Pilares de la Democracia Ateniense: Instituciones Políticas y Judiciales
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Las Instituciones de Participación Ciudadana
La Asamblea
Formada por todos los ciudadanos varones con derecho a voto, mayores de 18 años, era el órgano decisorio de la democracia. Se reunía en la colina de Pnyx al menos 4 veces al año. La sesión comenzaba por la mañana y a veces duraba hasta la puesta de sol. Todos los temas de política exterior e interior eran objeto de debate. Con todas sus limitaciones e imperfecciones, la Asamblea era el alma de la democracia.
El Consejo
Formado por 500 ciudadanos, 50 por cada tribu. Era una especie de mesa de la Asamblea. No podía tomar decisiones políticas. Preparaba la agenda de los temas que se iban a tratar en la Asamblea y garantizaba que las decisiones aprobadas en la Asamblea se ejecutasen de forma correcta. Se reunía en la zona oeste del Ágora.
Los Pritanes
Tenían las máximas responsabilidades durante la décima parte del año. Todos los días deberían reunirse para trabajar en el Tolós, donde vivían a expensas del Estado. Entre ellos se elegía cada día por sorteo a un presidente que permanecía en su cargo 24 horas; custodiaba el sello del Estado y las llaves del Tesoro. Los Pritanes eran los encargados de convocar las reuniones del Consejo y de la Asamblea.
Las Instituciones Judiciales
El panorama institucional de la Atenas democrática se completaba con los tribunales de justicia que eran el Areópago y la Heliea.
El Tribunal del Areópago
Fue el órgano colegiado más antiguo de Atenas que se reunía sobre la colina de la Acrópolis. Tenía carácter aristocrático y oligárquico. Las reformas de Clístenes y Efialtes le hicieron ir perdiendo atribuciones e importancia. En época democrática, entendía sobre los llamados delitos de sangre. El Areópago mantuvo siempre un halo de distinción y de prestigio.
La Heliea
Lo que hoy llamamos los juzgados, donde se veían la mayoría de los asuntos judiciales, tanto los de tipo civil como los de tipo penal. Los tipos de procesos eran dos: los privados y los públicos. En Atenas no existía el juez que dictaba sentencia e impartía justicia; eso pertenecía a un grupo de personas elegidas por sorteo, parecido a los jurados populares. Tampoco existía el abogado defensor. Acusador y acusado exponían sus razones ante los miembros del jurado. En el siglo IV, surgió la figura del logógrafo, escritor profesional especializado en preparar discursos para los procesados. Oídas las partes, los miembros del jurado emitían su voto; bastaba la mayoría para condenar al acusado. Las condenas se cumplían, como pasó con Sócrates. De nada sirvieron sus alegaciones ante los tribunales; acabó en la cárcel y rechazó el plan de fuga de sus amigos.