El Proceso de Kafka: Un Análisis de la Culpa, el Conocimiento y la Justicia
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El Proceso de Kafka: Un Análisis
La Culpa y el Desconocimiento
"K. hizo un ademán como para arrancarse de los dos hombres que, no obstante, se mantenían lejos de él, y quiso continuar su camino… -No- dijo el que estaba junto a la ventana -usted no tiene derecho a salir, está detenido… -Así parece -dijo K.(…) y añadió enseguida- ¿Y por qué? -No estamos aquí para decírselo. Vuelva a su habitación y espere. El procedimiento está en marcha y lo sabrá usted todo en el momento oportuno. Yo me excedo en mi misión al hablarle tanto. Si sigue usted teniendo en todo tanta suerte como sus guardianes, puede tener esperanza."
Este fragmento, que pertenece al primer capítulo de El Proceso, presenta las situaciones que luego desarrolla circularmente la novela. José K. es sorprendido por dos hombres que le informan del inicio de un proceso. Estos guardias le proporcionan dos claves: la espera y el azar. Atenerse a ellas significaría comenzar a entender el mecanismo de la justicia; violarlas, como intenta K., representa la muerte. Conocer es morir: como el condenado de "La colonia penitenciaria", K. entiende cuando el cuchillo se clava en su cuerpo.
La Doble Identidad y el Misterio
En El Proceso, la identidad en la burocracia es doble, invisible o simulada: los guardias son ladrones (roban las camisas de K.) y parecen comisionistas; los verdugos se asemejan a viejos actores; los códigos sobre la mesa del juez son libros pornográficos; el pintor Titorelli pinta retratos idealizados de los jueces. El conocimiento de los hechos es incierto, incompleto, rodeado de misterio: "La jerarquía de la justicia comprendía grados infinitos, entre los cuales se perdían los propios iniciados. Ahora bien, los debates ante los tribunales permanecían secretos…". Existe una negación del conocimiento, y las preguntas iniciales quedan sin respuesta hasta la muerte de K., quien aparenta entender su ejecución. K. se pregunta: "¿De qué soy acusado? ¿Qué autoridad dirige el proceso? ¿Son ustedes funcionarios?". No hay respuesta posible: le dicen que interroga como un niño.
Los Equívocos y la Impaciencia de K.
K. no entiende su proceso y sus actos influyen negativamente: su error es la impaciencia, que lo precipita en equívocos. Estos son propios de la realidad: la comisión investigadora sesiona en la casa del ujier; el tribunal parece una reunión política; K., en vez de contestar con humildad, pronuncia un discurso, violando las convenciones. Pone en duda la autoridad del juez y el proceso. Desconoce las leyes y pierde: "Quiero simplemente -dijo el juez- hacer notar que usted mismo se ha frustrado…". Ni el juez confía en sus palabras: la mujer del ujier le dice a K. que el juez ha escrito un informe, como si el interrogatorio hubiera existido.
Las Salidas Falsas: Autobiografía y Titorelli
Según Marthe Robert, dos formas de arte se ofrecen como salida: la autobiografía de K. y el arte del pintor Titorelli, pintor oficial de la Justicia. Se replantean los problemas de la palabra en relación con la salvación o condena. K., embriagado de palabras, acusa a los guardias, quienes son azotados días después. Las palabras de K. se independizan. K. cree en su palabra y desconfía de la ajena; no cree en sus abogados. Piensa que él mismo podría escribir mejor su defensa, un informe autobiográfico. Se engaña al pensar que es el primero que se defiende. Escribir la defensa es una tarea interminable. La otra salida es Titorelli, quien le brinda información: "Se presentan tres posibilidades: la absolución real, la absolución aparente y la prórroga ilimitada. Que yo sepa no hay nadie que pueda determinar una absolución real." Se niega la inocencia; todo procesado es culpable. Solo se pueden obtener remisiones.
El Camino Bloqueado: La Parábola del Sacerdote
El tercer camino, bloqueado, lo señala un sacerdote. Mediante una parábola, K. entiende su desesperación: el Tribunal Supremo, el único que puede aceptar su inocencia, es inaccesible. Un centinela (la sociedad) se lo impide. El sacerdote lo dice: "…me temo que termines mal… Se te tiene por culpable…". K. espera a los enviados. Siente que debería hundir él mismo el cuchillo, pero no lo intenta. Muere "como un perro", "como si la vergüenza debiera sobrevivirle". No conoce su culpa. El planteo de Kafka es formal: K. es condenado por sus errores, mientras que la culpa inicial se borra. Una vez que la justicia se pone en marcha, desaparece la inocencia; todos son culpables. El tribunal administra el castigo, no averigua la verdad. K. ha luchado por descifrar informaciones simbólicas y contradictorias; ha cometido errores e ignoró su culpa, pero la asumió. Todo estaba decidido: K. no pudo asumir la ilogicidad del juicio e intentó comprender. En un mundo irracional, la razón es la mayor culpa.