Pilares Ideológicos del Régimen de Franco en España

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La España de 1939 era una nación arrasada material, demográfica y emocionalmente. El nuevo Estado dirigido por el general Franco representaba los intereses de la oligarquía tradicional, la Iglesia y el Ejército, pilar fundamental de la dictadura sobre el que Franco ejerció una completa autoridad. Se configuró una dictadura personal que suprimió derechos y libertades, conformando un Estado unitario, contrario a toda idea nacionalista o regionalista, al liberalismo y a la democracia liberal, por tanto, sin Constitución y sin partidos políticos. El régimen se caracterizó por una rotunda concentración del poder en la figura de Franco, jefe del Estado. Todas las instituciones le estaban completamente subordinadas y sus miembros lo eran por voluntad del Caudillo. Las bases ideológicas del régimen son:

El Anticomunismo

Para los vencedores, comunistas eran todos los llamados “rojos”, lo que incluía: desde la extrema izquierda revolucionaria hasta la burguesía democrática por moderada que fuera. La propaganda anticomunista arreció a partir de 1950, cuando el régimen fue admitido en las organizaciones internacionales. Por último, hubo una serie de rasgos fascistas inspirados en el fascismo italiano y en el nazismo alemán, como la existencia de un partido único: La Falange (que fue utilizada como instrumento para mantener vivo el espíritu del 36, la exaltación del Caudillo, el desprecio a las instituciones o la violencia como medio de control de masas).

El Antiparlamentarismo y el Antiliberalismo

La democracia parlamentaria se identificaba con lo antiespañol y con el marxismo, prefiriendo la democracia orgánica en la que la representación política no la formaban los individuos sino las unidades orgánicas de la sociedad (familia, sindicato y municipio). Se rechazaban los partidos y estableció solo uno: Falange Española Tradicionalista y de las JONS.

El Nacionalcatolicismo

La Iglesia legitimó el alzamiento como si fuera una cruzada (Franco era caudillo de España por la gracia de Dios) y se identificó con el régimen sentando las bases del nacionalcatolicismo por el cual ser español y ser católico eran consustanciales. El dominio que la Iglesia ejerció en la vida social fue absoluto. Impuso una rígida moral católica, pública y privada, cuyo incumplimiento era castigado por el Código Penal. Su control de la educación era completo y tenía plena competencia en materia de censura y una presencia constante en los medios de comunicación.

Tradicionalismo

El régimen exaltó los símbolos y la historia de Castilla, identificándola con la de España, especialmente los mitos de la Reconquista y del Imperio de los Austrias (Carlos V y Felipe II), lo que sirvió para fundamentar las raíces históricas de la “unidad de la Patria”. Por eso se calificó la autonomía de las regiones alcanzada en la II República como antiespañola.

Todo sentimiento nacionalista que no fuera español fue perseguido y se prohibió el uso de cualquier lengua vernácula que no fuera el castellano.

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