valley”. La eficacia es enorme hasta nuestros días.

La gente que trabaja en relaciones públicas tiene claro el concepto de democracia: un sistema en el que el grupo de especialistas esté entrenado para trabajar al servicio de los amos, de los dueños de la sociedad. El resto de la población queda privada, se limita a sentarse al televisor y recibir en sus cabezas el mensaje que afirma que el único valor en la vida es disponer de más y más comodidades. Hay que hacer que conserven un miedo permanente, por lo contrario, podrían empezar a pensar por sí mismos, lo cual es muy peligroso ya que no tienen la capacidad de hacerlo. Por ello es importante distraerles y marginarles. Los medios de comunicación constituían un monopolio corporativo; todos tienen el mismo punto de vista. Los dos partidos eran dos facciones del partido del poder financiero y empresarial. Y así la mayor parte de la población ni tan solo se molestaba en ir a votar ya que ello carecía totalmente de sentido, quedando, por ello, debidamente marginada. Al menos este era el objetivo.

El personaje más destacado de la industria de las relaciones públicas, Edward Bernays, procedía de la Comisión Creel. Aprendió bien la lección y se puso manos a la obra a desarrollar lo que él mismo llamó la ingeniería del consenso, que describió como “la esencia de la democracia”.

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