La poesía durante la Guerra Civil y otros personajes en 'El cuarto de atrás'
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Tanto para la poesía como para los demás géneros, la Guerra Civil supuso una fractura total con la literatura anterior.
La poesía de los años 40:
La poesía de los años treinta se fue alejando de la poesía pura y deshumanizada de las vanguardias. En la Guerra Civil, se usa el verso al servicio de posiciones políticas e ideológicas, con la consiguiente pérdida de calidad.
Miguel Hernández (1910-1942)
Miguel Hernández basa sus poemas en las metáforas. En su poesía proletaria y popular predominan las comparaciones más sencillas, como vemos en Viento del pueblo.
Los poetas en el exilio:
Su mayor preocupación fue España, la patria perdida.
Los poetas 'arraigados':
Escorial y Garcilaso: Formalismo clasicista. Deseo de armonía, orden y claridad.
Los poetas 'desarraigados':
Espadaña, Dámaso Alonso: Hijos de la ira, poesía existencial. Vicente Aleixandre: (Premio Nobel de Literatura en 1977) Sombra del paraíso oscuridad del lenguaje. Blas de Otero, Gabriel Celaya y José Hierro.
Postismo y grupo Cántico:
En su época no fueron valorados y su reconocimiento se produce a partir de los años setenta. Se trata del Postismo y el grupo Cántico, cuyas características te resumimos en este cuadro.
La poesía social de los años 50:
Poesía que quiere cambiar la sociedad y va dirigida, como dice Blas de Otero, 'a la inmensa mayoría'.
La renovación de los años 60:
Rompe con la poesía social, postura crítica, barroquismo. Estos poetas comienzan a escribir en los años cincuenta pero se consolidan en los 60.
Jaime Gil de Biedma:
Las personas del verbo.
Ángel González:
Poesía crítica con las convenciones sociales, Grado elemental.
José Ángel Valente:
Poesía como una forma específica de conocimiento de la realidad.
Los 'novísimos':
Poesía social, el rechazo más combativo de la misma se da desde mediados de los sesenta, José María Álvarez y Guillermo Carner.
Carola, Rafael y la Hija en 'El cuarto de atrás'
Carola: la compañera sentimental de Alejandro se presenta en el capítulo quinto. Decimos que se presenta porque no aparece físicamente, algo que cobra especial relevancia para la protagonista: 'Me gustaría verle la expresión, la voz sola no da bastantes pistas, hace falta el rostro'. Oímos su voz 'con acento canario o andaluz' por teléfono en el diálogo que mantiene con la protagonista desde un lugar recóndito (Puerto Real). A través de Carola conocemos el carácter de Alejandro, un 'machista' y un 'Barba Azul' que guarda celosamente sus secretos y no tiene reparos en maltratarla si esta le desobedece. Este personaje puede interpretarse como alter ego de la protagonista, ya que frente a esta, Carola se atreve a vivir el amor con toda su intensidad y a pesar del dolor que ello supone: 'a mí es que las precauciones no me van, ¿que me meto en la boca del lobo?, pues me metí'. Es posible relacionar la intensidad de este personaje con su procedencia sureña, a diferencia de la serenidad que suele caracterizar el temperamento del norte, donde ha nacido y vivido.
Rafael: primo de Carola. Solo interviene tres veces y escuetamente para preguntar por Alejandro y por la identidad de la protagonista. Carola lo utiliza como consuelo, como remedio para soportar la ausencia de Alejandro, su verdadero amor.
Hija: aparece en el último capítulo. Llega de madrugada (5:00), después de haber pasado la noche en la casa de una amiga (Alicia, ¿homenaje a Lewis Carroll?). Representa la mujer de la época (finales de los años setenta), ya que, a diferencia de la protagonista, puede salir de noche y ser acompañada sin miedo a las habladurías. Sin embargo, en esta ocasión no conocemos su nombre. Por las palabras de la protagonista se intuye que no es buena estudiante: 'A ver si a partir de mañana te pones las pilas'.
'Una maleta de doble fondo' (Capítulo V) y 'La isla de Bergai' (Capítulo VI)
Una maleta de doble fondo (Capítulo V)
El capítulo comienza de la misma forma que el capítulo II, con una llamada telefónica. El timbre del teléfono saca a la protagonista del cuarto de estar y la introduce en un nuevo plano de la ficción. Una desconocida, una mujer aparentemente despechada por el extraño invitado vestido de negro, llama desde Puerto Real para hablar con él -ahora sabemos su nombre: Alejandro-, rogar su perdón y enderezar la relación sentimental que se ha ido a pique por una tercera persona, supuestamente nuestra narradora, a quien atribuye la autoría de las cartas de amor que la mujer ha descubierto. Por supuesto, nuestra protagonista desconoce la existencia de esas cartas, misteriosamente firmadas con la C. de su nombre (Carmen), letra que también posee el nombre de la mujer enojada, Carola. De repente, el invitado de negro se funde con el Alejandro de la novela rosa que empezó a escribir con su amiga de la infancia. Este triángulo amoroso es una parodia del género que alimentó la educación sentimental de la narradora, quien ahora fabula con la posibilidad de estar viviendo uno de aquellos apasionados enredos.
La isla de Bergai (Capítulo VI)
La protagonista se demora en el regreso a la habitación. Detrás de una de las cortinas rojas, se recrea en la observación y rememora su primera actuación en el teatro Liceo de Salamanca. Finalmente, entra a escena y encuentra el cuaderno de tapas azules que andaba buscando desde el principio, el que empezó la mañana del entierro de Franco y contiene las notas del libro que intentaba escribir sobre la posguerra. Retoman la conversación y el tema es la escasez. Los años de la guerra y la posguerra estuvieron marcados por la necesidad. Y de la necesidad surgió la inventiva. Así fue como su amiga de la infancia y ella crearon la isla de Bergai, un escondite ante la vida. Cuando el cuarto de jugar ('el cuarto de atrás') de la casa familiar de Salamanca se transformó en despensa para hacer frente a los momentos de escasez de alimentos, el único refugio que conocía desapareció y, con él, se apagó el deseo de poseer juguetes. En su lugar, su amiga y ella construyeron la isla desierta de Bergai. Así empezó su aislamiento.