La Persona Humana: Dignidad, Libertad y Vocación Divina

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El Principio Personalista: La Persona como Imagen de Dios

La Iglesia concibe al ser humano como la imagen viva de Dios, reconociéndolo como un alguien y no un algo. A él se dirige la Iglesia, prestando el servicio más alto y singular al recordarle constantemente su altísima vocación. El hombre debe ser y permanecer como el sujeto, el fundamento y el fin de su propia existencia. Posee la capacidad de conocerse, de poseerse y de darse libremente, entrando así en comunión con otras personas. Está llamado a una alianza con su Creador, respondiendo con fe y amor. Esta relación fundamental, aunque pueda ser ignorada, jamás puede ser eliminada.

Por su naturaleza, el hombre es un ser social. Dios creó al ser humano como hombre y mujer, reflejando en el otro la imagen divina, que es el objetivo definitivo y satisfactorio de toda persona. La unión de la pareja es un reflejo de la imagen de Dios. Hombres y mujeres están en relación con los demás, principalmente como custodios de sus vidas. Su dominio sobre las criaturas y el mundo exige el ejercicio de la responsabilidad, no un beneficio injusto y egoísta. El ser humano también se encuentra en relación consigo mismo, pudiendo reflexionar sobre su propia existencia.

El Pecado: Ruptura y Consecuencias

Al transgredir el mandamiento de Dios, Adán perdió la santidad y la justicia en las que había sido constituido. La consecuencia primordial del pecado es la división del hombre con Dios y consigo mismo. Todo pecado posee una dimensión personal y social. Es social todo acto que atenta contra los derechos de la persona humana, comenzando por el derecho a la vida, contra la libertad de los demás y contra la dignidad intrínseca del ser humano.

Las consecuencias del pecado perpetúan las estructuras de pecado, fortaleciéndolas, difundiéndolas y convirtiéndolas en fuente de otros pecados, condicionando así la conducta de los hombres. Negar la existencia del pecado es mentirse a uno mismo, atentando contra la propia verdad y conciencia.

La Persona Humana: Unidad de Cuerpo y Alma

El ser humano ha sido creado por Dios como una unidad de alma y cuerpo. La dimensión corporal permite la inserción del hombre en el mundo material, que es el lugar de su realización y ejercicio de la libertad. En su dimensión espiritual, el hombre trasciende la totalidad de las cosas y penetra en la estructura de la realidad. Se reconoce en sí mismo la espiritualidad y la eternidad de su alma. Su inteligencia y voluntad se elevan por encima de todo lo creado y de sí mismo; es libre frente a todas las cosas creadas y se dirige hacia la verdad y el bien absoluto.

El ser humano está abierto hacia el otro, para entrar en una relación de diálogo y de comunión. Posee la capacidad de reflexionar sobre sí mismo, de tener conciencia y libertad.

Dignidad Humana y Libertad: Pilares de la Sociedad

La persona humana no debe ser instrumentalizada para fines ajenos a su propio desarrollo, el cual solo puede realizarse plena y definitivamente en Dios. Por ello, las autoridades deben salvaguardar la dignidad personal y los derechos humanos. La dignidad humana exige que el hombre actúe según su conciencia, movido por una convicción interna y no bajo presión.

La libertad permite el crecimiento personal y construye el orden social. El hombre realiza actos moralmente buenos, que edifican su persona y la sociedad, cuando obedece a la verdad. La libertad no tiene su origen en sí misma; es una libertad donada que madura con responsabilidad. Si se oscurece la percepción de la universalidad de la ley moral natural, no es posible edificar una comunión real y duradera con el prójimo.

La vida social no es algo exterior al hombre; este no puede crecer ni realizar su vocación si no es en relación con los demás. De igual modo, las diversas sociedades deben establecer relaciones de solidaridad, comunicación y colaboración al servicio del hombre y del bien común. La socialización expresa la tendencia natural que impulsa a los seres humanos a asociarse con el fin de alcanzar objetivos que no pueden lograr individualmente. Este proceso desarrolla las cualidades de la persona y ayuda a garantizar sus derechos.

Derechos Humanos: Fundamento y Universalidad

La fuente última de los derechos humanos no reside en la mera voluntad de los seres humanos, en la realidad del Estado o en los poderes públicos, sino en el hombre mismo. Estos derechos son universales, inviolables y no pueden ser suprimidos de ninguna forma.

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