Principales Corrientes Éticas en la Filosofía Moral
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Las Teorías Éticas Fundamentales
La ética es la disciplina filosófica que explica qué es la conducta moral y cuáles son las características que la distinguen de otras acciones que no se consideran propiamente morales.
Dos Concepciones Principales
Ética Teleológica
Esta concepción interpreta las acciones en función de un fin. Una acción es buena o mala según las consecuencias que tenga. Aristóteles consideró que el fin al que aspira el individuo al realizar cualquier acción es la felicidad y el bienestar. Por tanto, una acción será buena si nos permite ser más felices y sentir un mayor bienestar.
Aristóteles se preocupó por la vida buena, el arte de vivir. Su objetivo principal consistía en averiguar cómo tiene que vivir una persona para que pueda considerar que ha tenido una vida feliz.
Ética Deontológica
La palabra "deontológica" proviene del griego deon, que significa deber. Para juzgar si una acción es buena o mala, no hay que atender a las consecuencias, sino a los principios que han guiado dicha acción. Actuar bien equivale a actuar movido por el deber dictado por unos principios, independientemente de las consecuencias que tenga.
Las Escuelas Helenísticas
Existen tres escuelas principales:
Los Cínicos
Rechazaban cualquier forma de vida social; su ideal de vida era aquel en el que el ser humano se encuentra totalmente integrado en la naturaleza. Criticaban todas las convenciones sociales porque pensaban que separaban a los individuos. Su principal representante fue Diógenes de Sínope.
Estoicismo
La finalidad de la vida es la buena vida. Solo en auténtica armonía con la naturaleza el sabio podrá ser feliz, lo que no significa que haya que huir de la vida social y política, tal como reivindicaban los cínicos. Sus principales representantes fueron Séneca, Epicteto y Marco Aurelio.
La naturaleza es determinada e inexorable; hay que aceptar los avatares de la vida sin perturbarse, porque no dependen de uno mismo y por esa razón no hay que dejarse dominar ni por el temor, el miedo o la tristeza. No se puede ir en contra del curso de la naturaleza, por lo que a través de nuestra razón hay que asumir todo lo que nos ocurre, sin dejarse arrastrar por las pasiones. De este modo se consigue la tranquilidad del alma. Defendían una concepción cosmopolita del ser humano.
Epicureísmo
Debe su nombre a su fundador, Epicuro. Intentaron dar solución al problema de la felicidad identificándola con el placer. Para ellos, el término placer no tiene un significado puramente hedonista. Para Epicuro, la felicidad consiste en evitar el dolor físico y anímico. Con este objetivo, se debe buscar el placer, pero solo aquel que no produce dolor, desgracia o angustia. No todo dolor es malo, ya que a veces conduce al bienestar del cuerpo y del alma.
Epicuro consideraba que el hombre debe eliminar las principales causas que provocan su angustia y desasosiego:
- Miedo a los dioses
- Miedo a la muerte
- Miedo al dolor y al fracaso
El Utilitarismo
Sus representantes más destacados son Jeremy Bentham y John Stuart Mill. Defienden una concepción ética teleológica, porque consideran que las acciones solo tienen un sentido por la finalidad a la que tienden. Estos pensadores son consecuencialistas: las acciones son buenas en función de sus efectos y consecuencias, y no por sus intenciones. Para los utilitaristas, hay que buscar el bienestar del mayor número de personas. La finalidad a la que aspira todo ser humano es la felicidad, que para los utilitaristas es equivalente al placer o bienestar.
Jeremy Bentham
Para él, la ética consiste en el arte de dirigir las acciones de los hombres hacia la producción de la mayor cantidad de felicidad posible. El fin de las acciones humanas consiste en buscar la felicidad y tratar de escapar del dolor.
John Stuart Mill
Asume las ideas de su predecesor, aunque sostiene que no todos los placeres son iguales y que pueden jerarquizarse en placeres inferiores (pasiones) y superiores (intelecto). Afirmó que "es mejor ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho". Defiende que el ser humano tiene la capacidad de desarrollar sus facultades más elevadas mediante el estudio y el conocimiento, y que este es el aprendizaje que le depara mayores placeres. La felicidad no es individual, sino solidaria.