El Perspectivismo de Nietzsche y la Crítica a la Ciencia
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Objetividad del conocimiento
La filosofía tradicional creyó posible utilizar la razón desprendida de cualquier elemento subjetivo que pudiera afectar a su imparcialidad, creyó en el conocimiento objetivo del mundo, válido para todos. Nietzsche considera que esta confianza en las posibilidades de la razón descansa en una creencia más básica, la reencia en algún tipo de realidad absoluta (el Mundo de las Ideas de Platón o el Dios cristiano); sin embargo si esta realidad absoluta es una construcción de la fantasía humana, dicha confianza carece de sentido. Aún podemos hablar de conocimiento, concluye Nietzsche, pero aceptando su carácter relativo, subjetivo; todo el conocimiento humano es mera interpretación del mundo, depende de la perspectiva vital en la que se encuentra el individuo que lo crea. Frente a Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Descartes y gran parte de lo mejor de la tradición filosóficas, defiende una tesis radicalmente contraria al objetivismo y conecta con otra línea filosófica históricamente más desacreditada: el relativismo, escepticismo y subjetivismo. Nietzsche defiende el perspectivismo, para el que todo conocimiento se alcanza desde un punto de vista, del que es imposible prescindir: las características del sujeto que conoce (psicológicas, sociales, físicas, la peculiaridad personal, la misma biografía) hacen imposible superar la propia perspectiva; no podemos desprendernos de nuestra subjetividad cuando intentamos conocer la realidad.
La existencia de leyes naturales
Las leyes que el científico cree descubrir son invenciones humanas; no existen regularidades en el mundo, no hay leyes de la Naturaleza. Si por leyes naturales entendemos supuestos comportamientos regulares de las cosas, Nietzsche rechazará la existencia de dichos comportamientos regulares y necesarios, al considerar que las relaciones entre las cosas no son necesarias, son así pero podrían perfectamente ser de otro modo. Las cosas se comportarían siguiendo leyes o necesariamente si hubiese un ser que les obligase a ello (Dios) pero Dios no existe; las leyes y la supuesta necesidad de las cosas son invenciones de los científicos.
La validez del ejercicio de la razón
La razón no se puede justificar a sí misma: ¿por qué creer en ella?; la razón es una dimensión de la vida humana, aparece de forma tardía en el mundo y muy probablemente, dice Nietzsche, desaparecerá del Universo; y nada habrá cambiado con dicha desaparición. Junto con la razón, en el hombre encontramos otras dimensiones básicas (la imaginación, la capacidad de apreciación estética, los sentimientos, el instinto,...) y todas ellas pueden mover nuestro juicio, todas ellas son capaces de motivar nuestras creencias. La razón no es ni mejor que otros medios para alcanzar un conocimiento de la realidad (en todo caso es peor puesto que el mundo no es racional). La ciencia se equivoca al destacar exageradamente la importancia de la razón como instrumento para comprender la realidad.
Legitimidad de las matemáticas
Para la ciencia actual la matemática puede expresar con precisión el comportamiento de las cosas, para Nietzsche, sin embargo, esta forma de entender el mundo es aún más errónea que otras formas de cientificidad: las matemáticas puras no describen nada real, son invenciones humanas; en el mundo no existe ninguna de las perfectas figuras a las que se refiere la geometría, ni números, ni siquiera unidades. Cuando decimos que algo es una cosa, lo que hacemos es simplificar la realidad que se nos ofrece a los sentidos, someterla a un concepto, esconder su pluralidad y variación constante. Las matemáticas prescinden de la dimensión cualitativa del mundo, de su riqueza y pluralidad. Para Nietzsche el origen de la ciencia está en su utilidad, pues permite un mayor dominio y previsión de la realidad, (pero la eficacia no es necesariamente un signo de verdad), y en que es consecuencia de un sentimiento decadente, pues sirve para ocultar un aspecto de la naturaleza que sólo los espíritus fuertes consiguen aceptar: el caos originario del mundo, la dimensión dionisíaca de la existencia; la ciencia nos instala cómodamente en un mundo previsible, ordenado, racional.
Concepción del hombre
Frente a la concepción de tradición filosófica que exalta la concepción del hombre como racional, exaltando la dimensión teórica, para Nietzsche el ser humano es, ante todo, un animal, un ser viviente, y como todo ser viviente, aspira a permanecer en vida: la ocupación primordial de todo viviente es vivir. Ante todo, el ser humano tiene la voluntad de vivir; vivir exige poder; luego, el ser humano tiene voluntad de poder, el hombre es voluntad de poder: esta es la esencia que constituye al ser humano como viviente, el anhelo por el que desea todo lo demás. De ahí que el conocimiento no sea nunca desinteresado, el conocimiento está al servicio de la vida. Pero que el conocimiento no sea desinteresado, no significa que sea un puro error. El error radica en considerar uno u otro como la única forma de conocimiento posible. El conocimiento se expresa por metáforas, que es lo que son los conceptos, metáforas desgastadas y muertas por el uso. Sólo porque es metáfora puede el lenguaje introducir la unidad en el caos de los fenómenos y reunir lo diverso. El error consiste en creer que los conceptos han perdido su dimensión de metáforas al servicio de la vida. El error consiste en tomar esas conceptuaciones como si fueran la verdad y la realidad, cuando solo son interpretaciones. Por eso el arte es más verdadero que la filosofía o la ciencia.
Frente al hombre racional, Nietzsche predicará el Superhombre, el hombre intuitivo, que valora la tierra y la vida, que valora el cuerpo y lo sensible y no lo inteligible.