El profeta y el grito: Expresionismo y simbolismo en el arte
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El profeta
Se trata de una escultura exenta con multiplicidad de puntos de vista. El material empleado es el bronce. El escultor ha intentado esculpir el vacío, el hueco. Las láminas que forman al profeta no son un bloque, sino que forman curvas y se retuercen.
En cuanto a las calidades táctiles, parece rugosa al tacto y la luz, en lugar de resbalar, se integra en la escultura, haciéndola parte de ella. Respecto a la masa, parece pesada por el color y por sus dimensiones (2,35 x 0,65 m), aunque sus huecos y espacios vacíos la hacen parecer ligera en algunas zonas.
La escultura está concebida para ser rodeada y apreciar las distintas visiones de su cuerpo, aunque el gesto de gritar es el mismo y predominante. Gracias a las curvas, torsiones y huecos, se crean contrastes de luces y sombras que le dotan de gran expresividad. Gargallo consideraba el aire como un aspecto importante, consiguiendo que el vacío tuviera más relevancia que el propio volumen.
La escultura no es realista, pero sí figurativa, pudiendo distinguir una persona. Alejada del realismo, se busca una estética expresionista y cubista. Los paños se tratan de forma irreal, aunque dan la sensación de vestimenta, pudiendo intuir una túnica.
En cuanto a la composición, la obra se estructura a partir de una línea central vertical que va desde la cabeza, pasando por la columna y la pierna izquierda, aportando solidez. Otra línea la forma la pierna derecha y el bastón, casi paralelas, aportando dinamismo. Este dinamismo se refuerza con las curvas y contracurvas (como la de la espalda) formadas por los vacíos, que permiten un juego de formas cóncavas y convexas, de materia y no materia, que recuerdan al cubismo. Los pies, de gran tamaño, parecen agarrarse con fuerza a la tierra. Las piernas separadas dotan a la figura de autoridad y actividad, recordando a figuras del neoclasicismo, como en el Juramento de los Horacios de David.
La escultura destaca por su esquematismo y simplicidad. Aunque predominan el gesto y la expresividad, todas las líneas y planos nos llevan a la cabeza, y más concretamente a la boca abierta gritando.
La escultura muestra a un hombre de pie, con la espalda cubierta por una piel de cordero, levantando un brazo amenazante y sujetando un bastón con el otro. Su expresión muestra fuerza e incluso agresividad, gritando en un gesto amenazante, aunque cargado de miedo. Representa a un profeta, y aunque el tema remite a la iconografía cristiana, la actitud del escultor parece alejarse de esa dirección, sugiriendo que el profeta advierte de algo que va a suceder (tal vez el peligro de los fascismos).
El grito
Se trata de una obra realizada en óleo sobre tabla. La pincelada es libre y suelta. Las líneas rectas (diagonales) de la izquierda contrastan con las curvas onduladas del fondo, aportando dinamismo a la escena y guiando la mirada por el lienzo.
En cuanto al color, existe una contraposición entre gamas cálidas (rojo, amarillo, naranja) y frías (azul, lila), que contrastan con el azul del mar, como un fiordo noruego. Los colores son antinaturalistas. La luz es antinatural, sin un foco determinado ni claroscuro.
La barandilla da profundidad. Las diagonales y líneas onduladas crean sensación de profundidad sin interrupción, conectando la figura con el fondo y guiando la mirada, en una especie de perspectiva acelerada.
La figura principal, deformada por curvas, se asemeja a una llama o una calavera. Esquemática, no se detiene en detalles como la cara o las manos, sino en el efecto de conjunto.
En la composición, la figura central se equilibra con otras dos. La barandilla divide el cuadro en dos zonas: la de las personas, con predominio de líneas rectas, y la del otro lado, con curvas y movimiento.
Las figuras carecen de volumen, aunque las líneas curvas evitan que parezcan completamente planas.
El objetivo no es recrear la realidad, sino expresar angustia y soledad. Predomina lo expresivo sobre lo narrativo, dando importancia a la reacción del espectador. El cuadro refleja estados de ánimo y plasma los sentimientos del autor, transmitiendo la angustia y el "grito".