Pilares Éticos de la Doctrina Social Católica

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Principios Fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia

La Doctrina Social de la Iglesia se fundamenta en principios sólidos que guían su enseñanza y acción en el ámbito social. Uno de estos principios centrales es la dignidad de la persona humana. El principio fundamental afirma que cada individuo está llamado a una relación con Dios y a participar en la vida divina. La dignidad se manifiesta en una serie de derechos humanos, que incluyen la igualdad esencial entre todos los hombres y la inviolabilidad de la persona. Además, se reconoce que tanto el individuo como la sociedad no se hallan en confrontación, sino en complementariedad de referencia mutua. Para garantizar una vida digna, se requieren estructuras e instituciones sociales que promuevan y protejan esta dignidad.

Otro principio fundamental es el bien común, definido como el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. Este concepto implica tanto derechos como deberes para el individuo y para cada institución. El bien común exige ciertas condiciones para cada persona y para la comunidad en su conjunto. Se manifiesta en un orden institucional y jurídico, tanto a nivel nacional como internacional. Además, se destaca que el bien común es el único título de legitimidad en el ejercicio del poder por parte de la autoridad civil o Estado.

El destino universal de los bienes es un principio que establece el derecho de todos los seres humanos a utilizar los bienes que Dios ha proporcionado. Se sostiene que estos bienes deben distribuirse equitativamente entre todos. Además, se subraya que el hombre es superior a todos los bienes, por lo que al usar las cosas exteriores que legítimamente posee, no debe tenerlas como exclusivamente suyas sino como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Se promueve un enfoque social y personalista de la propiedad privada y la formación de capital, así como el reconocimiento de la libre iniciativa económica frente a la ideología liberal que reivindica un carácter individualista e incondicionado del derecho a la propiedad privada.

El principio de subsidiaridad se centra en salvaguardar la libre iniciativa de las personas y las instituciones, evitando la injerencia innecesaria de instancias mayores en sus atribuciones. Se enfatiza la importancia de la iniciativa y la responsabilidad de los grupos sociales intermedios, así como la necesidad de un espacio de libertad. Se establece que el Estado no debe interferir, pero tiene el deber de ayuda a familias o instituciones más pequeñas cuando no puedan cumplir con sus funciones esenciales por sí mismas.

El principio de solidaridad y participación supone asumir la responsabilidad ética de la vida en común, desarrollando una actitud de contribución a la construcción de una sociedad justa y fraterna. Se reconoce que la convivencia supone unos derechos garantizados y unas obligaciones concretas de deber ético, participando activamente en la marcha de la sociedad. Se enfatiza el reconocimiento del conjunto de la sociedad del derecho de todos sus miembros a participar en la sociedad, ya sea en aspectos democráticos, políticos o en el desarrollo de las diversas realidades sociales en las que cada persona se encuentra implicado, la realidad económica, cultural y comunicativa.


El principio de subsidiaridad se centra en salvaguardar la libre iniciativa de las personas y las instituciones, evitando la injerencia innecesaria de instancias mayores en sus atribuciones. Se enfatiza la importancia de la iniciativa y la responsabilidad de los grupos sociales intermedios, así como la necesidad de un espacio de libertad. Se establece que el Estado no debe interferir, pero tiene el deber de ayuda a familias o instituciones más pequeñas cuando no puedan cumplir con sus funciones esenciales por sí mismas.

El principio de solidaridad y participación supone asumir la responsabilidad ética de la vida en común, desarrollando una actitud de contribución a la construcción de una sociedad justa y fraterna. Se reconoce que la convivencia supone unos derechos garantizados y unas obligaciones concretas de deber ético, participando activamente en la marcha de la sociedad. Se enfatiza el reconocimiento del conjunto de la sociedad del derecho de todos sus miembros a participar en la sociedad, ya sea en aspectos democráticos, políticos o en el desarrollo de las diversas realidades sociales en las que cada persona se encuentra implicado, la realidad económica, cultural y comunicativa.


La Doctrina Social de la Iglesia se fundamenta en principios sólidos que guían su enseñanza y acción en el ámbito social. Uno de estos principios centrales es la dignidad de la persona humana. El principio fundamental afirma que cada individuo está llamado a una relación con Dios y a participar en la vida divina. La dignidad se manifiesta en una serie de derechos humanos, que incluyen la igualdad esencial entre todos los hombres y la inviolabilidad de la persona. Además, se reconoce que tanto el individuo como la sociedad no se hallan en confrontación, sino en complementariedad de referencia mutua. Para garantizar una vida digna, se requieren estructuras e instituciones sociales que promuevan y protejan esta dignidad.

Otro principio fundamental es el bien común, definido como el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. Este concepto implica tanto derechos como deberes para el individuo y para cada institución. El bien común exige ciertas condiciones para cada persona y para la comunidad en su conjunto. Se manifiesta en un orden institucional y jurídico, tanto a nivel nacional como internacional. Además, se destaca que el bien común es el único título de legitimidad en el ejercicio del poder por parte de la autoridad civil o Estado.

El destino universal de los bienes es un principio que establece el derecho de todos los seres humanos a utilizar los bienes que Dios ha proporcionado. Se sostiene que estos bienes deben distribuirse equitativamente entre todos. Además, se subraya que el hombre es superior a todos los bienes, por lo que al usar las cosas exteriores que legítimamente posee, no debe tenerlas como exclusivamente suyas sino como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también a los demás. Se promueve un enfoque social y personalista de la propiedad privada y la formación de capital, así como el reconocimiento de la libre iniciativa económica frente a la ideología liberal que reivindica un carácter individualista e incondicionado del derecho a la propiedad privada.

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