Principios Fundamentales para la Evaluación y el Apoyo en Discapacidad Intelectual
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Principios Esenciales para la Evaluación y el Apoyo en Discapacidad Intelectual
En el ámbito de la educación y el apoyo a personas con discapacidad intelectual, es fundamental adherirse a una serie de principios que garantizan una práctica profesional ética, inclusiva y efectiva. A continuación, se detallan cinco pilares clave que deben guiar la intervención:
1. Las limitaciones en el funcionamiento presente se deben considerar en el contexto de ambientes comunitarios típicos de los iguales en edad y cultura.
Al evaluar a alumnos o adultos con discapacidad intelectual, es crucial realizar una valoración del funcionamiento de la persona en un entorno habitual y normalizado. Esto implica comparar los resultados de las pruebas o la observación clínica con los de personas de la misma edad y grupo cultural, asegurando una perspectiva contextualizada y justa.
2. Una evaluación válida tiene en cuenta la diversidad cultural y lingüística, así como las diferencias en comunicación y en aspectos sensoriales, motores y conductuales.
Este principio busca evitar errores que, lamentablemente, se han cometido y aún persisten en la evaluación y el diagnóstico de la discapacidad intelectual. Las evaluaciones deben basarse en una buena práctica profesional, la cual nunca debe tener un carácter discriminatorio. Se considera que una evaluación es “discriminatoria” cuando no tiene en cuenta peculiaridades étnicas, culturales, lingüísticas o personales (en comunicación, comportamiento motor, conducta, entre otros) que afectan a los resultados de las pruebas aplicadas. Cuando estas características de una persona influyen en los resultados (de CI o conducta adaptativa), o no han sido consideradas en las pruebas o instrumentos utilizados, la explicación de los resultados podría deberse precisamente a estas causas, impidiendo establecer una relación directa entre los resultados y un diagnóstico de DI.
3. En una persona, las limitaciones coexisten habitualmente con capacidades.
Debemos adoptar una perspectiva positiva en la evaluación de las personas con discapacidad intelectual, centrándonos en sus capacidades y no solo en sus limitaciones, una práctica que ha sido muy común. Si bien es necesario conocer las limitaciones, es la información sobre las capacidades la que permitirá establecer las líneas de acción educativas o de habilitación para construir un programa individual de apoyo efectivo.
4. Un propósito importante de la descripción de limitaciones es el desarrollo de un perfil de necesidades de apoyo.
Esta premisa, junto con la anterior, posee un marcado carácter ético. Al igual que la persona debe ser comprendida en sus capacidades y limitaciones, las tareas de evaluación deben vincular la información que se recoge con los programas de apoyo orientados a mejorar el funcionamiento de la persona. Se debe mirar siempre hacia la ayuda que se puede prestar a la persona y no a invertir tiempo en procesos que no conduzcan a la toma de decisiones de apoyo, salvo en casos expresamente necesarios.
5. Si se mantienen apoyos personalizados apropiados durante un periodo prolongado, el funcionamiento en la vida de una persona con DI generalmente mejorará.
No se debe dejar a nadie de lado, por muy graves que sean sus limitaciones, lo que aporta una visión optimista y esperanzadora en cualquier situación. Las claves son definir qué apoyos son los apropiados y mantenerlos durante un periodo prolongado. Todas las personas tienen derecho a una atención y un apoyo individualizado y apropiado.