Physis y arje son sinónimos

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II. EL ESTUDIO DE LA NATURALEZA: LOS “PRESOCRÁTICOS”
Los primeros filósofos conocidos en Occidente constituyen un bloque bastante aislado, previo a la figura de Sócrates (de donde procede el nombre, aunque inexacto, pues los últimos presocráticos son contemporáneos de Sócrates). Casi todos vivieron en las polis de Jonia (costa de Asía Menor) o de la Magna Grecia (Italia meridional), ciudades fundadas por los griegos procedentes del continente o de otras colonias, pero con total independencia política y económica. Muchos de estos pensadores fueron grandes viajeros, aprovechando el florecimiento comercial. 
Se interesaron por el estudio de la naturaleza o physis (la totalidad de las cosas y lo que éstas son de modo permanente), de la que buscaban conocer su arjé, que significa tanto origen, raíz o principio del que todo procede como sustrato, algo permanente en lo que los seres consisten (la esencia).
II.1. LA ESCUELA DE MILETO
Mileto, cuna de los filósofos más antiguos conocidos, era una de aquellas polis, próspera, llena de ciudadanos prominentes con inquietudes intelectuales, que podían realizar gracias a su economía desahogada, fruto de las rentas del comercio. A esta escuela de filosofía pertenecieron:
TALES de Mileto (624-546 a.C. Aprox.). El primero del que tenemos testimonio de una inquietud auténticamente filosófica, ajena al mito y a la vez científica, pues fue astrónomo –introdujo las tablas astronómicas de los caldeos y predijo un eclipse- y matemático –conocíó la geometría egipcia-.Sitúa el arjé de la physis en el agua, entendida como la humedad difusa de las cosas de la naturaleza, especialmente de los seres vivos. El agua es el origen de donde todo ha surgido, y el sustrato, aquello de lo que están hechas las cosas. La tierra es un cuerpo plano que descansa sobre la masa del agua.
ANAXIMANDRO de Mileto (610-545 a.C. Aprox.). Partiendo de similar inquietud que su antecesor, va más allá en el camino de la abstracción, aportando una filosofía más profunda sobre la physis. El arjé no podía ser una cualidad de las muchas que forman el cosmos –como el agua-, sino algo que contuviera todas las cualidades: es el ápeiron, que significa lo ilimitado, indefinido o infinito: es un principio sin forma, contenido o límites, una masa o estado indiferenciado e indeterminado.Por primera vez Anaximandro muestra la génesis o formación del cosmos como un proceso de separación de todas las cosas a partir del ápeiron, que se hallaba en continuo movimiento; las cosas se suceden oponiéndose entre sí (lo cálido y lo frío; lo seco y lo húmedo…). Además el talante científico de este filósofo se aprecia en su explicación, de un modo racional, del origen del hombre, que sitúa en animales marinos. 
ANAXÍMenes de Mileto (585-525 a.C. Aprox.). Vuelve a colocar el arjé en una cualidad determinada y concreta de la physis, el aire, entendido como la fuerza vital que anima el mundo. A partir de él se constituyen las realidades del cosmos, mediante procesos de condensación y rarefacción.

II.2. LA ESCUELA PITAGÓRICA: PITÁGORAS (570-469 a.C.)
Pitágoras funda en Crotona (Magna Grecia) una escuela iniciadora de un movimiento, el pitagorismo, que resurgirá varias veces en la historia. Era un centro esotérico de saber (prohibía la divulgación a los no iniciados), especie de secta filosófico-religiosa, dedicada a la investigación y a la ciencia, y que también aspiraba a moralizar la vida pública de la ciudad. Los pitagóricos profesaron la doctrina, de influencia oriental, de la transmigración de las almas (muy presente en Platón): las almas, inmortales, se reencarnan en cuerpos sucesivos en busca de la purificación.
Los pitagóricos contribuyeron poderosamente al desarrollo de la matemática, con su investigación sobre los números,  a la que llegaron desde el estudio de la música: observan que los intervalos (notas y acordes) de la escala musical pueden expresarse en forma de proporciones numéricas. Éste es el hallazgo de la armónía, que aplican a los fenómenos naturales, regulados por leyes numéricas en forma de ciclos (estaciones, astros –donde el movimiento de las esferas celestes produce una música maravillosa-).
De la música y la matemática pasaron a la filosofía, donde establecieron que los números eran el arjé: lo numérico, que tiene extensión espacial (para los pitagóricos a cada número le correspondía un punto en el espacio), está presente en la naturaleza de todo, a partir de la oposición básica de lo impar-par, de la que proceden todos los números, y que determina toda la realidad; ésta se explica de un modo dualista basado en oposiciones : límite-ilimitado, masculino-femenino, uno-muchos, recto-curvo… 
En conclusión, Pitágoras contribuyó a desplazar el arjé desde la materia –filósofos de Mileto- a la forma o estructura. Así la singular teoría de los números cobra mayor sentido, pues quiere decirnos que todo en la physis tiene extensión espacial. Es decir, todo se reduce a una forma o estructura, que se expresa numéricamente.

II.3. HERÁCLITO de Éfeso (aprox. 544-484 a.C.)
Apodado el “oscuro” por lo complejo de sus breves sentencias. Por su origen jonio comparte con los milesios la reflexión sobre el dinamismo de la naturaleza, pero profundiza en ella cuando su respuesta se aleja de los elementos empíricos o materiales (explicación física) y desemboca en un concepto –el cambio-. Por eso muchos estudiosos ven en él el primer intento de pensamiento metafísico.
La physis consiste en una constante transformación y cambio, definido como un hacerse, un fluir, un devenir, donde las cosas están siendo a la vez que dejan de ser, como si de un río se tratara: el fluir de sus aguas es y no es el mismo, usando la comparación favorita de Heráclito: “no es posible meterse dos veces en un mismo río”. El arjé es este fluir constante, y su símbolo el fuego, que representa el ciclo cósmico propio del devenir, donde todo fluye. Además el autor observa una lucha de contrarios, que lo mantiene todo en perenne contradicción: “la guerra (discordia) es la madre de todas las cosas”; es decir, la lucha y la oposición lo originan todo. En suma, Heráclito constata la multiplicidad y pluralidad de la realidad, cambiante y en movimiento.
Sin embargo nuestro filósofo va más allá, encuentra bajo la lucha algo que da unidad al fluir, una armónía oculta hecha de tensiones opuestas. La unidad es lo más profundo, pero entendida de forma dinámica, pues está hecha a fuerza de oposiciones: “la misma cosa son lo vivo y lo muerto, lo despierto y lo dormido, lo joven y lo viejo: ya que cada uno de estos opuestos al cambiar es el otro, y a su vez, al cambiar, ese otro es aquél”. Es decir, hay una razón o ley universal, un logos, común a todas las cosas, que las armoniza y unifica. De este modo el cambio no es tan irracional como a primera vista pudiera parecer, pues presenta una armónía oculta que le da coherencia. Finalmente Heráclito insta a cada hombre a ‘abrazar’ ese logos, que es lo sabio: al escucharlo el logos humano concordará con el logos de la naturaleza. 

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