Personajes de La casa de Bernarda Alba: Simbolismo y Rol en la Obra de Lorca

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Personajes de La casa de Bernarda Alba: Simbolismo y Rol en la Obra de Lorca

Descubre en detalle a los personajes clave de La casa de Bernarda Alba, la obra maestra de Federico García Lorca. Cada figura, desde la autoritaria Bernarda hasta el enigmático Pepe el Romano, encarna un simbolismo profundo y contribuye a la atmósfera de represión y deseo que define este drama rural. Sumérgete en sus motivaciones, conflictos y el papel que desempeñan en el trágico desenlace.

Bernarda

Bernarda simboliza la autoridad: es la encarnación hiperbólica de las fuerzas represivas. Representa las convenciones morales y sociales más añejas, con la mentalidad tradicional vigente. Da excesiva importancia a las críticas externas. Se opone a los impulsos eróticos, cree firmemente en la decencia, la honra y se obsesiona con la virginidad. Posee una concepción tradicional del papel de la mujer frente al hombre, y su orgullo de casta le hace tener conciencia de pertenecer a una capa social superior, por ello impide el noviazgo de Martirio. Su autoridad y su poder se simbolizan con el bastón y el lenguaje prescriptivo. Los demás personajes piensan de ella de forma despectiva. Sus hijas viven entre la reclusión impuesta y el deseo del mundo exterior.

Angustias

Angustias simboliza la suerte o la desgracia de ser la heredera. Con 39 años, es la hija del primer matrimonio de Bernarda. Heredera de una envidiable fortuna, no tarda en atraer, pese a su edad y su falta de encantos, a Pepe el Romano. Ha perdido la ilusión y la pasión.

Magdalena

Magdalena simboliza la resignación. Por una parte, da muestras de sumisión, pero puede sorprender con amargas protestas. Ella hubiera preferido ser un hombre, ya que ha abandonado la idea de casarse.

Amelia

Amelia es quizás el personaje más desfigurado: resignada, medrosa y tímida. Su nombre significa "sin miel".

Martirio

Martirio simboliza la maldad, aunque es un personaje más complejo. Pudo haberse casado si su madre no se hubiera interpuesto. Enferma, depresiva y pesimista, está enamorada de Pepe el Romano, y esa pasión la lleva a la irreprimible vileza.

Adela

Adela es la encarnación de la abierta rebeldía. Es la más joven, hermosa y apasionada. Su vitalismo, su fuerza y su pasión le hacen prorrumpir en exclamaciones escandalosas. En desafío abierto con la moral establecida, está dispuesta a convertirse en querida de Pepe el Romano, aunque sea ponerse una "corona de espinas". Su momento culminante es cuando rompe el bastón de mando de Bernarda en un arrebato. Su nombre significa "de naturaleza noble".

María Josefa

María Josefa, la abuela, en sus palabras se mezclan la locura y la verdad. Se hace portavoz de un anhelo común y agranda líricamente los problemas centrales de la obra: la frustración de las mujeres, el anhelo del matrimonio y la maternidad, el ansia de libertad, de espacios abiertos...

Poncia

Poncia simboliza la anti-hipocresía. Es la vieja criada que interviene en las conversaciones y en los conflictos, hace advertencias y da consejos. Incluso tutea a Bernarda, pero esta no deja de recordarle las distancias que las separan. Ella asume su condición, pero está llena de un rencor contenido. Tiene conversaciones con las hijas de modo abierto y descarado. Se caracteriza por su sabiduría rústica, por su desgarro popular y por el sabor, la riqueza y la creación de su habla.

Criada

La Criada tiene menor relieve que Poncia y participa del rencor hacia el ama, aunque se muestra sumisa e hipócrita. Obedece a Poncia, quien es altanera y ruda con la mendiga.

Pepe el Romano

Pepe el Romano no aparece en escena, pero está omnipresente. Es la encarnación del hombre, del "oscuro objeto del deseo". Con todo lo que se va diciendo de él, se compone un retrato suficientemente perfilado. Sin embargo, tiene su doblez: va detrás del dinero de Angustias, pero se enamora de Adela.

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