Picasso en París: Los Orígenes de la Etapa Azul

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Picasso en París: Etapa Azul

Parece que Picasso conoció los burdeles desde muy temprana edad. Quizás en A Coruña, pero seguro que sí en Barcelona y Madrid.

A finales del siglo XIX, su amistad con Carles Casagemas fue determinante. La obra de Picasso estará marcada por los poetas que le introdujeron en la intelectualidad de Madrid, Barcelona y París. Compartieron estudio y apartamento en Barcelona.

Retrato de Casagemas (c. 1900)

Este retrato refleja el carácter depresivo del poeta y anuncia el periodo posterior.

En 1900, realiza su primer viaje a París con su amigo. Esto fue a pesar de la resistencia de su padre, quien, tras ver sus obras de Barcelona del gusto de la burguesía, pensaba que allí podría tener una gran carrera.

Picasso se marcha a París. En principio, debía ser solo una parada en el camino hacia Londres. Sentía pasión por los prerrafaelistas y su gran admiración por Inglaterra había surgido en A Coruña, influenciado también por el gusto paterno por la moda y los muebles ingleses.

Pero París se convirtió en su única meta posible. Allí frecuentó el ambiente de expatriados catalanes en Montmartre. Se adaptó rápidamente, aunque no sabía francés, a diferencia de su amigo.

La fecha de llegada fue el 25 de octubre de 1900. Se alojaron en el estudio de Nonell por unos días, pues inicialmente pensaban volver a Barcelona.

Nonell era uno de los primeros artistas que expuso en Barcelona en la galería-taberna Els Quatre Gats, presentando figuras de gitanos de Barcelona. Esta tipología peculiar sienta las bases de la segunda época del traslado de Picasso a París.

Una vez instalados, se pusieron a trabajar. Una carta de Casagemas a [destinatario no especificado] indica la rapidez con la que asimilaron el ambiente parisino. Sin embargo, la carta no menciona que en el estudio había tres modelos. Odette sería la amante de Picasso y Germaine la de Casagemas. Pallarés llegó al piso poco después de que se instalaran los otros. Los tres amigos se emparejaron con las modelos y así evitaban los burdeles. Casagemas empezó a beber debido a problemas sexuales, y sus amigos no entendían sus depresiones por no sentirse a la altura de sus compañeros.

Picasso comenzó a vender postales al marchante catalán Pere Mañach y pronto ganó renombre. [Nombre de la marchante], la marchante judía, fue su primera representante hasta Kahnweiler. Además, Mañach le enviaba clientes al estudio.

El Moulin de la Galette

El cuadro más importante de la época es El Moulin de la Galette (1900). Picasso captó el ambiente particular de la vida nocturna con un aire más atractivo, pero con cierta estridencia: una multitud de prostitutas engalanadas con sus clientes. Es una escena de sombras modernistas, preludio del expresionismo, no impresionista como el cuadro de Renoir de 1876 (menos estridente y chocante). Es más cercano al de Lautrec de 1890. Lo realizó a las pocas semanas de estar allí, un claro indicio de su personalidad especial, porque capta el ambiente de manera particular. Presenta un aire van Goghiano y a lo Munch (La danza de la vida es una escena intemporal), quien había expuesto en el Salón de los Independientes en 1897, 1898, 1903 y 1906, con una continuada presencia en París a pesar de su residencia en Berlín. La obra alude a los estados del ánimo del ser humano. En este clima simbolista florece la Etapa Azul de Picasso.

Logra conferir su propia visión del molino, una visión barroquizante que recuerda a Caravaggio o Velázquez. Es una obra erótica; las prostitutas proyectan la sexualidad con su carga de intriga. El cuadro se vendió enseguida, lo que explica la felicidad de conexión y comprensión de Picasso con el público. Fue adquirido más tarde por Thannhauser, acabando así en el Guggenheim de Nueva York.

La sexualidad en la pintura fue una de las mayores revelaciones de París para Picasso. Solo la había encontrado en Madrid, pero no en A Coruña ni en Barcelona. Acostumbrado a la represión española, se sorprendió por el comportamiento de las parejas en público y por la falta de vergüenza de los artistas. Lo que se escondía en Barcelona, lo veía abiertamente en París.

Su obra se llena de parejas abrazándose, como en las obras El abrazo o El beso de Munch, que pudieron captar su atención.

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