Principios Fundamentales de la Ética Formal de Kant

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La Ética Formal de Kant: Fundamentos y Características

Formalismo de la Ética Kantiana

La ética kantiana presenta tres características principales: proponer un criterio de legitimidad de la máxima exclusivamente formal, defender la autonomía de la voluntad en la experiencia moral y mantener que las acciones buenas solo son aquellas que han sido hechas por deber.

La ética kantiana se denomina ética formal y se contrapone a la ética material. La materia del imperativo es lo mandado (así, en el imperativo «debes ser veraz», la materia es la instrucción de decir la verdad); la forma es el grado de universalidad o particularidad del imperativo: siempre, algunas veces, nunca. Pues bien, la característica esencial de la ética kantiana consiste en indicar que una máxima describe propiamente una acción moral cuando cumple un requisito puramente formal: que pueda ser universalizable. En la ética kantiana, no es la materia de la voluntad (lo querido), sino la mera forma de la legitimidad universal de su máxima, lo que constituye el fundamento de determinación de dicho arbitrio (de la voluntad). Un requisito puramente formal, como es el de la posibilidad de la universalización, puede servir como criterio para separar todas las conductas en dos grupos: las conductas buenas y las malas. Si la máxima de conducta se puede universalizar, entonces esa máxima describe una acción buena; en caso contrario, la acción es mala.

Autonomía de la Voluntad

La autonomía se contrapone a la heteronomía. Un sujeto es autónomo cuando tiene la capacidad de darse a sí mismo sus propias leyes (y la capacidad de realizarlas); por el contrario, es heterónomo cuando las leyes no residen en él mismo, cuando le vienen de fuera (las éticas materiales son heterónomas). La ética kantiana es autónoma, pues para Kant las verdaderas acciones morales solo son las fundamentadas en la autonomía de la voluntad, de tal modo que considera que solo allí donde encontramos acción moral encontramos libertad. Es decir, cuando nos conducimos moralmente, el fundamento de determinación de nuestra voluntad no nos viene de fuera, del mundo o de la religión, sino de nosotros mismos: es nuestra razón la que nos da el criterio de la conducta buena; somos nosotros mismos quienes nos determinamos. No es la necesidad física, ni las exigencias de orden político, ni Dios, ni los sacerdotes quienes deben ordenar nuestra conducta, sino nuestra propia conciencia, la razón práctica. En la experiencia moral somos autónomos porque la ley a la que nos plegamos está en nosotros mismos.

La autonomía de la voluntad defendida por Kant enlaza con el carácter ilustrado de su pensamiento: la Ilustración es el paso a la mayoría de edad, la exhortación a la autonomía del sujeto, a la independencia de su juicio y conducta solo sometida a las indicaciones de la Razón, Razón que no le es ajena sino que le pertenece a él y a la Humanidad entera.

El Deber por el Deber: El Rigorismo Kantiano

Para Kant, el fundamento de las acciones buenas es el deber, no la inclinación. Y así establece que la única voluntad válida, moralmente hablando, es lo que él llama «buena voluntad», que es aquella que actúa exclusivamente por deber.

El deber es la «necesidad de una acción por respeto a la ley». Para que una acción sea buena, no basta que sea conforme al deber; además, ha tenido que ser hecha por deber. El rigorismo kantiano implica dos cuestiones: el deber por el deber, incluso aunque vaya en contra de mi felicidad y de la felicidad de las personas que quiero; y el carácter universal de la bondad o maldad de una acción: si está mal mentir, está mal bajo cualquier circunstancia. Aceptar una excepción implicaría aceptar las condiciones del mundo en la determinación de la voluntad y, por lo tanto, la heteronomía. El imperativo categórico prescribe una acción como buena de forma incondicionada, es decir, manda algo absolutamente. Declara la acción objetivamente necesaria en sí, sin referencia a ningún propósito extrínseco; solo el imperativo categórico es el imperativo de la moralidad.

Kant dio varias formulaciones generales del imperativo categórico, entre las que destacan las siguientes:

  • Fórmula de la ley universal: «Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal».
  • Fórmula del fin en sí mismo: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio».

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