Pilares de la Doctrina Social de la Iglesia: Bien Común, Dignidad y Solidaridad
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Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) poseen un profundo significado moral y son invariables, ya que forman parte intrínseca de la naturaleza humana. Es fundamental destacar la unidad existente entre ellos; deben ser comprendidos y aplicados de forma integrada.
1. Principio del Destino Universal de los Bienes
Este principio comporta un esfuerzo común para que todas las personas obtengan las condiciones necesarias para un desarrollo integral. El objetivo es que todos puedan contribuir a la construcción de un mundo más humano, donde cada individuo pueda dar y recibir. Declara que los bienes de la creación están destinados originalmente a todo el género humano, si bien reconoce también el derecho individual a la propiedad privada.
Sin embargo, esta propiedad debe estar limitada; su límite se encuentra donde comienza a perjudicar al prójimo o al bien común. Somos seres originarios. La afirmación "soy libre" se enmarca en la verdad de que Dios crea el mundo para todos, no solo para unas cuantas personas. Todos deben tener acceso a lo mínimo necesario para vivir dignamente y la posibilidad de prosperar.
Ejemplo: A menudo no somos conscientes de los recursos que poseemos y los desaprovechamos, sin detenernos a pensar en las necesidades acuciantes de muchas otras personas. Desperdiciamos grandes cantidades de comida mientras hay gente muriendo de hambre.
2. Principio del Bien Común
Se entiende como el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y fácil de su propia perfección. Este principio crea un nuevo "nosotros", en el que cada persona descubre su propio bien en comunión con los demás. Debemos destacar su carácter relacional, comunitario y universal.
Para alcanzar el bien común, es necesario reforzar los vínculos entre las personas y dar mayor importancia a valores como el amor, la justicia, la humildad y la paz.
Ejemplo: La contaminación ambiental y la falta de reciclaje perjudican directamente al bien común de toda la sociedad.
3. Principio de Subsidiariedad
Este principio debe considerarse como un complemento esencial de la solidaridad. Su función es proteger a la persona humana, a las comunidades locales y a los grupos intermedios frente a una absorción indebida por parte de instancias superiores, especialmente el Estado.
El Estado debe velar por el bien común y cuidar que todas las esferas de la vida social contribuyan a promoverlo, pero sin suplantar la iniciativa y responsabilidad de los cuerpos inferiores. Este principio se opone a toda forma de colectivismo o centralización excesiva, ya que una sobreprotección por parte del Estado terminaría por anular la responsabilidad social de los individuos y las comunidades.
Ejemplo: Fundaciones que promocionan el valor social, humano y trascendente de la vida (como Fundvida, Derecho a Vivir) son manifestaciones de este principio, actuando donde el Estado no llega o no debe intervenir directamente.
4. Principio de Participación
Es un principio fundamental de la democracia y posee un carácter global. La participación es un deber que todos debemos cumplir de forma responsable y siempre con vistas al bien común. Consiste en una serie de actividades mediante las cuales el ciudadano, como individuo o asociado a otros, contribuye a la vida cultural, económica, política y social de la comunidad civil a la que pertenece.
Para ello, es importante contar con el principio de la vita activa, que designa tres actividades fundamentales: labor (actividades ligadas a las necesidades biológicas), trabajo (producción de objetos y transformación del mundo) y acción (interacción política y social entre las personas).
Ejemplo: Participar en la vida política por medio de partidos políticos y asociaciones para la defensa de la vida y otros valores fundamentales es una obligación del cristiano y de todo ciudadano responsable.
5. Principio de Solidaridad
Este principio subraya la importancia de la sociabilidad de la persona humana y la igualdad de todos en dignidad y derechos. Se presenta bajo dos aspectos complementarios: como principio social ordenador de las instituciones y como virtud moral que guía la actitud personal.
La solidaridad nos exige a todos cultivar actitudes como el agradecimiento, la fidelidad, la generosidad, la paciencia, la participación activa y el respeto mutuo. Debemos solidarizarnos especialmente con los pobres y vulnerables para que alcancen la equidad y la justicia en el reparto de los bienes y oportunidades.
Ejemplo: La situación de los niños que se encuentran en países subdesarrollados, carentes de las facilidades y recursos que disfrutamos en otras partes del mundo, nos llama a la acción. Podemos colaborar con ellos mediante asociaciones como Cáritas o Manos Unidas.
6. Principio de la Dignidad de la Persona Humana
De este principio fundamental emanan todos los derechos humanos. Toda persona posee una dignidad inherente, por la cual debe ser tratada siempre como un fin en sí misma y nunca como un simple medio para otros fines.
Dios no piensa en los seres humanos en masa ni en porcentajes abstractos, sino como personas individuales, únicas e insustituibles, cada una con un valor infinito.