Platón: Crítica a la Democracia Ateniense y el Ideal del Filósofo-Rey
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Platón y la Crisis Política de Atenas
Platón, uno de los más grandes filósofos de la historia occidental, nace en plena Guerra del Peloponeso, cuando Atenas se enfrenta a Esparta. Esparta y Atenas eran rivales con sistemas políticos y costumbres diferentes. El pueblo ateniense era más abierto y centrado en la cultura, mientras que los espartanos eran de mentalidad cerrada y tenían como fin principal la guerra, con un objetivo educativo enfocado en formar guerreros. Todo esto culmina en la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.), que resulta en la derrota ateniense y deja a la ciudad con una gran crisis económica y política.
La Decadencia Ateniense según Platón
Platón sufre esta decadencia y la atribuye a dos problemas internos fundamentales:
- En el régimen de la oligarquía, los nobles se aprovechaban de los fondos públicos para enriquecerse.
- En la democracia, los gobernantes no eran capaces de tomar medidas duras.
La Guerra del Peloponeso fue un claro ejemplo de esta situación: los nobles dieron muestras de cobardía y los demócratas solo fueron capaces de aceptar una paz vergonzosa que trajo consigo el gobierno de los Treinta Tiranos, impuesto por Esparta y que duró un año. En este gobierno participaron familiares de Platón, pero él se negó a unirse debido a la corrupción.
Consecuencias y Convicciones de Platón
Tras la restauración de la democracia, los demócratas se dedicaron a inútiles venganzas, como la injusta condena a Sócrates. Esta situación explica dos factores clave en el pensamiento de Platón:
- La convicción de que es necesaria una forma nueva de gobierno que no cometa los errores de la democracia y la oligarquía.
- Cierta simpatía hacia Esparta, presente en su obra La República, como una forma de gobierno que, habiendo superado el dominio de la oligarquía, no había llegado a los excesos de la democracia.
El Símil del Barco: Una Crítica a la Democracia
Platón explica esta situación recurriendo al célebre símil del barco:
Un barco ‘cuyo capitán es más alto y más fuerte que todo el resto de la tripulación, pero es también ligeramente sordo y corto de vista, y su conocimiento del arte de navegar no es mucho mejor que su vista y oído’. Los tripulantes se amotinan y se apoderan del navío y ‘bebiendo y dándose a la juerga continúan el viaje, con el resultado que se podría esperar de ello’. No tienen ni idea del arte de pilotar ni de lo que debe ser un auténtico piloto.
Esta es, según Platón, la imagen de la democracia ateniense: en ella, los políticos no tienen ni idea de lo que se traen entre manos, y cuando al pueblo le viene en gana se desembaraza de los políticos y se comporta como si para conducir bien el navío del Estado no hiciesen falta conocimientos especiales. Esta manera insensata e ignorante de llevar los asuntos del Estado es la que Platón se propone sustituir por el gobierno del filósofo-rey, es decir, del hombre que sepa en realidad cuál es la ruta que debe seguir el navío del Estado y pueda ayudarle a superar las tempestades y las dificultades de todo género que vaya encontrando durante el viaje.