Platón: La Jerarquía de la Realidad y el Camino al Conocimiento Verdadero
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La Dualidad Platónica: Ideas Iluminadas y Realidades Sensibles en Penumbra
Con la expresión “un objeto iluminado por la verdad y el ser”, Platón se refiere a cualquier Idea, en contraposición a las realidades sensibles, a las que el texto alude precisamente con la expresión “lo que está envuelto en penumbras, que nace y perece”.
Como se sabe, las Ideas son realidades inteligibles, inmateriales, eternas, inmutables y trascendentes, que constituyen los paradigmas o modelos perfectos e ideales que las cosas sensibles copian imperfectamente. Son, por tanto, las esencias de las cosas sensibles, las cuales les deben su ser y su realidad.
Por otra parte, las realidades sensibles son realidades visibles o accesibles a los sentidos; son materiales, están sometidas al nacimiento y a la muerte —por tanto, son perecederas— y, tal y como decía Heráclito, están en constante proceso de cambio.
El texto deja claro en 508d que, mientras que las primeras son inteligibles y el alma puede obtener de ellas conocimiento, las segundas son realidades sobre las que no cabe un conocimiento definitivo (episteme) sino tan solo “opiniones cambiantes” (doxa), es decir, un saber confuso y oscuro, relativo y meramente sensible.
La Analogía del Sol y la Visión: Alma y Conocimiento
Esto se debe al tipo de realidad que poseen unas y otras, y Platón trata de ilustrarlo comparando el alma y su búsqueda de conocimiento e inteligencia con el ojo y su búsqueda de la visión:
En efecto, al alma le pasa lo mismo que al ojo: cuando este apunta a objetos iluminados por la luz del sol, obtiene una visión clara; pero cuando se dirige a objetos envueltos en la penumbra, ve con dificultad. Análogamente, el alma, cuando apunta hacia las Ideas, obtiene conocimiento e inteligencia (recordemos que la inteligencia es el grado máximo de saber); mientras que si apunta hacia las cambiantes cosas sensibles, solo obtiene meras opiniones.
Ello es así porque cada Idea está “iluminada por la verdad y el ser”, debido a su participación directa de la Idea de Bien, que es la que da el ser a las Ideas y las hace inteligibles para el alma, a la manera como el sol hace visibles las cosas sensibles para el ojo humano.
Mundos Platónicos: Sensible y Inteligible
En el contexto de este capítulo del “Libro VI” de la República, con la expresión “aquel otro mundo”, Platón se está refiriendo en 508d al mundo sensible; mientras que con el demostrativo “este mundo” se refiere al mundo inteligible.
La clave reside en que, cuando habla de “aquel otro mundo”, menciona la luz, la visión y el sol, que gobierna el mundo sensible. Por el contrario, cuando se refiere a “este mundo”, habla del conocimiento, la verdad y la Idea de Bien, que, a semejanza del sol en el mundo sensible, gobierna en el reino de lo inteligible.
Características de los Dos Mundos
Como sabemos, Platón distingue dos ámbitos de realidad:
El Mundo Sensible (Aquel Otro Mundo):
- Accesible a la vista o a otros sentidos.
- Materiales.
- Cambiantes.
- Sometidas al nacimiento y a la muerte (impermanentes).
El Mundo Inteligible (Este Mundo):
- Formado por los objetos matemáticos y las Ideas.
- Inmateriales.
- Invisibles e inaccesibles a los sentidos, pero accesibles a la inteligencia.
- Ingénitas e imperecederas.
- Inmutables.
- Trascendentes.
- Subsistentes.
Estas realidades inteligibles son imitadas imperfectamente por las realidades sensibles, las cuales deben su existencia y su esencia a las primeras. Y así como en el mundo de las realidades sensibles (“aquel otro mundo”) reina el astro sol, en el mundo inteligible (“este mundo”) gobierna la Idea de Bien.
El Mundo Sensible y la Doxa
En el texto se mencionan algunas características adicionales que definen al mundo sensible:
Por ejemplo, en 508cd se dice de las cosas sensibles que, por estar “envueltas en la penumbra”, no pueden ser objeto de conocimiento (episteme), sino tan solo de “opiniones cambiantes” (doxa), las cuales, como sabemos, representan un grado de saber inferior basado en los sentidos.
También se alude al mundo sensible con la expresión “lo que nace y muere”, en alusión a la impermanencia que caracteriza a las cosas sensibles, y en contraposición a las realidades inteligibles, que, como hemos dicho antes, son ingénitas e imperecederas.